Sin embargo, nuestro yo consciente también desempeña un papel vital en el mantenimiento de nuestro equilibrio interior. Debemos registrar nuestras sensaciones físicas y actuar en función de ellas para mantener seguro nuestro cuerpo. Darnos cuenta de que tenemos frío nos empuja a ponernos un jersey; sentir hambre o notarnos ausentes nos indica que tenemos el nivel de azúcar bajo y nos incita a comer algo; la presión de la vejiga llena nos manda al baño. Damasio destaca que todas las estructuras cerebrales que registran sentimientos de fondo se sitúan cerca de áreas que controlan funciones de organización básicas, como la respiración, el apetito, la eliminación y los ciclos de sueño/vigilia. «Esto es porque las consecuencias de tener emociones y atención están completamente relacionadas con la tarea fundamental de gestionar la vida dentro del organismo. No se puede gestionar la vida y mantener el equilibrio homeostático sin datos sobre el estado actual del cuerpo del organismo». 9Damasio llama estas áreas organizativas del cerebro el «proto-yo», porque crean el «conocimiento sin palabras» subyacente tras nuestra percepción consciente del yo.
En el año 2000, Damasio y sus compañeros publicaron un artículo en la publicación científica más importante del mundo, Science , en el que describían cómo rememorar una emoción negativa intensa causa cambios significativos en las áreas cerebrales que reciben las señales nerviosas de los músculos, las tripas y la piel (áreas cruciales para regular las funciones corporales básicas). Los escáneres cerebrales del equipo mostraron que recordar un acontecimiento emocional pasado nos hace volver a experimentar realmente las sensaciones viscerales que tuvimos durante el acontecimiento original. Cada tipo de emoción produjo un patrón característico, diferente de los demás. Por ejemplo, una parte concreta del tronco cerebral estaba «activa en la tristeza y la ira, pero no en la felicidad o el miedo». 10Todas estas regiones cerebrales se encuentran debajo del sistema límbico, al que suelen asignarse las emociones; sin embargo, vemos su implicación cada vez que usamos una de las expresiones comunes que relacionan las emociones intensas con el cuerpo: «Me pones enfermo», «Se me eriza la piel», «Me quedé mudo de emoción», «El corazón se me encogió», «Me pone los nervios de punta».
El sistema elemental del yo en el tronco cerebral y en el sistema límbico se activa masivamente cuando las personas se enfrentan a la amenaza de ser aniquiladas, lo cual provoca una abrumadora sensación de miedo y terror acompañada por una activación fisiológica intensa. Para las personas que están reviviendo un trauma, nada tiene sentido, están atrapadas en una situación de vida o muerte, un estado de miedo paralizante o de rabia cegadora. La mente y el cuerpo se activan constantemente, como si estuvieran ante un peligro inminente. Se sobresaltan ante el menor ruido y se frustran con pequeñas irritaciones. Tienen el sueño crónicamente alterado y la comida suele perder sus placeres sensoriales. Esto, a su vez, puede desencadenar unos intentos desesperados de acallar estos sentimientos mediante la paralización y la disociación. 11
¿Cómo recuperan el control las personas cuando su cerebro animal se encuentra atascado en una lucha por la supervivencia? Si lo que sucede en lo más profundo de nuestro cerebro animal dicta cómo nos sentimos, y si nuestras sensaciones corporales están orquestadas por las estructuras cerebrales subcorticales (subconscientes), ¿cuánto control sobre ellas podemos tener realmente?
AGENCIA: SER DUEÑOS DE NUESTRA VIDA
Agencia es el término técnico para describir la sensación de estar a cargo de nuestra vida: saber dónde estamos, saber que tenemos mucho que decir sobre lo que nos sucede, saber que tenemos la capacidad de modelar nuestras circunstancias. Los veteranos que pegaban puñetazos en las paredes de la clínica de la VA estaban intentando aseverar su agencia, hacer que pasara algo. Pero terminaron sintiéndose aún más fuera de control, y muchos de estos hombres tan seguros de sí mismos en el pasado quedaron atrapados en el ciclo entre una actividad frenética y la inmovilidad.
