[12]Brandt había participado el año anterior en el atentado de las botellas, ayudando a introducir la bomba en el avión de Hitler. Tras ese fracaso, se había desligado de los conspiradores, por lo que desconocía que estaba a punto de realizarse el atentado.
[13]Otra versión apunta a que los conspiradores no esperaron el estallido de la bomba, sino que rápidamente subieron al vehículo para emprender el camino del aeropuerto antes de que la alarma impidiese el paso por los puestos de control. Según esta versión, que denotaría un comportamiento más lógico de los implicados, cuando explotó el artefacto Stauffenberg y Haeften ya habían pasado por la barrera del área de seguridad I y se dirigían a la del área II.
[14]Esta observación de Stauffenberg tiene pocos visos de ser cierta. Si emprendieron la huida en cuanto estalló la bomba, es improbable que al pasar junto al barracón de conferencias ya estuvieran los equipos sanitarios poniendo a salvo a los heridos. También es poco probable que esperasen en el vehículo a que éstos llegasen, puesto que la prioridad era traspasar los puestos de control antes de que se diese la alarma. Así pues, todo indica que fue una fabulación de Stauffenberg para sostener su afirmación de que Hitler había resultado muerto en el atentado.
[15]Aunque está comúnmente establecido que la explosión se produjo a las 12.42, realmente se desconoce la hora exacta en la que ésta se produjo. Joachim Fest (Staatsreich, 1994) y Nicolaus von Below (Als Hitler Adjutant, 1980), entre otros, adelantan dos minutos el momento del estallido, pero lo máximo que se puede concretar es que la deflagración ocurrió entre las 12.40 y las 12.50.
[16]Para conocer el balance completo de víctimas, ver Anexo nº 2.
[17]El que el avión de Stauffenberg llegase a Rangsdorf es un dato sujeto a controversia. Ian Kershaw cree que el Heinkel 111, por motivos desconocidos, se vio forzado a aterrizar en el aeropuerto de Tempelhof o en cualquier otro aeródromo de Berlín, lo que explicaría el hecho de que Stauffenberg no hallase ningún vehículo a su disposición. Si sucedió así, puede que su chófer, Schweizer, le estuviera esperando en Rangsdorf, al suponer que aterrizaría allí.
[18]Las versiones sobre cómo se produjeron las llamadas entre los conjurados de la Guarida del Lobo y la Bendlerstrasse son muy divergentes. La aquí referida es una más, sin que tenga más visos de ser cierta que otras. Por ejemplo, algunos apuntan a que la primera llamada desde el Cuartel General de Hitler no la hizo Fellgiebel, tal como estaba previsto, sino su jefe de Estado Mayor, el coronel Hahn. Otras versiones prescinden del capítulo de la secretaria de Thiele y aseguran que éste recibió directamente la llamada desde la Wolfsschanze. Lo único fuera de toda duda es que las informaciones eran lo suficientemente ambiguas como para que los conjurados percibiesen de inmediato que el atentado no había salido según lo previsto.
[19]Ver Anexo 3.
[20]Ver Anexo 4.
[21]Existen varias versiones sobre las últimas palabras de Stauffenberg. En general, está aceptado que fueron las que aquí se reflejan, pero según el historiador Wolgang Müller fueron simplemente “¡Viva Alemania!”, o “¡Viva Alemania libre!” para el historiador Hans Hagen. Según otros, Stauffenberg se limitó a gritar “¡Alemania!”.
[22]Antes del fin de la guerra, Remer logró los brillantes para su Cruz de Caballero y ascendió a mayor general. Tras la contienda fue el autor del mito del Dolschloss, que sostiene que el derrotismo de los conspiradores impidió a Hitler la victoria. Tal mentira se incorporó al ideario del Partido Socialista Alemán, de carácter neonazi, que fundó Remer en 1950. La justicia alemana le condenó en octubre de 1992 a veintidós meses de cárcel por “incitación al odio, la violencia y el racismo”, al publicar en la revista Remer Depeche que las cámaras de gas de los campos de concentración no existieron, y que fueron un invento de los judíos para “extorsionar al pueblo alemán”.
