© 2020, Gonzalo Rojas-May
© De esta edición:
2020, Empresa El Mercurio S.A.P.
Avda. Santa María 5542, Vitacura,
Santiago de Chile.
ISBN Edición impresa: 978-956-9986-66-6
ISBN Edición digital: 978-956-9986-67-3
Inscripción Nº A-1224
Primera edición: marzo 2020
Edición general:Consuelo Montoya
Diseño y producción:Paula Montero
Diagramación digital:ebooks Patagonia www.ebookspatagonia.com info@ebookspatagonia.com
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Para la chica del vestido de jeans.
Índice
Prólogo: El malestar y la perplejidad en Gonzalo Rojas-May por Sebastián Edwards
Introducción
Capítulo 1: Es el menú, estúpido
Capítulo 2: Del «venceremos» al «compraremos»
Capítulo 3: El oráculo está en los muros
Capítulo 4: Patos chinos
Capítulo 5: La queja como hábito
Capítulo 6: El niño evade
Capítulo 7: Lo psicológicamente esperado
Capítulo 8: Tierra de infieles y desleales
Capítulo 9: No tengo pruebas, pero tampoco dudas
Capítulo 10: Todas las precariedades juntas
Capítulo 11: La verdad de los milagros
Capítulo 12: La levedad del odio
Capítulo 13: Todos mentimos
Capítulo 14: Normalizando el síntoma
Capítulo 15: Esto todavía no es historia
Prólogo
El malestar y la perplejidad en Gonzalo Rojas-May
¿Qué pasó?
¿Qué quiebres profundos hay detrás del «estallido social»?
¿Cómo será el Chile de nuestros nietos?
¿Por qué ahora y no antes?
¿Se podría haber anticipado?
¿Era posible prevenirlo?
Estas son las preguntas que nos obsesionan, las preguntas que se repiten en miles de hogares, en reuniones de amigos, en fiestas que se prolongan hasta la madrugada. Son las preguntas que no nos dejan dormir, las que nos sorprenden con los gallos del amanecer.
Hay preguntas y también hay respuestas. Las hay en las radios, en los matinales y en las decenas de columnas que se publican día a día. Y casi todas son explicaciones reduccionistas. Respuestas que con una pobreza franciscana tienden a simplificar un fenómeno complejo, una paradoja, un acertijo mayor. Unos y otros repiten interpretaciones pueriles, consignas que, si bien a veces son ingeniosas, no son más que eso: consignas.
Se habla de treinta años y del agua secuestrada. Se habla de abusos repetidos como campanas al viento y de un ejecutivo que humilló a dos señoras en un lago —un hombre calvo que, sin pudor, cargaba con sus kilos a vista de todos—. Se habla de deudas impagables y de barras bravas, de ancianos aturdidos y de enfermos sin esperanzas. Se habla de indolencia y de maltratos.
Y en medio de este torbellino, aparece el libro de Gonzalo Rojas-May.
Un texto cuidado y penetrante, un análisis sutil que capta las distintas corrientes y vertientes que nutren al estallido.
Rojas-May lo hace sin aspavientos, sin citas rimbombantes, sin recurrir a la amplia galería de «hombres blancos y fallecidos» —los famosos dead white men— que conforman el parnaso de los filósofos y sociólogos clásicos. Lo hace con sobriedad y en forma efectiva.
No hay que estar de acuerdo con todo lo que dice Rojas-May para entender que este es un libro importante, un texto útil y reflexivo, un volumen que será lectura obligada para quienes quieran seguir desentrañando la paradoja de Chile.
Son especialmente iluminadoras las secciones sobre el odio y la mentira. Esta época de redes sociales ha permitido un odio más sistemático contra un «Otro» que no conocemos, contra la imagen de un enemigo, un ser detestable que habita ese ciberespacio que puede ser tanto real como completamente inventado. Un odio que muchas veces se alimenta de la envidia. Pero además de odiar, nos dice Rojas-May, mentimos. Todos mentimos. Unos más y otros menos, pero nadie se escapa. Es una lógica que lleva a hacer desaparecer al otro, a la «retroexcavadora» al «desalojo».
Este libro nos hará pensar y reflexionar sobre nuestro pasado reciente, nuestra paradoja y nuestro futuro. Al terminar de leerlo, lo que quedó incrustado en mi mente fue este párrafo:
«El ‘deber de la memoria’ de una sociedad es inherente a la democracia. Un país que olvida y no aprende de su pasado es un país que inevitablemente caerá, más temprano que tarde, en la simplificación, liviandad e irresponsabilidad que todo régimen populista ofrece».
Es una reflexión profunda y un grito de alerta que no podemos ignorar.
Sebastián Edwards
Los Ángeles, California.
Marzo, 2020.
«Evitar los extremos es una virtud moral en sí misma;
además de una condición para la estabilidad política y social».
El peso de la responsabilidad
Tony Judt
«Y si mañana es como ayer otra vez
Lo que fue hermoso será horrible después
No es solo una cuestión de elecciones».
Cerca de la revolución
Charly García
«Es hora de contar los pormenores de esta conmoción
nacional antes de que lleguen los historiadores».
Los funerales de la Mamá Grande
Gabriel García Márquez
Introducción
Cuando comencé a pensar en escribir este libro tenía en mente hacer un análisis de cómo el malestar se ha ido instalando en el individuo y en la sociedad de nuestro tiempo. Como testigo del paso de los idealismos absolutos de los sesenta y setenta al pragmatismo funcional de los noventa y dos mil se me hacía cada vez más presente, tanto en mi trabajo clínico como organizacional, que algo estaba sostenidamente potenciándose, expandiéndose y mutando: el malestar.
Recordé entonces dos textos fundamentales de Freud, Tótem y tabú (1913) y El malestar en la cultura (1930). En principio los seres humanos construimos distintos tipos de modelos de sociedad, de los cuales esperábamos esencialmente paz y justicia; la idea de progreso económico fue posterior. La noción de Estado surgió como la posibilidad de regular la ambición individual, las pulsiones desmedidas e insaciables de cada sujeto. Cuando nos sometemos a esa institucionalidad esperamos en retorno un orden social que satisfaga necesidades y expectativas mínimas. Y cuando la institución fracasa, nos sentimos engañados y hasta estafados. Nace el rencor.
Estaba en eso cuando, a mediados de octubre de 2019, en Chile se produjo el estallido social más importante desde el retorno a la democracia. Por un lado, tuvimos actos vandálicos, de características terroristas, que arrasaron con el sistema de transporte público de Santiago, en particular con su Metro; saqueos, incendios de edificios, caos. Por otra parte, una ciudadanía en la calle se manifestaba pacíficamente en demanda de un nuevo pacto social.
Las marchas de ese viernes 25 fueron las más multitudinarias de la historia de Chile. Un hecho impresionante no solo por el número de participantes, sino por el ambiente festivo y de paz en que se dio. Llamaba la atención que el mismo movimiento de indignados, que en días previos había dado origen a episodios de violenta destrucción, mutara a una convocatoria de características familiares. Pero, sin duda, el aspecto más significativo y desafiante para el análisis fue la falta de conducción de este masivo grupo ciudadano. No hubo ni un solo discurso, no lo lideraba la oposición ni mucho menos el Gobierno. Nadie articulaba en lo formal lo que estaba pasando.
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