Además de requerir respuestas específicas por parte del sistema escolar estatal, esta situación ha disparado la inquietud de las familias de estos niños, así como de diferentes sectores de la sociedad. Es precisamente en este marco que han surgido numerosas respuestas de la sociedad civil, antes inéditas en Uruguay, para la fundación y concreción de diferentes iniciativas educativas propias del sistema escolar, para atender estas realidades. Así, en el lapso de menos de 20 años no solo se instala el ya mencionado movimiento Fe y Alegría en el país, sino que también surge una miríada de centros educativos escolares ubicados en contextos de extrema pobreza, dirigidos al ciclo de educación media inferior, que es donde se producen los niveles de fracaso más notorios del sistema educativo estatal, como los centros Jubilar, Providencia, Impulso, Los Pinos, Francisco y Espigas. Exceptuando a dos de ellos, los demás están animados por un definido carisma católico. Estos centros no solo logran mejores resultados educativos que los estatales en estos desafiantes contextos, sino que además realizan un silencioso trabajo de promoción social y comunitaria de las comunidades que los albergan.
4. CAMBIOS EN EL ROL DE LA MUJER Y EN LAS FORMAS QUE ASUME LA INSTITUCIÓN FAMILIAR
En paralelo a los cambios anteriores, se han producido otros que abarcan a todos los estamentos sociales, ligados a transformaciones que han ocurrido en el rol de la mujer y en las diversas formas que asume la familia.
El acceso creciente de la mujer al mercado del trabajo ha transformado no solo la vida laboral, sino también la vida familiar. Ya hace décadas que las familias están constituidas en su mayoría por madres que trabajan, lo que ha llevado a nuevas formas de organización interna de la familia, y a una renovación de la manera en que hombres y mujeres asumen la paternidad. Hoy se suman otros fenómenos relacionados con el crecimiento de la tasa de divorcios, y con la aparición de nuevas formas familiares, como las familias ensambladas, producto de matrimonios en segundas nupcias de cónyuges con hijos de uniones anteriores, o familias constituidas a partir de parejas del mismo sexo. Todos estos cambios en la familia se hacen presentes en forma inmediata en los centros educativos: la escuela es la primera institución de la sociedad que debe hacer frente e integrar estos cambios.
Al respecto, en estos temas resulta revelador conocer de primera mano cómo se viven estos cambios en dos ambientes institucionales de raíz católica, pero que atienden dos sectores sociales diferentes. Se trata del colegio privado católico de mayor matrícula y prestigio académico del país, y la fundación Sophia ya mencionada, que reúne y gestiona los colegios católicos más pobres y en peligro de desaparición.
En relación a la presencia de las madres de los alumnos en el mercado laboral, el Rector del Colegio del Sagrado Corazón, P. Marcelo Coppetti SI, manifiesta que esto ha implicado un pasaje paulatino de la institución al doble horario, inclusive en el nivel de la educación inicial, que hasta hace 2 años era de un solo turno (comunicación personal, 14.06.18). En el ámbito de los colegios de la Fundación Sophia, el doble turno es imprescindible para que el colegio sobreviva. Según lo expresa su Director, el P. Julio Fernández Techera, SI: “un solo turno no funciona, si no se hace extensión horaria, el colegio se muere” (comunicación personal, 11.06.18).
Esta necesidad de cubrir más horas de la vida de los estudiantes no solo reviste un tema de cantidad de horas, sino de calidad de los procesos educativos y de las actividades y contenidos a desarrollar, lo cual coloca un componente de mayor exigencia para la conformación de la propuesta educativa. En estos extensos horarios se busca un equilibrio de diferentes actividades, lo que ha llevado a las instituciones educativas a incorporar elementos que antes corrían por cuenta de las familias: más opciones en arte, en deportes, en idiomas, en definitiva, en promoción de la formación integral.
Las nuevas formas familiares han implicado también un proceso de armónica integración de esta realidad a la vida institucional de los centros educativos. En el caso del Colegio del Sagrado Corazón, las familias que lo componen están integradas en general por estamentos de clase media-alta. De acuerdo a una encuesta que aplican a los alumnos al ingresar, un 93% de los padres y madres posee un título profesional y el 75% vive en el marco de una familia nuclear, lo que luego disminuye a lo largo de la escolaridad por efecto de los divorcios que se van produciendo. La misión principal que se plantea el colegio es acompañar y atender en forma adecuada esa realidad. Hace unos 6 o 7 años surgió una preocupación por parte de algunas familias, ante la situación que detectaban de algunos padres que se encontraban a punto de una separación. El colegio se hizo eco de dicha inquietud, comenzó a reunir a los padres y se formalizó un espacio de matrimonios que acompañan a otros matrimonios, del cual hoy participan unas 350 personas (comunicación personal, 14.06.18). También se hacen presentes nuevas situaciones familiares, como parejas en unión libre que inscriben a sus hijos en la institución. Asimismo, en el colegio se respeta la orientación homosexual de sus alumnos, no discriminándolos en ninguna forma, como ha sucedido cuando se han postulado para tareas de voluntariado y se los ha seleccionado.
En el ámbito de los colegios de la Fundación Sophia, no ha habido dificultades para la integración de estas realidades. En los colegios que la integran existe un alto porcentaje de parejas en unión libre, y ya existe algún caso de padres del mismo sexo. Ante la consulta de cómo se manejan estas situaciones, la sensatez predomina: en palabras del P. Fernández Techera SI, se manejan “con sentido común” (comunicación personal, 11.06.18).
5. UN MUNDO GLOBALIZADO, INTERCONECTADO Y ALTAMENTE TECNOLÓGICO
Resulta evidente que los centros educativos católicos se inscriben en sociedades interconectadas de múltiples maneras a la información y a nuevas formas de comunicación, donde tienen un lugar destacado las redes sociales. Los niños y adolescentes están como nunca antes -en todos los niveles sociales- conectados a flujos permanentes de información de todo tipo. Esto jaquea a docentes y familias desde múltiples ángulos: la saturación de información e imágenes a la que son sometidos los niños desde muy pequeños, los peligros a la salud y la integridad física y psicológica, el ciberacoso y varios relacionados. Familias y educadores deben estar permanentemente actualizados sobre viejas y nuevas maneras en que la tecnología afecta a los niños y adolescentes, así como encontrar maneras positivas y educativas para sacarles provecho. Este es un nuevo desafío que consume no pocas energías y tiempo.
Los educadores deben tomar en cuenta a la tecnología no solo en lo que afecta la vida en general de sus alumnos, sino también en cómo integrarla a su trabajo profesional. Actualizarse en el uso de las llamadas TICs (tecnologías de la información y la comunicación) es un reto permanente y exigente para los profesionales de la educación, ya sean docentes, directivos o gestores y administradores. La tecnología invade todo y lo transforma en forma constante. La irrupción de la tecnología también genera en la educación católica la preocupación sobre cuál es la mejor manera de realizar esta integración sin perder de vista el carisma y la misión evangelizadora.
Desde la conducción de los sistemas educativos se han lanzado diferentes iniciativas destinadas a la incorporación de las TICs en la enseñanza, como “Perúeduca, sistema digital para el aprendizaje”, “Enlaces” de Chile que se iniciara en 1992, o el “Plan Ceibal” de Uruguay, en marcha desde 2008, entre muchos otros. Todos ellos tienen presente la necesidad de disminuir la brecha digital que existe en sus poblaciones, e integrar en forma inteligente y atractiva para los estudiantes diferentes formas de tecnología en las aulas.
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