Francisco Ledesma - Historia de Dios en una esquina

Здесь есть возможность читать онлайн «Francisco Ledesma - Historia de Dios en una esquina» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Historia de Dios en una esquina: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de Dios en una esquina»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El descubrimiento del cadáver de una niña, hija adoptiva de una rica familia, llevará al inspector Méndez a husmear por las viejas calles de Barcelona, una ciudad en continua reconstrucción, y por las ruinas eternas de Egipto.

Historia de Dios en una esquina — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de Dios en una esquina», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Galán consultó su reloj.

Bueno, convenía comprar la entrada e ir tomando posiciones cerca de los autocares que empezaban a llegar. Quería ser el primero en ver a Gandaria.

Sus ojos se nublaron un momento. No, no había conocido a su hija. Supo que su esposa la había abandonado al nacer. No, no había podido dar con la mujer sencilla y honesta aunque fuese para matarla. No, no había podido ser otra vez el número uno, no había tenido trabajos oficiales, que eran los bien pagados, ni había podido dejar de oír de labios de sus clientes que después de casi tres años de retiro estaba anticuado, no conocía el mundo actual y encima se había vuelto viejo.

Peldaño a peldaño, seguía pensando Galán. Había pasado el tiempo y nada era lo mismo, y los que mandaban eran los clanes de las drogas, con los que nunca quiso tratar, y surgían nuevos «valores», como el imbécil de Fernando Torres, y él tenía que aceptar clientes tipo Salomón, del que nada sabía, excepto que era tan hijoputa que quería matar a su propio hermano. Pero subiría peldaño a peldaño otra vez. La muerte de Gandaria, un hombre con el que ni ETA había podido acabar, sería su aval para un futuro que aún estaba lleno de promesas.

Peldaño a peldaño. También había sido así la búsqueda de la hija. Porque sabía que era una hija y sabía que había sido abandonada en una bolsa de basura, pero nada más. O casi nada más. Peldaño a peldaño había buscado a la hija para protegerla, peldaño a peldaño había buscado a la madre para matarla. Si encontraba a la madre ella sabría en medio segundo, como una iluminación, qué era aquello tan especial que había notado en sus ojos la primera vez que lo vio. Ella sabría en medio segundo, como una iluminación, que había estado durmiendo durante casi dos años con un hombre que quiso dejar de ser uno de los asesinos mejor pagados del mundo. Pero no necesitaría más de medio segundo, eso sí. El tiempo justo para ver el cañón de un calibre 38 y oír la única pregunta: «¿Qué nombre le pusiste? ¿O no llegaste a ponerle ni nombre, puta?».

Galán hundió la cabeza. De pronto, ante el viejo templo de Karnak, él se sentía cansado y viejo. De pronto desfiló por su memoria la larga peregrinación por las comisarías, las maternidades, las clínicas. «Sí, fue en una bolsa de basura. Siento decírselo, pero la realidad era ésa. Y la niña vivía. Era un milagro pero vivía. Nosotros la entregamos a un centro asistencial.»

Y a partir de ahí nada. Sólo el silencio de las oficinas, la complicidad de los funcionarios, la negativa de los jueces. Nada. Más allá de los muros, las calles llenas de otras bolsas de basura. El secreto de las noches sin rumbo. La sombra de otras niñas muertas, maltratadas, olvidadas, cuya voz nadie oiría jamás.

Galán giró la cabeza.

Su cuerpo se balanceó. Volver al presente le produjo una sensación de vértigo.

Pero el «paquete» ya estaba allí. Gandaria acababa de descender del autocar. Hablaba con unos amigos. Y parecía como si se hubiese vestido para hacer más fácil su muerte, la ceremonia de su muerte, ya que llevaba un traje claro y que a la fuerza había de destacar poderosamente en la semioscuridad del templo. Se anudaba una corbata italiana tan alegre que chillaría su presencia a los cuatro puntos cardinales de Karnak. Y por si eso fuera poco, usaba, adherido a su oído izquierdo, un pequeño aparato para la sordera como el que Galán le había visto utilizar más de una vez. Con la particularidad de que además el aparato era poco discreto, tenía un pequeño aro protector metálico que seguramente emitiría brillo. Si Galán perdía un objetivo así, podía pedir un empleo en cualquier oficina del catastro y ponerse a pegar sellos.

