Soledad Puértolas - Queda la noche

Здесь есть возможность читать онлайн «Soledad Puértolas - Queda la noche» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Queda la noche: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Queda la noche»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta novela ha obtenido el Premio Planeta 1989.
Unas fotos sacadas alrededor de una piscina de un hotel de Delhi, los viajes con gente desconocida, los amigos de toda la vida, los aficionados a la ópera, los teléfonos que no funcionan, el calor en medio de la noche, la necesidad de beber whisky, las aventuras con hombres casados, el afecto de los padres, los hijos desvalidos, las damas filantrópicas, las mujeres recluidas, las responsabilidades familiares, el deseo de tirarlo todo por la borda… Con estos elementos y algunos más se va configurando la trama que envuelve a Aurora, una mujer de treinta años que poco a poco empieza a pensar que su vida está siendo organizada desde fuera. Demasiadas coincidencias y repeticiones. Una cadena de casualidades empieza a dar vueltas. El azar se impone. Las interpretaciones se suceden y aún podrían seguir dando más vueltas, infinitas vueltas. El juego ha sido decidido en otra parte, y cuando termina los jugadores no desaparecen de escena, no se cierra el telón. La protagonista sabe que volvería a jugar y a seguir esperando porque siempre queda un resto de todo, de los errores, de los fracasos, de los falsos o verdaderos amores. Queda el refugio, el retiro, la brecha, el ofrecimiento de la noche.

Queda la noche — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Queda la noche», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿No te lo crees?

– Posiblemente, es cierto -dijo, pensativo, mientras encendía un cigarrillo-. A menudo sucede que lo que parece más irreal y ficticio es lo único verdadero. Pero déjame que añada un nuevo dato a todo lo que me has contado, un dato que es un recuerdo y que puede ofrecer una interpretación más compleja. En todo caso, yo me suelo fiar de lo que mis ojos ven y observan y mis oídos escuchan. Supongo que recuerdas la escena que protagonizó tu espía en el bar del hotel, cuando, recién llegado del viaje, apareció con tu amigo, en tu busca y también en la mía para proponernos salir a cenar. La señora Holdein, con los ojos brillantes y francamente excitada, le preguntó si no se acordaba de ella, a lo que James respondió con un brevísimo asentimiento y una mirada heladora, una mirada que literalmente decía: esfúmate, lárgate, no seas inoportuna. Pero una mirada que sólo tiene lugar entre dos personas que se conocen íntimamente, que han tenido y seguramente tienen un lío amoroso, una relación erótica. O mi intuición ya no sirve para nada o estoy en condiciones de asegurar sin sombra de duda que James y la señora Holdein han sido amantes. ¿Recuerdas la escena?

Asentí. A mí también me había impresionado, y asustado, la frialdad de James, pero en ese momento yo estaba muy atenta a los movimientos de Ishwar y James y buscaba la forma de mantener mi dignidad en medio de aquel enredo.

– La señora Holdein -siguió Mario- debe de ser por lo menos veinte años mayor que James, pero tiene una buena madurez y tal vez se conocieron hace años, eso no lo sabemos. Debió de ser una joven bastante atractiva. El caso es que ella se enamoró de ti, harta tal vez de las humillaciones de que James, a quien ella había reclutado como espía, le hacía objeto, o siguiendo una tendencia natural o porque tú despiertas oscuras pasiones, pero se enamoró de ti. Así que viene a España, te hace un regalo valioso y vagas pero indudables proposiciones amorosas, que tú rechazas, de forma que vuelve a los brazos de James, vencida y triste. James, que se la quiere quitar de encima, decide preparar su caída. Y hay que reconocer que no descuida el menor detalle. En las imputaciones que se le hacen a la señora Holdein no falta de nada. Bueno -suspiró-, el resto lo conoces bien.

– Nunca te ha gustado James -le dije, recordando que esa misma noche que acababa de evocar Mario se había esforzado por ser cordial con James y que no había sido tratado con excesiva amabilidad.

Mario se encogió de hombros.

– Al fin y al cabo -dijo- puedes pensar lo que quieras. La historia no cambia demasiado.

En la interpretación de Mario, James aparecía como un ser frío y maquiavélico y la señora Holdein como una dama muy desdichada, pero Mario no daba demasiada importancia al sufrimiento. Es curioso que las personas capaces de imaginar las mayores y más turbulentas pasiones sean siempre las más alejadas de ellas; lo imaginan porque no les cuesta nada, porque no son conscientes de la carga de dolor que deben sobrellevar.