La agencia empieza con lo que los científicos llaman interocepción , el conocimiento de nuestras sensaciones sensoriales corporales sutiles: cuanto mayor sea este conocimiento, más potencial tendremos de controlar nuestra vida. Saber qué sentimos es el primer paso para saber por qué nos sentimos así. Si somos conscientes de los cambios constantes en nuestro entorno interior y exterior, podemos movilizarnos para manejarlos. Pero no podemos hacerlo a menos que nuestra torre de vigilancia, la CPFM, aprenda a observar qué sucede en nuestro interior. Por eso la práctica consciente, que refuerza la CPFM, es una piedra angular en la superación del trauma. 12
Después de ver la maravillosa película El viaje del emperador , me encontré pensando en algunos de mis pacientes. Los pingüinos son estoicos y adorables, y es trágico ver cómo, desde tiempos inmemoriales, caminan arduamente setenta millas tierras adentro desde el mar soportando unas adversidades indescriptibles para llegar a zona de reproducción, perdiendo muchos huevos viables para luego, casi muertos de hambre, volver al océano. Si los pingüinos tuvieran nuestros lóbulos frontales, habrían usado sus pequeñas aletas para construir iglús, habrían ideado una mejor división de las tareas y habrían reorganizado su suministro de alimentos. Muchos de mis pacientes han sobrevivido a un trauma con un valor y una persistencia enorme, solo para volver a sufrir los mismos problemas una y otra vez. El trauma ha averiado su brújula interior y les ha arrebatado la imaginación que necesitan para crear algo mejor.
La neurociencia de la yoidad y de la agencia valida el tipo de terapias somáticas que han desarrollado mis amigos Peter Levine 13y Pat Ogden. 14Comentaré estos y otros enfoques sensoriomotores con más detalle en la parte 5, pero básicamente su objetivo es triple:
• sacar la información sensorial que está bloqueada y paralizada por el trauma;
• ayudar a los pacientes a aceptar (en lugar de suprimir) las energías liberadas por esta experiencia interior;
• completar las acciones físicas de autopreservación que quedaron desbaratadas mientras estuvieron atrapados, contenidos o paralizados por el terror.
Nuestros presentimientos nos indican qué es seguro, qué es vital o amenazante, aunque no podamos explicar por qué nos sentimos de un modo en especial. Nuestra interioridad sensorial nos manda continuamente mensajes sutiles sobre las necesidades de nuestro organismo. Los presentimientos también nos ayudan a evaluar lo que sucede a nuestro alrededor. Nos avisan de que el tipo que se nos está acercando parece espeluznante, pero también nos transmiten que una sala orientada al oeste rodeada de lirios nos hace sentir tranquilos. Cuando tenemos una conexión cómoda con nuestras sensaciones interiores (si confiamos en que nos den informaciones exactas) sentimos que tenemos el control de nuestro cuerpo, nuestros sentimientos y nuestro yo.
Sin embargo, las personas traumatizadas se sienten crónicamente inseguras dentro de su cuerpo: el pasado está vivo en forma de incomodidad interior constante. Su cuerpo se ve continuamente bombardeado por señales de alarma viscerales y, en un intento de controlar estos procesos, suelen volverse expertos en ignorar sus instintos y en adormecer la conciencia de lo que está pasando en su interior. Aprenden a esconderse de sí mismos.
Cuanto más intenta la gente perder de vista e ignorar las señales internas de aviso, más probable es que se apoderen del control y les dejen desconcertados, confusos y avergonzados. Las personas que no pueden sentir cómodamente lo que les sucede por dentro se vuelven vulnerables a responder ante cualquier cambio sensorial, ya sea desconectándose o con ataques de pánico: desarrollan miedo al propio miedo.
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