Más tarde, y en un inglés más preciso, le contaría a qué se dedicaba su hermana y que se había convertido en una de las abogadas más temibles de Francia, y probablemente de Europa, en su ámbito de acción.
– But… what does she do?
– She saves the world.
– No?
– Absolutely.
Ken levantó la mirada hacia la chica que bromeaba con un abuelete mientras escupía los huesos de aceituna apuntando a la cabeza de Yacine, y se quedó muy perplejo.
– Pero ¿qué le estarás contando tú ahora? - le preguntó Claire a su hermano, inquieta.
– Tu profesión…
– Yes! - dijo, dirigiéndose al pasmado -, I am very good in global warming! Globaly I can calentar anything, you know… Do you still live en casa de your parents?
Kate se reía. También Marc, que había hecho el trayecto con Claire en coche desde París y que era según él el sistema de navegación más birria del mercado.
Pero tenía muy buena música… Menos mal, porque se habían perdido la friolera de seis veces, nada menos…
Entre paliza y paliza comían tocino y patatas muy grasientas, y con sus tonterías y sus carcajadas habían conseguido reunir a todo el pueblo bajo los tilos.
Era el don de Kate, pensó.
El don de crear vida dondequiera que fuera…
– ¿A qué estás esperando? - le preguntó Claire dos días después por la noche, al otro lado del puente, antes de cargar ella también en su cochecito kilos de frutas y verduras.
Y como su hermano seguía frotando el parabrisas, le arreó un patadón en el culo.
– Eres más tonto que hecho aposta, Balanda…
– Ay.
– ¿Sabes por qué nunca serás un gran arquitecto?
– No.
– Pues porque eres más tonto que hecho aposta.
Risas.
Tom acababa de volver a aparecer, cargado de ice-creams para los niños, y Marc recogía las bolas perdidas cuando Kate anunció:
– ¡Venga! La del consuelo y nos vamos…
Los abueletes se sacaron unos trapos de los bolsillos para limpiar las bolas, asintiendo con la cabeza.
– ¿Qué es eso? - quiso saber, inquieto -. ¿Va a haber que brindar con un matarratas típico del lugar, o algo así?
Kate se apartó soplando el mechón de la frente.
– ¿Que es qué? ¿La del consuelo? ¿Nunca había oído esa expresión?
– No.
– Pues… está la primera partida, la segunda, luego la decisiva, después la revancha y, por último, la del consuelo. Es una partida en la que ya nadie se juega nada… Una partida sin competición, sin perdedores… Por el placer de jugar y ya está…
Jugó perfectamente, permitiendo así que su equipo gan…, no, honrara ese concepto tan maravilloso. La partida del consuelo.
Cuando ya se iba a acostar, después de despedirse de todos y de dejar a su hermana muy ocupada con sus clases particulares (sospechaba que hablaba inglés mucho mejor de lo que estaba demostrando y que se inventaba challenges con su propia lengua), ésta le anunció:
– Tienes razón, vete a dormir. Mañana por la mañana tienes que estar a las once en la estación de Limoges.
– ¿En Limoges? Pero ¿qué cono quieres que vaya a hacer allí? - Es lo que me ha parecido más práctico para ella. - Ella ¿quién?
– ¿Cómo se llamaba? - Claire frunció el ceño, haciendo como que trataba de recordar el nombre -. Mathilde, creo… Sí, eso es… Mathilde.
«Las» «más» «felices» «de» «su» «vida».
He ahí por qué.
Cuando volvía con ella, los encontraron a todos todavía, una vez más, y como siempre, sentados a la mesa.
Se apiñaron para hacerles sitio, y juntos celebraron dignamente la llegada del nuevo miembro de la banda.
Pasaron el resto de la tarde a la orilla del río.
Por primera vez desde que estaba allí, no se llevó su cuaderno. Todas las personas a las que quería en este mundo estaban junto a él, y no podía soñar, imaginar, concebir o dibujar nada más.
Absolutamente nada.
* * *
Al día siguiente se encontraron con Alexis y Señora en el mercado.
Claire tardó varios segundos en decidirse a besarlo.
Pero lo besó.
Alegre, tierna y cruelmente.
Ya estaban lejos cuando Corinne le preguntó quién era esa chica.
– La hermana de Charles…
– ¿Ah, sí?
Y, volviéndose hacia el quesero, añadió:
– Oiga, ¿no se le habrá olvidado ponerme el gruyere rallado, como la última vez?
Y, volviéndose luego hacia la sombra en que se había convertido su marido, le dijo:
– ¿Y tú a qué estás esperando para pagar?
Nada, no estaba esperando a nada. Eso era exactamente lo que estaba haciendo.
Volvería al día siguiente a Les Vesperies con el pretexto de pedir prestada una herramienta, y uno de los niños le anunciaría que Claire ya se había marchado.
Charles, que estaba trabajando con Marc en el salón, no se tomaría la molestia de levantarse.
Tom, Debbie y Ken, tras aplazar mil veces la prolongación de su viaje hacia España, se marcharon también.
Y la madre de Kate, que había llegado el día anterior, ocupó a su vez la habitación de Hattie.
Y hablando de Hattie, ya empezaba a dársele muy bien el póker, y, buena niña como era, le cedió su segunda habitación a Mathilde…
Dos noches nada más.
Después Mathilde se bajó el colchón al guadarnés.
Charles, a quien preocupaba al principio cómo resultaría la mezcla «ratón de ciudad con ratón de campo», pronto se tranquilizó. A partir del segundo día Mathilde volvió a subirse a lomos de un caballo, enchufó un par de altavoces a su mp3 y los desplumó a todos al póker.
Y eso que Charles sabía que era muy farolera. Podría haberlos avisado…
Se iba a la cama ahíto, oyendo su risa, más fuerte que todas las demás.
Una mañana que estaban los dos solos, Mathilde le preguntó:
– ¿Qué es esta casa?
– Pues creo que es lo que se llama una casa, precisamente…
– ¿Y Kate?
– ¿Qué pasa con Kate?
– ¿Estás in love?
– ¿Tú crees?
– A tope -dijo ella, poniendo los ojos en blanco.
– Vaya, hombre. ¿Y es preocupante?
– No sé… ¿Y qué pasa entonces con ese apartamento que ni siquiera he visto?
– No cambia nada… Pero, a propósito de eso… Quería hacerte una pregunta…
Se la hizo y obtuvo la respuesta que quería oír. Se acordó entonces de Claire y de lo que le había comentado sobre la benevolencia. Esa abogadita siempre sacaba las conclusiones acertadas…
Y lo mismo ocurría con sus alegatos…
– ¡Charles, has recibido una carta! - gritaba Yacine desde la escalera.
Reconoció la letra de su hermana y la forma de un CD.
«Si la cabra no se ha zampado tu portátil, escucha una y otra vez la pista 18. La letra no es muy complicada, y con el vozarrón que tienes nos la cantarás muy bien…
»Gud lac.»
Le dio la vuelta a la carátula y vio que era la banda sonora original de una comedia musical de Colé Porter.
Читать дальше