Jaime Bayly - El Huracán Lleva Tu Nombre

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El Huracán Lleva Tu Nombre: краткое содержание, описание и аннотация

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Gabriel ama a Sofía pero también le gustan los hombres. Gabriel tiene mucho éxito en televisión, pero lo que ansía de verdad es huir del Perú y dedicarse sólo a a escribir, lejos de la ambigüedad y de la hipocresía que lo envuelven y lo limitan. El huracán lleva tu nombre es una singular historia de amor, dolorosa y gozosa a la vez, con una heroína, Sofía, que fascina por su capacidad de amar, y con un original antihéroe, el narrador, Gabriel, que expone al lector su conflicto a través de una sinceridad a veces hilarante y a veces conmovedora. Una novela que no va a dejar a nadie indiferente.

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Esa noche Sofía llega a casa sobreexcitada cuando estoy leyendo y escuchando música, me mira con desusada intensidad y dice: ¡No sabes lo que pasó! Su voz revela que no está molesta conmigo por haberla desairado más temprano en la puerta de Sugars. Cuéntame, ¿qué pasó?, digo, y pienso que seguramente hizo una travesura en clase, copió un examen o algo así. Mi mamá me invitó a comer y tenías razón: ¡quiso meterme la pastilla!, grita, menos colérica que divertida. ¡Ya ves, te dije!, digo, acomodándome en el sofá. Sofía apaga la música, no se sienta porque luce demasiado nerviosa y habla: Pasé por casa de Isabel al terminar clases y mami me invitó a comer. Isabel no estaba. Fuimos a Milano, que tú sabes que es un restaurante que a mí me encanta. Mami estaba amorosísima conmigo, tanto que me parecía raro. No me hablaba de ti ni del embarazo, estaba irreconocible, un amor, súper relajada y positiva. Me decía que se iba a quedar acá a ayudarme con el bebito, que no me preocupe por nada, que si quiero manda traer a una de las empleadas de Lima, porque Peter es amigo del cónsul americano y les consigue la visa al toque, sin problemas. -Yo la escucho fascinado, sin moverme, y ella prosigue, dando pasos cortos y nerviosos por la sala-: Entonces todo iba bien, nos sentamos adentro, claro, porque hace frío, y yo me acordaba de lo que tú me habías dicho de la pastilla, pero, la verdad, pensé que era una locura de Isabel, que mami no podía ser tan loca.

Yo la interrumpo con un mohín cínico: Eres tan ingenua, Sofía. Ella se arregla el pelo, hace un gesto nervioso con la boca, parecido a los que yo hacía cuando tomaba cocaína, y continúa: En eso, pedimos la comida, yo pido un risotto, por supuesto, que tú sabes que me fascina el risotto de Milano, y pido agua mineral, pero mami me dice que no sea aburrida, que mejor pida una coca light, y ahí me pareció raro y empecé a sospechar, y por eso cuando nos traen las bebidas, yo le digo a mami que voy un ratito al baño. y me paro de la mesa y voy al baño, pero me quedo escondidita atrás de la pared, justo donde comienza el pasadizo que lleva a los baños. ¡Y no me vas a creer lo que veo! Mami voltea así toda solapada, como chequeando por si las moscas que nadie la esté mirando, pero yo estoy en la esquina del baño mirándola atrasito de la pared sin que ella se dé cuenta, y saca una pastillita del bolsillo de su saco y la parte en dos con el cuchillo y tira todo el polvito de la pastilla adentro de mi coca light. Yo la interrumpo, perplejo: ¡No! -digo-. ¡No puede ser! ¡La muy cabrona lo hizo! Sofía se enardece aún más: ¡Me metió el polvito de una pastilla, movió mi coca-cola como si nada y puso carita de yo no fui, la desgraciada! ¡Yo vi todito desde la esquinita de la pared, no sabes la rabia que me dio, te juro que quería llamar a la policía y denunciarla! Yo me río y pregunto: ¿Y entonces, qué hiciste? Ella mordisquea las uñas de su mano derecha y yo la miro reprochándoselo y ella deja de hacerlo y dice: ¿Qué hice? ¿Qué crees? Fui a la mesa, me senté y me hice la estúpida, la cojuda. Me hice la que no había visto nada. Yo me erizo: ¡Pero no tomaste la coca-cola! Ella sonríe con aplomo: No, claro que no. Al ratito trajeron la comida y empecé a comer mi risotto y mami comía su ensalada de pollo y tomaba su vino blanco y las dos hablábamos muy bonito, súper hipócritas, pero yo por supuesto ni tocaba mi coca-cola. y mami se hacía la loca pero miraba medio nerviosa mi vaso de coca-cola y no entendía por qué yo no tomaba ni un trago.

