Llama la atención que los obispos omitieran en sus informes toda referencia a la incipiente presencia franciscana en el territorio, donde trabajaban desde 1844. También sorprende que el territorio de Magallanes no fuera visitado por ningún obispo de Ancud, desde la creación de la diócesis hasta fines del siglo XIX.
El antecedente más temprano sobre la presencia de la iglesia en Magallanes surge con la petición del intendente Domingo Espiñeira, en 1844, a los franciscanos del Colegio de Castro, de un misionero para asistir a la nueva colonia de Magallanes 978 . La orden franciscana mantuvo su presencia desde 1844 hasta 1878, esto es, desde el misionero Fr. Domingo Passolini hasta Fr. Mateo Matulski. Después, entre 1878 y 1887, el servicio religioso fue administrado por intermedio del clero secular.
El primer concepto técnico canónico aplicado a la asistencia religiosa en Punta Arenas fue el de capellanía, que dio paso a continuación al de viceparroquia. El incipiente desarrollo parroquial en Punta Arenas a la llegada de los salesianos explica que, como se indica a continuación, fuera la sede de la prefectura apostólica, jurisdicción eclesiástica que se creó para la misión.
La documentación franciscana existente permite ordenar el desarrollo eclesiástico del territorio de Magallanes, que se efectuó orgánicamente entre 1844 y 1879 979 . Todos los nombramientos eran propuestos por el guardián del Colegio de Castro, y, con la aprobación del obispo de Ancud, eran presentados al gobierno, el cual efectuaba la designación y fijaba la renta.
De gran importancia fue la acción pastoral de fray Domingo Passolini. Los aportes de los 12 misioneros que le sucedieron fueron menores. Influyeron sin duda en semejante resultado las dificultades políticas y sociales de la comunidad naciente. Así, la revuelta del teniente Cambiaso llevó a la muerte tanto al sucesor del padre Passolini, el fraile Gregorio Acuña, como al gobernador Muñoz Gamero. Varios frailes considerados en la sucesión enfermaron antes de viajar o, una vez arribados a Punta Arenas, debieron ser trasladados. Otros renunciaron por persecución de los gobernadores, entre los cuales uno, de religión protestante, obstaculizó la presencia del misionero. Los contratiempos en el ministerio pastoral se observaron hasta la labor del último fraile, Mateo Matulski, de origen polaco.
Los franciscanos actuaron a la vez como misioneros y capellanes en la colonia de Magallanes. La documentación existente permite observar la evolución hacia una viceparroquia. Por ejemplo, en marzo de 1878 el padre Matulski escribía al guardián de Castro: “con el vapor de mañana tenía deseo de retirarme de esta viceparroquia” El sucesor de aquel, un ex religioso mercedario nombrado por el obispo Solar, el padre José Izquierdo, informaba al obispo que “el ser vicepárroco en esta Colonia […] es hacer la obra más grande y meritoria”.
El segundo asunto jurídico-canónico que debe abordarse es la erección de la prefectura apostólica de Magallanes. Carlos Oviedo Cavada subrayó que en las negociaciones de la misión Irarrázaval en Roma apareció constantemente el tema misionero, que era muy sensible para la Iglesia por las materias que comprendía, tales como la disposición de los misioneros y el financiamiento de las obras. A petición de Don Bosco y con recomendación del arzobispo de Buenos Aires, la Congregación de Propaganda Fide erigió el 16 de noviembre de 1883 un vicariato apostólico, cuya jurisdicción debía abrazar la Patagonia septentrional y la central, pertenecientes ambas a Argentina. Con fecha posterior fue nombrado para regir el expresado vicariato el salesiano Juan Cagliero.
