Francisco Ledesma - Historia de Dios en una esquina
Здесь есть возможность читать онлайн «Francisco Ledesma - Historia de Dios en una esquina» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Historia de Dios en una esquina
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Historia de Dios en una esquina: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de Dios en una esquina»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Historia de Dios en una esquina — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de Dios en una esquina», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Claro. Llevo demasiado tiempo sometido a régimen de limonadas y comidas de plástico -se defendió Méndez-. Eso acaba con cualquiera.
– El que empieza a ser de plástico es su cerebro, Méndez, cabrón. Ha pensado que no me había dado cuenta ni de que nos seguía, y ya ve: en cinco minutos incluso he averiguado cuál era su habitación. Pero el que avisa no es traidor. Esto se acabó, amigo. Se acabó.
– ¿Se acabó qué?
– La investigación. Mis clientes no son sospechosos de nada, sino todo lo contrario, de modo que la policía española no tiene por qué seguirles. Y usted aquí no tiene la menor atribución. De modo que… ¡fuera!
Méndez suspiró y se sentó en una de las butacas. Miró con complacencia el Magnum.
– Tendrá gatillo de dos tiempos, supongo.
– No me venga con chorradas ahora. Lo único que tiene el revólver son dos huevos, eso sí.
– Mira, Quílez, tú y yo nos conocemos de antiguo. Nos hemos encontrado trabajando, aunque cada uno en su esquina, en los grandes tiempos, en los años que tanto lustre dieron a la historia nacional. No sé por qué me tratas como a un enemigo. Hemos detenido a los mismos chorizos, hemos comido de gorra en los mismos sitios, hemos protegido a las mismas putas.
Quílez se enterneció.
Guardó su revólver.
– Eso es verdad, Méndez.
– Tienes que creerme si te digo que no estoy aquí en misión oficial. La última misión oficial que me encomendaron fue investigar el robo de unas cajas de támpax.
– ¿Pues entonces qué hace aquí?
– He gastado en esto casi todos los ahorros de mi vida. Vengo de turista.
– ¿De turista detrás de nosotros? Además, ¿desde cuándo le ha interesado a usted el mundo que queda más allá del Paralelo y las Ramblas?
– Te equivocas, Quílez. Yo soy un hombre de una curiosidad turística universal. Una vez leí un libro sobre las casas de masajes de Tailandia.
– Váyase a tomar por saco, Méndez.
– Siéntate.
– Me siento por respeto a los viejos tiempos, Méndez. Pero dígame qué busca.
– Lo curioso es que no busco nada. Lo único que sé es que Clara Alonso huye de un peligro, aunque hay que pensar que ese peligro ya no existe. Y sin embargo yo sigo pensando que aún está ahí. Y los padres de Clara Alonso -ya ves que digo «los padres» en plural- piensan exactamente lo mismo. La prueba es que te han contratado a ti.
– No sé por qué coño dice «los padres». Sólo son adoptivos.
Méndez se dio cuenta enseguida de que el otro no conocía la historia. Por eso dijo simplemente:
– Sí.
– Me han contratado sólo porque así Clara Alonso se siente más segura. Tiene un miedo cerval a que a su otra pequeña le pueda ocurrir algo.
– De esa pequeña quiero hablarte, Quílez.
– Bien, pero sea breve. -Es adoptiva, supongo.
– Claro.
– No sabía que existiera. Yo pensaba que Clara sólo tenía a Mercedes, la que fue asesinada.
– Por lo que me han dicho, las adoptó casi al mismo tiempo. Nadie las quería.
Méndez cerró un momento los ojos.
La frase quedó resonando en sus nervios.
Nadie las quería …
Dios santo…
Cuando Clara Alonso nació… ¿quién hubiera podido querer a Clara Alonso?
Méndez seguía con los ojos cerrados.
Quílez, guardaespaldas de alta escuela, preguntó:
– ¿Qué le pasa ahora, mamón?
– Nada.
– Pues parece que le pasa algo.
– Solamente que ahora ya sé por qué Clara Alonso ha adoptado a dos niñas subnormales, dos niñas a las que nadie quería.
– ¿Por qué?
– Clara Alonso está pagando una deuda.
– ¿Una deuda con quién?
– Con la vida.
– No me venga con chorradas, Méndez. Usted, hasta ahora, tenía fama de estar mal de los huevos, pero ahora veo que también empieza a estar mal de la azotea.