La historia le divertía, y sería capaz de encontrar nuevas y más complicadas interpretaciones, ejercitando su indiscutible cualidad de observador ingenioso e imparcial. Lo que me asombraba y suscitaba mi envidia era su capacidad de observar a los demás desde lejos, sin implicarse, pero tal vez por eso yo buscaba su amistad, porque sus análisis, por muy exagerados que fueran, me tranquilizaban, me ayudaban a situarme, yo también, al margen de los hechos, y sólo en los momentos de auge, cuando el entusiasmo me dominaba, podía permitirme pensar que estaba equivocado, que había que implicarse, que la vida era eso y que todo lo que no fuera eso no merecía tener el nombre de vida. Pero hay muchas clases de vida, ciertamente.

Las tardes en las que mi padre iba a la tertulia del Casino, mi madre y Gisela hacían planes. No sé cuándo empezó aquella costumbre, pero cobró carácter de hábito y así, una tarde a la semana, mi casa quedaba totalmente vacía. No salían a hacer obras de caridad, sino al cine, al teatro, a la ópera, a conciertos. Durante toda la semana, preparaban aquellas salidas, buscaban entradas, miraban programas, investigaban y comparaban ofertas, descartando una posibilidad, eligiendo otra.

Sonó el teléfono en mi casa vacía, irrumpiendo en mi silencio, en la lectura de un libro, en mis pensamientos dormidos al fondo de la historia que imponía el libro.

Lo cogí, con la vaga y eterna esperanza con que uno coge siempre el teléfono cuando está solo y no espera a nadie. Era una voz de hombre que, de momento, no reconocí. Pero en seguida aquella voz cascada tuvo un nombre: era el tío Jorge.

– ¿Y tus padres? -preguntó, después de interesarse un poco por mí.

Le puse al tanto de las nuevas costumbres de mi madre y de Gisela, que él aprobó con entusiasmo.

– No podemos dejarnos apolillar -dijo.

– ¿Y Sofía? -le pregunté, a mi vez.

– No puedes imaginarte lo bien que está. Es otra. Terminó el tratamiento. Los médicos dicen que está perfectamente curada. -Sin embargo, suspiró-. Está en Sitges con unas amigas -informó, recuperando el tono optimista de su voz-. Los otoños son muy benignos aquí, y a ella le gusta el mar y la playa. Yo no soporto el sol ni la arena. Como decía el abuelo, son cosas de mal gusto -rió discretamente.

Se quedó callado y lo imaginé aburrido, junto al teléfono, marcando números y hablando mientras pasaba la tarde.

– ¿Sabéis algo de Félix? -me atreví a preguntarle.

– Para eso os llamaba, precisamente para eso -dijo-. Hemos tenido noticias. Ayer recibí una carta suya, una carta muy cariñosa. Lo que note imaginas es desde dónde. -Se rió de nuevo y algo en mi interior se agitó-. De Honolulú, ¿qué te parece? Me pregunto cómo ha ido tan lejos. Pero tiene un trabajo en un hotel y parece que el dueño le protege. Asiste a clases nocturnas. Es una carta muy seria. No es que se disculpe por su desaparición, pero nos da explicaciones. Ya le he contestado y le he mandado dinero. No es que a nosotros nos sobre, menos aún después del tratamiento de Sofía, pero tenemos que demostrar nuestra buena voluntad de algún modo, ¿no crees? Quiero estar en contacto con él, eso es lo que le he dicho en la carta, quiero que acuda a mí si tiene algún problema. No le voy a hacer ningún reproche. A fin de cuentas, ¿qué de malo hay que esté en Honolulú?

– Nada de malo. Debe de ser un buen lugar para vivir -dije, casi sin entonación.

– Bueno, espero que no se quede a vivir. Me gustaría que volviera y lo voy a intentar. Lo convenceré. Pero díselo a tu madre -dijo mi tío-. En realidad, llamaba para eso. Os agradecí mucho que me ayudarais. Nunca podré deciros cuánto. Ha sido un año muy duro, pero ahora todo se está arreglando.

Nos despedimos, dándonos sucesivas gracias por todo.

