Andrés Trapiello - Los amigos del crimen perfecto

Здесь есть возможность читать онлайн «Andrés Trapiello - Los amigos del crimen perfecto» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los amigos del crimen perfecto: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los amigos del crimen perfecto»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los amigos del crimen perfecto es una novela coral vertebrada en torno a un grupo de amantes de la novela negra que persiguen, desde hace años, tanto el estudio como la quimera de un crimen perfecto, hasta que la realidad acaba envolviéndoles en uno que, siendo un crimen perfecto, acaso ni es crimen ni perfecto.

Los amigos del crimen perfecto — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los amigos del crimen perfecto», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No, Paco, no puedes. Soy su hija y sé mucho mejor que tú lo que se siente cuando se tiene un padre como el mío, porque pone delante de mí cosas que aborrezco con toda el alma, cosas que a veces las noto corriendo por la sangre de las venas.

Dora no iba a llorar. El embarazo la tenía más sensible que otras veces, pero no lloraría. El modo de sobreponerse a la pena que la causaba todo fue hacer de nuevo la pregunta, que formuló como una orden.

– Dime de una vez si lo mataste tú.

Esta vez Paco no tardó en contestar.

– No, Dora. No he sido yo. Pero podría saber quién lo hizo.

– Y en ese caso, ¿qué vas a hacer?

– Por eso te lo preguntaba.

Dora se tomó su tiempo para contestar. Se le pasaron por la cabeza algunos recuerdos de su padre. Otra vez ella con su hermana, vestidas de blanco, con aquellas sandalias blancas, y los calcetines blancos, en San Isidro, en los toros, su padre y ellas dos en la barrera, como unas princesas, centro de todas las palabras amables de la gente. Y su padre fumando y riéndose en la boda de su primo Juan Luis, de inusitado buen humor. Y un día, riendo los cuatro, una Nochebuena. Pero al mismo tiempo el fantasma de aquella otra noche que entró en su cuarto asomó por el rincón más sombrío de su cabeza. Era ése un recuerdo que nunca aparecía del todo. Era más que un recuerdo, una mancha sin contorno, que se extendía en lo más hondo de la conciencia para secarse luego dejando tras de sí una abrasiva aridez. No hubiera podido permanecer más de dos o tres segundos en tal recuerdo, porque no había dejado de ser el episodio más sucio y vergonzoso de su vida. Le espetó, y ahora lo recordó al fin, un día te mataré, un día te mataré por esto que me has hecho. Al principio se dijo que aquello no había sucedido. La manera de que no le hiciera daño era contarse que nunca había ocurrido nada así. Y para cuando empezó a tener que admitirlo, había pasado tanto tiempo, que ya era parte del pasado, y desde allí no tenía por qué hacerla daño. ¿Y cómo iba a habérselo contado a su madre? ¿Para sumar más sufrimiento al sufrir de ella? ¿Y a su hermana? Esta adoraba a su padre, era un amor loco entre ellos, se sabía, lo sabían ellos, se adoraban padre e hija. ¿De qué serviría que aquello se supiese? ¿Quizá su padre lo hizo también con ella, acaso a su hermana no le importó? La sola idea le hizo sentir náuseas. Tal vez sólo fuesen náuseas de embarazada. Alguna vez pensó quitarse de encima un peso tan grande, y decírselo a Paco. Pero siempre se había alegrado de no haber compartido ese secreto con nadie. ¿En qué hubieran mejorado las relaciones de su marido con su padre? Al contrario. No, Dora sabía oscuramente que hay cosas que sólo pueden ocurrirle a una mujer, y que ningún hombre entendería, en realidad, cosas que le ocurren a una persona sola, y que nadie del género humano podría compartir con ella.

– ¿Es alguien que conozca yo? -preguntó Dora.

– Sí.

Volvió Dora a guardar silencio.

– Dime quién es.

– No -dijo Paco-. Antes tienes que responder a la pregunta que te he hecho. ¿Qué harías tú si supieses quién es? ¿Lo denunciarías?

Dora se lo pensó mejor, porque las cosas que se piensan cuando pueden ser reales no son las mismas que cuando no pasan de ser posibles.

– No lo sé.

– En realidad yo tampoco sé a ciencia cierta quién fue el asesino de tu padre, pero tengo mis sospechas. Están todavía en ese estado borroso en el que se presentan las sospechas.