Yo suelto una risotada: Me hubiera encantado estar ahí Sofía prosigue como si no me hubiese oído: Entonces mami no pudo más, perdió la paciencia y me dijo que por qué no tomaba mi cocacolita, que ni la había tocado, pero, claro, me lo dijo así, con una vocecita de buena gente que no mata ni a una mosca. ¿Y tú que hiciste?, pregunto, impaciente. Sofía sonríe con orgullo y responde: Yo le dije que no me provocaba, que se la tomase ella mejor. -Yo río de buena gana-. Entonces mami puso una cara rarísima y dijo que no le provocaba tomar coca-cola, que estaba feliz con su vinito. Pero yo no me iba a dejar cojudear por ella. Así que le dije muy tranquilita, sin gritar ni alocarme ni nada, muy lady yo, le dije mami, te vas a tomar toda mi cocacolita. Yo vuelvo a reír: ¡No, no puede ser! ¿Y qué dijo ella? Sofía se ríe conmigo y prosigue: Puso una cara de culo increíble y me dijo que no le provocaba y punto. Y yo le dije: te la vas a tomar toda ahora mismo o llamo a la policía y les digo lo que acabas de hacer. Yo me pongo de pie, me acerco a ella, la abrazo y siento que huele a tabaco, pero no le digo nada, no quiero estropearle el buen humor preguntándole si ha fumado. Eres genial, le digo. Ella da unos pasos muy agitada, disfrutando cada pequeño instante de esta historia que recrea para mí, y continúa: Entonces mami se hizo la loca, por supuesto, y me dijo que ella no había hecho nada, que no entendía de qué le estaba hablando, pero yo la cuadré y le dije déjate de huevearme, que no soy ninguna cojuda, te he visto cuando has tirado el polvito de la pastilla adentro de mi coca-cola, y no sé qué mierda es, pero te la vas a tomar todita tú y, si no lo haces, llamo a la policía, te juro que los llamo. Yo río, los ojos achinados y risueños: ¿Entonces? Los ojos de Sofía brillan de complicidad al encontrarse con los míos. Con voz acelerada, atropellándose, prosigue: Entonces mami me dijo que sólo me había echado un calmante porque me veía muy nerviosa, que me había echado una pastillita para relajarme y hacerme dormir mejor.

Yo me enfurezco: ¡Mentirosa, vieja cabrona! Sofía ni me escucha: Pero yo, ni cojuda, le dije que no la creía, que seguro me había echado una pastilla para que me venga la regla, y ella puso cara de locaza, me dijo nada que ver, cómo se te ocurre, jamás haría una cosa así, y yo le dije bueno, dejémonos de huevadas, tómate la coca-cola ahorita mismo, pero mami no quería, se hacía la pendeja, decía que era una pastillita relajante y nada más, y yo la jodía, ¿entonces por qué no te tomas la coca-cola?, y como ella no quería, llamé al mozo y le dije que llamen a la policía, y entonces mami se asustó, no sabes la cara de pánico que puso, y agarró mi coca-cola y empezó a tomarla y le dijo al mozo que no llamen a la policía, que todo estaba bien. Yo suelto una carcajada. ¿Se la tomó todita?, pregunto, eufórico. ¡Todita! -responde Sofía, y ríe conmigo-. No sabes la cara de mami tomándose la coca-cola, una cara de asco como si estuviese tomando cicuta. ¿Y entonces, le va a venir la regla nomás?, pregunto. Sofía levanta los hombros, como si no le importase: No sé, me da igual, creo que mami ya tuvo la menopausia, o sea que supongo que la pastillita le dará dolor de barriga nomás, y si todavía le viene la regla, bueno, se jodió, le vendrá una catarata, un huaico, pero bien hecho, que se joda. Yo me alegro y digo: Tal cual, que se joda. ¿Bueno, y entonces? Sofía sigue, agitada: y entonces ahí no termina la historia. Porque me paré antes de que trajeran los postres y me fui y dejé a mami sólita para que pague la cuenta. Yo amo a Sofía y le pregunto: ¿Adonde te fuiste? Ella me mira, traviesa: ¿Adonde crees? A casa de Isabel, pues. Caminé rapidito, porque estaba cerca, a tres cuadras, y por suerte encontré a Isabel y le conté todo.

Yo me sorprendo: ¡No! ¿Le contaste? Ella se enorgullece: Le conté todito, tal cual, e Isabel se quedó helada, pero estaba feliz porque ella nos avisó y me salvó, le agradecí horrores, la verdad es que si Isabel no te llamaba y tú no ibas corriendo a avisarme, ahorita ya me habría tragado la coca enterita y estaría perdiendo al bebito. Inquieto, pregunto: ¿Y qué hizo Isabel? Sofía chasquea los dedos y me mira con alegría: Bueno, bueno, le dije a Isabel que mami había querido hacerme abortar con esa pastillita que me metió en la coca-cola, que yo la vi, que vi todito, que la obligué a mami a tomarse la coca, e Isabel se cagó de la risa, por supuesto, y luego decidimos las dos que mami no podía seguir quedándose en el depa de Isabel, que tenía que irse. Yo aplaudo: Bien hecho, digo. Sofía continúa: Así que, ni bien llegó mami, Isabel la recibió con una cara de culo y le dijo que tenía que irse inmediatamente, que no se quedaba un segundo más en su casa. Yes!, salto de alegría. y mami no lo podía creer, se hacía la cojuda, lo negaba todo ante Isabel, decía que me había querido dar un calmante para los nervios, la muy mentirosa. Pero Isabel no le creyó un carajo, sacó toda la ropa de mami del clóset, y empezó a tirarla a la alfombra, diciéndole que tenía que irse en ese momento, que se dejara de hablar huevada y media, que nadie le creía nada. y mami, por supuesto, se puso a llorar como una loca, diciendo que no la podíamos botar así a la calle, que era una falta de respeto, pero Isabel, tú sabes cómo es mi hermana, se puso firme y no le creyó sus lágrimas de cocodrilo y le dijo que se tenía que ir, punto, no excuses.

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