Méndez no le hizo caso.
Había vuelto a cerrar los ojos.
Musitó:
– A veces uno piensa que en el mundo hay gente maravillosa.
– Entonces cambie de oficio, Méndez.
– ¿Y cuál es mi oficio, Quílez? ¿Tu lo sabes? ¿Lo saben mis jefes? Yo simplemente estoy en la calle. Y en la calle uno conoce gente. Y ve cosas.
– Eso no es ningún oficio.
– No, no lo es.
– Así le va, Méndez.
– Cierto, así me va.
– Bueno, déjese de monsergas y escúcheme, Méndez. Lo cierto es que Clara Alonso adoptó a esas dos niñas a las que nadie quería, y les está dedicando su vida. Y sus dos padres, Cañada y Manrique, también piensan que en este mundo no se puede hacer nada mejor. Por cierto, Méndez: son hombres que hablan de cosas que ya no existen con personas que ya no existen en pisos que ya no existen. No los acabo de entender. Pero a lo que iba: una de las niñas fue asesinada, y Clara teme que a la otra le pase lo mismo.
Méndez, que tenía los ojos entrecerrados, los abrió de golpe.
En su cabeza nacieron unas antenas herrumbrosas y de segunda azotea, pero antenas al fin.
– ¿Quieres decir que la han amenazado? -murmuró.
– Yo tengo la sensación de que sí, aunque la familia no habla de eso.
– Infiernos…
– ¿Qué pasa?
– Primero alguien secuestra a Mercedes y pide una enorme cantidad de dinero por su vida. Clara Alonso no tiene ocasión de pagarlo, y Mercedes es asesinada. Luego la amenaza sigue. Ahora lo comprendo. La amenaza sigue. Porque intentan que Clara Alonso se dé cuenta de que está perdida, de que pueden hacer lo que quieran con ella. Por eso tratan de violar, de hundir, de destrozar a la que al fin y al cabo no es más que una pobre ciega. Y ahora tal vez sepa que tratarán de matar también a la otra pequeña. Por eso ha huido.
– ¿Quiere decir que tal vez le están pidiendo también una enorme cantidad de dinero por la vida de la segunda pequeña?
En lugar de contestar, Méndez preguntó:
– ¿Tú qué misión tienes, Quílez?
– Je, je…
– ¿Qué quiere decir «je, je»…?
– Mi misión consiste en meterle una bala en mitad de los huevos al que no me guste.
– ¿Y qué dirían las autoridades egipcias?
– Aún menos que las españolas. Aquí parece que se puede comprar lo que haga falta.
– Por lo tanto es posible que Clara Alonso haya estado recibiendo nuevas amenazas… -recapituló Méndez, pensando en voz alta-. Es posible que le sigan pidiendo millones por la vida de la segunda niña, porque el que ha organizado esta cadena macabra estará rabioso… Y es posible también que Clara Alonso quiera pagar para estar definitivamente tranquila, pero no le es posible.
– ¿Por qué no le ha de ser posible? ¿Tiene pasta para eso o no?
– Tantos euros es una cifra lo suficientemente sustanciosa para que las autoridades españolas la controlen. El movimiento clandestino de un capital así es difícil, sobre todo si la policía está sobre aviso. Ya pasó con el rescate de algunos secuestrados por ETA. Por ejemplo, el de Revilla. A veces quieres pagar y resulta que el peor enemigo que tienes es la propia policía que debería protegerte.
– Por eso me han contratado a mí. Yo soy la ley -dijo orgullosamente Quílez, en plan Clint Eastwood.
Méndez no le oyó. Seguía pensando en voz alta.
– Pero no puede ser -musitó.
– ¿Por qué no puede ser?
– Ángel Martín está muerto. Cualquier persona relacionada con esto está muerto. Todos están muertos. Y de pronto se puso en pie.
Estaba intensamente pálido. -Dios mío… -farfulló.
Él seguía sin invocar apenas a Dios. Y eso se notaba. Le había temblado hasta la boca.
Quílez farfulló:
– ¿Qué le pasa ahora?
– Nada, no tiene sentido.
– ¿Qué es lo que no tiene sentido, Méndez?
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Historia de Dios en una esquina»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de Dios en una esquina» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Historia de Dios en una esquina» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.