A nadie le extrañó la presencia de Galán allí, porque después de todo formaba parte del grupo. La Sala de las Columnas empezó a iluminarse y la manada entró. Aplicados ingleses con sus guías de bolsillo, desorientados americanos con su mundo acabado de nacer, inexplicables japoneses que siempre parecían estar dando la vuelta al mundo, silenciosos italianos que esta vez ni siquiera gesticulaban porque estaban ante los viejos maestros. Todos avanzaron mientras sonaba la música, mientras las luces insinuaban las columnas -«únicas en el mundo», decían las guías más acreditadas- y ante miles de ojos asombrados se abría la magia nocturna del templo. Galán no se pegó aún a la espalda de Gandaria.

Sabía que tenía que hacerlo en la enorme Sala de las Columnas, apenas se apagaran las luces. Había estudiado bien la estructura de Karnak y sabía que, si se perdía entre las columnas después del golpe, nadie podría seguirle. Nadie llegaría a verle siquiera. Medio segundo de acción: un movimiento rápido, un impacto certero y como máximo un grito mientras la gente se arremolinaba y Gandaria caía.

Oprimió la navaja con doce centímetros de hoja que llevaba en el bolsillo derecho de la americana.

Era su arma favorita. Muchas veces la había usado en lugar del cómodo 38 o de la Beretta con silenciador. Esta navaja era nueva, porque la había comprado en su primer día en El Cairo, pero aun así, sentía su tranquilizadora presencia como la de una antigua amiga.

Se acercó a su presa con agilidad felina.

Aún tenía buena cintura. Buenas piernas.

Los otros ni siquiera se daban cuenta de que avanzaba.

Y menos Gandaria.

Lo tenía de espaldas y a un paso.

Las luces se extinguieron.

Sólo destacaba el traje. La mortaja de Gandaria. Su figura confortable de hombre al que le sobra todo. «Yo mismo me santiguaré ante tu ataúd, amigo. Será un ataúd muy ancho.»

Hubo un momento de quietud.

Luego la música inició un crescendo.

Galán empuñó con fuerza la navaja.

¡AHORA!

Fue como un grito interior. Siempre lo había sentido en el momento de matar. ¡ Ahora ! Entonces su cerebro se ponía en blanco y sólo su instinto actuaba. La hoja mortífera salió al aire, impelida por el resorte. La dirigió hacia el corazón de su víctima.

Y entonces los dos gritos:

– ¡ Gora ETA !

– ¡ Gandaria, cabrón !

Eran dos hombres los que se movían. Galán no llegó a verles las caras a causa de la semioscuridad, pero se dio cuenta de lo que significaban: la cuenta con Gandaria iba a ser saldada. Allí, en el último rincón del mundo, un grito que había ensangrentado España marcaba el último segundo del viaje del magnate vasco. ¡ Gora ETA ! Los tres pensamientos de Galán parecieron encontrarse en el aire para formar un solo chispazo. El primer pensamiento fue: «Absurdo». El segundo fue: «Argel». Y el tercero: «Centroáfrica». No, no era absurdo, porque aquellos eran puntos en los que existían hombres de ETA. Llegar a Luxor era, después de todo, incluso lógico.

Pero ése fue el primer chispazo.

Instantáneamente, el segundo.

Gandaria había saltado.

Su agilidad resultaba increíble.

La multitud y la sorpresa eran su única defensa. Y utilizó ambas cosas cuando se colocó materialmente detrás de Galán, que estaba pegado a él. Galán se dio entonces cuenta, con un atisbo de horror, de que ya no tenía las facultades de otro tiempo. Se había dejado sorprender.

Su cintura no había sabido responder al repentino cambio de posición del otro.

Vio las dos armas.

¿Pistolas checas? ¿O belgas?

La pregunta de profesional dejó de importarle cuando sintió en el cuerpo dos impactos. Estaban tan delante de Gandaria y los dos pistoleros eran tan novatos que le alcanzaron a él. Galán se retorció soltando la navaja, mientras la multitud que le rodeaba por todas partes dejaba de tener forma, desaparecía para convertirse en un agudo grito.

Los dos pistoleros saltaron hacia las columnas. Era justo el movimiento que el propio Galán había tratado de hacer. Nadie les retuvo en parte porque nadie les veía y en parte porque todo el mundo estaba petrificado por el horror. Los tres mil quinientos años de Karnak se los tragaron en un segundo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Historia de Dios en una esquina»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de Dios en una esquina» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Historia de Dios en una esquina»

Обсуждение, отзывы о книге «Historia de Dios en una esquina» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x