Entonces, para terminar, supongamos que el “barthianismo radical” está en lo cierto; supongamos que la teología natural no es más que una herramienta del diablo para seducir a los teólogos y conducirlos a la idolatría. ¿Cuál es, entonces, la conclusión con respecto a la teología analítica? La conclusión sería la siguiente: que el teólogo analítico debe evitar la teología analítica natural y, en cambio, adherirse a la teología analítica barthiana radical. Nada contradiría la teología analítica en sí misma; el triunfo del barthianismo radical no nos forzaría a evitar la teología analítica. Por otro lado, supongamos que los críticos del barthianismo radical tienen razón, y que la relación entre la teología natural y la teología revelada no es en realidad, después de todo, una lucha a muerte. Entonces, ¿cuál es exactamente la relación entre ambas? Si hay algún espacio legítimo para una teología natural que sea verdaderamente cristiana y se apoye bíblicamente, ¿entonces cuál es el problema? Esto me lleva a hacer mi última observación. Se trata simplemente de lo siguiente: en ese sentido, hay un espacio legítimo para la teología natural, pero el teólogo analítico que también es teólogo natural puede permitir que la teología revelada aclare, corrija o fortalezca las ideas surgidas de la teología natural. La verdad es que, como teólogo cristiano , el teólogo analítico no solo puede , sino que también debe hacer tal cosa.
Teología del ser perfecto y “control revelacional”. Este debate sobre la teología natural nos lleva, por un lado, a ver la relación que hay entre lo que a veces se llama “teología del ser perfecto” y la teología analítica, y por otro lado con las Escrituras cristianas. La teología del ser perfecto se toma a veces como equivalente o sinónimo de teología analítica. La teología del ser perfecto es muy impopular en algunos sectores teológicos, tanto que, en algunos contextos, algún que otro teólogo puede acusar a una determinada propuesta teológica de teología del ser perfecto, presuponiendo en ella un detestable “anselmianismo”, y mientras que nadie explica lo que en realidad es tan detestable al respecto, todo el mundo está seguro de que ser “culpable” de ello es en verdad algo malísimo. 96No es sorprendente, pues, que algunos teólogos critiquen la teología analítica por tratarse simplemente de otra versión de la teología del ser perfecto. Pero ¿qué es exactamente la teología del ser perfecto? ¿Qué relación hay entre la teología del ser perfecto y el estudio de las Escrituras cristianas y la teología bíblica? ¿Qué es lo que está mal en la teología del ser perfecto? ¿Y qué relación tiene la teología analítica con ella?
Es famosa la afirmación de Anselmo de que Dios es el ser “por encima del cual no se puede pensar nada mayor”. 97Thomas V. Morris dice que la mejor manera de interpretar el sentido de la idea central de Anselmo es “que se debe considerar a Dios como el ser más grande que se pueda imaginar , un ente que muestra la perfección máxima ”. 98En consecuencia, Dios es “un ser con el mayor despliegue posible de atributos de composición para crear grandes cosas”. 99Morris define, a su vez, “el atributo de crear grandes cosas” como un atributo “que es bueno tener de manera intrínseca, un atributo que otorga a su poseedor cierta dimensión de valor, de grandeza o de estatura metafísica, independientemente de las circunstancias externas”. 100Más adelante define un atributo bueno intrínsecamente como aquel que es “bueno en sí mismo” y así son los “puntos finales de parada adecuados que explican la bondad”. 101Según este pensamiento, vemos a Dios como quien “ejemplifica necesariamente un conjunto absolutamente perfecto de atributos operativos de gran capacidad creativa”. 102Siguiendo la tradición de tales enfoques teológicos, “se ha entendido que la explicación de Anselmo implica que Dios es, entre otras cosas, omnipotente, inmutable, eterno y perfecto, y también omnisciente”. 103
La teología del ser perfecto está lejos de ser popular entre los principales teólogos constructivos o sistemáticos; la verdad es que muchos teólogos la ven con absoluto desdén. Algunos, ni siquiera se molestan en refutarla. Además, a veces también se ve rechazada por los teólogos filosóficos. Pero ¿qué es exactamente lo que es tan malo de la teología del ser perfecto? Aunque las críticas son diversas, algunas sobresalen como especialmente importantes para nuestros propósitos.