Al oír el nombre de Poe, Dora se llevó la mano a la boca, para ahogar la sorpresa. Había conocido a Poe al poco tiempo de reconciliarse ella y Paco y aquél había ido por su casa muchas veces. Ellos dos, Paco y ella, frecuentaban la buhardilla de la Plaza de Oriente, cuando Poe vivía con Hanna. El tiempo en que lo había tratado, había sido un buen amigo. Era un muchacho delicado. Nunca le pareció igual a todos los demás ACP. Estos tenían un punto de chifladura. Él no. Tímido, callado, salvo cuando jugaba con su hija Violeta. Se entendía bien con ella. Alguna vez les hizo de canguro. Le gustaban los niños. La niña le adoraba. Se la había metido en el bote. Habría sido incapaz de hacerle daño a nadie. Había llamado alguna vez desde Castellón. Lo había hecho hacía poco para disculparse por no haberse despedido. Luego llamó dos o tres veces más. Preguntaba cómo les iban las cosas, cómo estaba la niña. Era un chico reservado, pero cariñoso. Él, siempre bien, decía, pero no contaba más.

Paco enumeró a Dora las cosas que sabía.

– ¿Y por qué iba a querer Poe hacer una cosa así? ¿Qué le importaba a él mi padre?

Paco estaba convencido de que la vida de don Luis y la del padre de Poe se habían cruzado en algún momento.

– Pero ¿el padre de Poe acabas de decir que murió mucho después?

– Sí, pero también te acabo de decir lo que le dijo una vez a Lorenzo, cuando le llevó a ver al viejo que se había suicidado: en los asesinatos, la mitad está en el pasado. En los suicidios, también. En esa época él debía de estar planeando su crimen. Todo cuadra. Tu padre había salido de la comisaría para comer. Se encontró con Poe. Pudo hacerlo. Hemos hablado con Marlowe. Recuerda que ese día estaba de baja, con gripe. No fue al trabajo. Tu padre lo conocía de sobra, de verle por allí, esperando a Maigret. He hablado con Lorenzo, y me contó que el 23 F le metió en su despachó y habló un rato con él a solas. Poe iba a esperar muchas tardes a Maigret. Sólo esperaba la ocasión para matarle. Tu padre creía que Lorenzo y Poe eran primos. Por eso debió de ver a tu suegro y le contó algo, no sé cómo, pero le convenció para que le acompañara a alguna parte. Y luego le mató.

– Pero ¿por qué? ¿El qué sacaba con eso?

– Un Crimen Perfecto, ¿te parece poco?

– Por favor, esto no es una de vuestras novelas. Estamos hablando de algo serio.

– Y yo hablo en serio. Ahora tenemos una pista, la de ese libro, y la vamos a seguir. Esto no es más que una venganza aplazada durante cuarenta años. Es un asesinato político. ¡Quién le iba a decir a tu padre que lo iba a matar una bala de la guerra, cuarenta años después!

Las cosas que contaba Paco podían no ser convincentes, pero él sí era persuasivo.

Convinieron, desde luego, en que de todo ello no debía llegar una sola palabra a su madre.

Convocó Paco a sus dos amigos. Les expuso lo avanzado de sus sospechas. La máxima sagrada de un detective era la de ver donde los demás sólo miran. Las pruebas, desde La carta robada , suelen estar siempre a la vista de todos, por eso la gente no las ve, porque no es suficiente con mirarlas. La gente mira sin ver, por lo mismo que el detective ve otras veces sin mirar siquiera.

No le resultó a Paco difícil conseguir el Guerra civil y primera posguerra en Albacete , de Alberto Lodares y Juan Carlos Rodríguez, ni, a través de la editorial Alpuerto, donde se publicó, dar con los autores.

Desde luego el inspector Luis Alvarez, conocido también entre las gentes a las que interrogó en aquellos años como «Escobajo», porque a alguien se le ocurrió que se parecía a la raspa de un racimo de uvas, y el apodo hizo fortuna, había dejado triste memoria de su paso por la ciudad, él, un jefe suyo, un tal don Germán Guinea López, y otro policía de la edad de Luis Alvarez, alférez provisional en la guerra como él, Carmelo Fanjul, que organizaron, dirigieron y llevaron a cabo una de las represiones más brutales que siguieron a la guerra civil, en una comisaría por la que pasaron en dos años más de novecientos detenidos políticos.

A Maigret le desagradó el sesgo de las cosas.

– Siempre la guerra civil. Es como una mierda en el zapato. ¿En este país no se puede dar un paso sin toparse con la guerra civil?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los amigos del crimen perfecto»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los amigos del crimen perfecto» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los amigos del crimen perfecto»

Обсуждение, отзывы о книге «Los amigos del crimen perfecto» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x