Otto Remer falleció el 4 de octubre de 1997, a los 84 años de edad, en su casa de Marbella. Postrado en un sillón y conectado a una bombona de oxígeno, Remer pasó allí los tres últimos años de su vida junto a su esposa, tras ser protagonista de una inesperada controversia judicial. Ante la solicitud de extradición por parte de la justicia germana, el juez Baltasar Garzón ordenó el 1 de junio de 1994 la detención del exmilitar nazi en el aeropuerto de Málaga, dictando prisión atenuada. Pero en febrero de 1996 la Audiencia Nacional denegó la extradición de Remer, al no existir ese delito en España. En los últimos años de su vida, Remer guardó silencio ante los medios de comunicación, a los que acusó de “manipular” su comportamiento.
[23]¡Camaradas alemanes y alemanas!
[24]Para conocer el texto completo de la alocución radiofónica de Hitler, ver Anexo nº 5.
A continuación se escuchó un mensaje de Goering al personal de la Luftwaffe, reproducido en el Anexo nº 6, y otro de Doenitz al de la Marina de guerra, transcrito en el Anexo nº 7.
Se desconoce la razón por la que Hitler tardó tanto en emitir un mensaje radiofónico. A media tarde preguntó cuándo estaría todo preparado para poder radiarlo, y le dijeron que sobre las seis de la tarde, pues el equipo para la transmisión debía llegar por carretera desde Königsberg. Sin embargo, parece ser que los técnicos de la emisora habían ido a la playa para combatir el calor, y que no regresaron hasta última hora de la tarde. A este retraso se unió después el desinterés de Hitler por efectuar la alocución, por lo que Goebbels insistió telefónicamente ante el dictador para que éste dirigiese unas palabras al pueblo alemán.
[25]De acuerdo con los principios expuestos por Himmler, fueron detenidos todos los familiares de los hermanos Stauffenberg, incluyendo a un niño de tres años y al padre de un primo suyo, de ochenta y cinco años de edad. Afortunadamente, los deseos de Himmler de exterminar a toda la familia Stauffenberg “hasta el último eslabón” no se cumplirían. La extensión de la responsabilidad a toda la familia sí que alcanzó a otros implicados, como Goerdeler, Von Tresckow, Von Kleist, Yorck o Haeften, entre muchos otros.
[26]El Tribunal de Honor militar se reunió por primera vez el 4 de agosto de 1944. En esta sesión y las tres siguientes, celebradas el 14 y 24 de agosto, y el 14 de septiembre, fueron expulsados del Ejército un total de 55 oficiales. El general Guderian escribiría más tarde que participó en el proceso porque recibió orden de asistir, y que lo hizo a regañadientes, faltando a algunas sesiones.
[27]Roland Freisler continuaría ejerciendo su detestable labor como juez del Tribunal del Pueblo hasta la misma fecha de su muerte, el 3 de febrero de 1945. Ese día, este tribunal estaba celebrando un juicio contra el teniente Fabian von Schlabrendorff, también implicado en el complot del 20 de julio. En el curso del interrogatorio, Freisler trató de intimidar a Schlabrendorff diciéndole que, si de él dependiera, “lo fusilaría y lo mandaría directo al infierno”, a lo que Schlabrendorff le desafió replicando que “con sumo gusto le permitiría que fuera delante”. El juicio hubo de ser momentáneamente suspendido debido a una alarma aérea. A resultas del bombardeo aéreo, uno de los más duros que sufrió Berlín, la sede del Tribunal del Pueblo quedó destruida. Entre las víctimas del ataque hubo que contar al propio Roland Freisler. El magistrado nazi fue encontrado debajo de una columna, con el expediente de Schlabrendorff en la mano. El juez que le siguió en la causa absolvería a Schlabrendorff por falta de pruebas. Freisler fue enterrado en el mausoleo familiar de forma anónima. No se le rindieron funerales de Estado por órdenes expresas de Hitler, quizás debido a su pasado comunista. Sus hijos, avergonzados por la abyecta trayectoria de su padre, dejaron de utilizar el apellido Freisler, aunque su viuda siguió cobrando la pensión de viudedad mucho tiempo después de haber concluido la guerra.
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