No busqué explicación ninguna a esa última coincidencia, pero como no me lo podía acabar de creer busqué en mi cajón la carta de la señora Holdein. No le había tirado, ni la suya ni la de James, aunque acabé tirando las dos, porque tenía entonces la absurda necesidad de poseer unas pruebas que demostraran que yo había vivido esas historias. Leí, de nuevo, la primera frase que había escrito la señora Holdein: "Le extrañará recibir esta carta mía desde Honolulú, pero he aprovechado el viaje de un amigo para que le envíe él la carta. Desde donde yo estoy, no le llegaría nunca" . Era Honolulú -ese nombre que había hecho reír a Mario-, con todas las letras sin sombra de confusión alguna.

Salí a nuestra terraza todavía sin acristalar. Me hubiera gustado encontrar al chico que me había sonreído una tarde de verano, pero su ventana estaba cerrada y no había ninguna luz tras los cristales. De haberlo encontrado, de haberme hecho él algún gesto para citarnos en uno de los numerosos bares de nuestra calle, yo habría aceptado y ante uno de aquellos mostradores sobre los que a última hora de la tarde se agolpaba la gente procurando la atención del camarero y que poco a poco se iban quedando despoblados, produciendo la sensación de estar más sucios y más iluminados cuanto más vacíos, le habría contado algunas de las cosas que, como en una espiral, se habían ido sucediendo desde el último verano. Le habría hablado de la desaparición de Félix, aquella primavera, cuando su padrastro estaba a punto de pedirle perdón por no haberse ocupado de él, y de la carta que al fin había escrito a su padrastro desde Honolulú para decirle que tenía un trabajo serio en un hotel y que asistía a una escuela nocturna, y de la carta que me había enviado a mí desde Honolulú, una carta de una mujer, espía rusa y muy aficionada a la ópera, que yo había conocido en Delhi y que me había sacado varias fotos alrededor de la piscina del hotel, mientras Mario, mi compañero de viaje, andaba de un lado para otro, conociendo gente y ofreciendo mi botella de whisky a cambio de un poco de hachís que yo, a pesar de mi falta de práctica, conseguí fumar, lo que facilitó mi acercamiento a Ishwar en el restaurante del hotel, allí donde la mujer espía empezó a sacarnos fotos, y allí donde habían empezado a prepararse los acontecimientos de la larga noche que pasé en la habitación de Ishwar, desde donde él, en aquel momento tendido en la cama, esperaba la llegada de James, quien más tarde me dio un consejo sobre las formas de aficionarse a la ópera, y desde donde podía escucharse el ruido del agua en la piscina mientras yo nadaba y la mujer me contemplaba pensando ya en el brazalete que iba a regalarme y en la excusa que pondría para hacerlo y en las fotografías que me sacaría poco después y que dejó olvidadas en el cajón de una cómoda y que Alejandro descubrió según me contó mientras yo me iba enamorando de él, por lo cual me atreví más tarde a pedirle que diera cobijo a Félix, el hijastro de mi tío Jorge, en El Saúco, la finca de su tía Carolina, lo que hizo, y de donde Félix, cuando supo que su padrastro, mi tío Jorge, iba a visitarlo, huyó, emprendiendo el vuelo hacia Honolulú, donde había encontrado trabajo en un hotel y donde asistía a clases nocturnas y desde donde había escrito a su padrastro en un tono que mi tío había interpretado como de perdón o reconciliación y desde donde la mujer espía, caída en desgracia, en parte por mi culpa, por el regalo que ella me había dado y yo había dado a James y James a sus perseguidores, me había enviado una carta de amor que ya no esperaba respuesta. En aquel bar vacío de mi calle, ese bar sucio e iluminado con tubos de neón al que mi imaginación me trasladó en compañía del chico que me había mirado desde la ventana de enfrente, yo, a pesar de no tener respuesta para la carta que la mujer me había hecho enviar desde Honolulú, me lamenté de su suerte, aunque ese remite, Honolulú, como a mi amigo Mario, todavía me hacía sonreír, pero no en una sonrisa de amor, no la sonrisa de la fotografía que ella me había sacado mientras yo pensaba en el río marrón y fangoso con el que me había identificado al cabo de un viaje inesperadamente largo en el que me había embarcado sólo por huir de una espera inútil, tan semejante a mi eterno miedo a los veranos que se va diluyendo mientras cae la tarde y sólo queda esperar el refugio, el retiro, la brecha, el ofrecimiento de la noche.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Queda la noche»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Queda la noche» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Queda la noche»

Обсуждение, отзывы о книге «Queda la noche» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x