Algunos críticos de la teología del ser perfecto puede que manifiesten su preocupación sobre el papel prominente que desempeñan nuestras intuiciones. No se puede negar que las intuiciones desempeñan un papel importante en la teología del ser perfecto. ¿Cómo juzgamos, sea inicial, previa o provisionalmente, lo que se considera un “atributo de gran creatividad”? Lo hacemos confiando en nuestras intuiciones, las intuiciones modales y morales (o valorativas) son vitales aquí. Pero ¿no es esto, según la inquietud de los críticos, lo que da más fuerza de modo indebido a nuestras propias intuiciones falibles e inseguras? ¿No es más seguro y más correcto permanecer simplemente dentro de los límites de la “teología revelada”?
En una nota directamente relacionada, algunos críticos acusan a la teología del ser perfecto de ser demasiado especulativa. Dicen que la teología del ser perfecto nos anima a sentarnos e imaginar cómo tendría que ser Dios si Dios se amoldara realmente a nuestros criterios de bondad. Pero toda esta manera de tratar el asunto es, dicen, totalmente ingenua: ¿por qué nosotros, como criaturas finitas, pensamos que podemos tener acceso epistémico a los criterios divinos? La teología revelada, concluyen tales críticos, debería llevarnos a admitir que lo finito no puede comprender lo infinito. Y siendo así, como criaturas finitas no estamos en condiciones de teorizar sobre una buena teología. Además, esos críticos resaltan que la teología debe llevarnos a admitir que no solo somos seres finitos, sino también caídos. ¿Por qué nosotros, pecadores caídos, habríamos de creer que podemos hacer teología partiendo de nuestros propios recursos intelectuales y proponer algo que no sea idolatría? Y si esto es así, lo único que podemos hacer es arrepentirnos de nuestras teorías y esperar a ser renovados en nuestras mentes. Resumiendo su alegación, los críticos insisten en que el verdadero conocimiento de Dios viene siempre y únicamente por la palabra de Dios, y que cuando esa palabra de Dios nos alcanza, nos enseña a abandonar nuestras teorías acerca de los grandes atributos creativos, a cuestionar o renunciar a nuestras intuiciones, y a buscar humildemente el genuino conocimiento de Dios por medio del cual Dios se ha revelado a sí mismo. 104
Son inquietudes importantes, y creo que los teólogos del ser perfecto harían bien en tomárselas en serio y aprender ciertas lecciones importantes de ellas. Pero varios puntos sobresalen como respuesta. Primero, las intuiciones, modales y morales, parecen inevitables. Cierto, como criaturas estamos limitados por nuestra finitud, y hemos de recordar que nuestras intuiciones pueden estar viciadas y que necesiten ser corregidas. Es cierto, al menos algunas de ellas están profundamente influenciadas por las normas sociales y culturales, y sería estúpido no reconocerlo o asumir que todas nuestras intuiciones son universales. Es cierto, están contaminadas por el pecado y pueden conducirnos a la idolatría conceptual. Pero, sin embargo, las tenemos, y seguramente será mejor reconocerlas e identificarlas como tales que no ignorarlas o pretender que solo son válidas en nuestros adversarios teológicos. De hecho, este es un lugar (entre otros) en el que la transparencia deliberada, que es fundamental para el enfoque analítico, puede sernos de ayuda. Tampoco creo que tengamos siempre que desconfiar de nuestras intuiciones; si Dios nos diseñó para tenerlas, deberíamos darle las gracias por ellas y tratarlas como evidencias.
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