También el 16 de noviembre de 1883 la expresada congregación erigió, con letras comendaticias del vicario capitular de Ancud Rafael Molina, la prefectura apostólica de la Patagonia Meridional, que comprendió dentro de su jurisdicción, además de la Patagonia, el archipiélago de Tierra del Fuego y las islas Malvinas. El decreto de erección no determinó sus límites, por no estar aún bien explorada aquella región. La residencia del prefecto sería Punta Arenas. El 2 de diciembre de 1883 la congregación instituyó prefecto de la Patagonia Meridional al salesiano José Fagnano. Y en 1887 llegaron a Punta Arenas los primeros misioneros salesianos 980 .
INCORPORACIÓN DE NUEVAS CONGREGACIONES RELIGIOSAS 981
El establecimiento en Chile de nuevas congregaciones fue de innegable importancia, tanto para la reforma eclesiástica como para la reorganización de la Iglesia. Variados efectos produjo ese proceso, que se expresaron desde la introducción de una eclesiología de signo contrarreformista hasta otras manifestaciones de espiritualidad, pasando por nuevos catecismos, por el establecimiento de la misión popular en la urbe y en el ámbito rural, y por la renovación del arte y de la arquitectura religiosa. En otros términos, las congregaciones extranjeras aportaron una concepción contemporánea de la vivencia y de la práctica pastoral de orientación europea. En el periodo examinado llegaron 12 congregaciones masculinas y 22 femeninas.
Si se considera solo el gobierno del arzobispo Valdivieso, esto es, desde 1847 hasta 1878, se observa un incremento sostenido de nuevas congregaciones femeninas. Varias de ellas fundaron casas en las otras diócesis, lo que habla del carácter expansivo de estas fundaciones. Cabe anotar que entre las comunidades femeninas se cuentan ocho fundaciones chilenas en el siglo XIX, de las que hasta 1878 se habían constituido tres: Casa de María (1866), Compañía de María (1868) y Religiosas de San Francisco de Sales —Monasterio de la Visitación— (1873).
Las principales congregaciones nuevas que arriban desde el extranjero hasta fines del siglo XIX fueron las Hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús y María, las Hermanas de la Providencia, las Religiosas del Sagrado Corazón, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, las Hermanas del Buen Pastor y las Hermanas Terceras Misioneras Franciscanas.
En cuanto a las principales congregaciones masculinas se ha de mencionar a los Capuchinos (1848), a los Lazaristas o Vicentinos (1854), a los Misioneros Claretianos (1870), a los Misioneros del Santísimo Redentor (1876) y a los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1877). Hasta fines del siglo se incorporaron más de ocho congregaciones, y el clero superó las 500 personas, distribuidas en 182 sacerdotes, 174 diáconos y 178 subdiáconos.
Las nuevas comunidades se concentraron en Santiago, siendo muy difícil para las otras diócesis atraer a congregaciones nuevas. Una excepción notable fueron los misioneros claretianos, quienes se expandieron hacia el norte y sur, llegando a La Serena en 1873.
EL PASO DE UNA SOCIEDAD CONFESIONAL A OTRA ACONFESIONAL
Como es sabido, la implantación de la iglesia en el continente se realizó por intermediación de la Corona española, situación que engendró un fenómeno muy peculiar: desde los comienzos de la evangelización hasta la iniciación de los procesos de independencia política la Sede Apostólica no tuvo una relación directa y fluida con las iglesias locales. Durante los 300 años que duró esta fase, la referida intermediación se expresó en un conjunto de facultades patronales otorgadas por la Sede Apostólica a la Corona. Estas facultades evolucionaron desde el concepto tradicional de patronato hacia un patronato ampliado, conocido en la literatura como vicariato regio, hasta instalar la fórmula jurídica del regalismo 982 .
Este curso jurídico generó un conjunto de abusos en la práctica patronal, como el pase regio o exequatur para la documentación vaticana; la carta de ruego y encargo que seguía a la presentación de la Corona para un cargo episcopal, en cuya virtud el presentado tomaba el gobierno de la diócesis antes de que fuera nombrado por la Sede Apostólica, y el recurso de fuerza, que facultaba a un clérigo o religioso a apelar al tribunal civil de una decisión eclesiástica si se sentía menoscabado en sus derechos.
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