De hecho, la funcionalidad estructural de la migración en el sistema capitalista ha sido justamente poder incorporar un conjunto laboral en condiciones de desigualdad salarial para obtener una mayor competitividad. Para ello es importante mantener las diferencias en el costo unitario entre la fuerza de trabajo extranjera y la nativa. 39Así, aunque al principio se presente y se cuestione una competencia entre los trabajadores nacionales e inmigrantes, se tendrá un efecto positivo a mediano plazo debido a la demanda de productos y servicios, que producirá una inversión posterior en la economía, generando así más y mejores empleos, creados por la demanda de productos y servicios que necesitan o que ofrecen este nuevo grupo de personas. 40
El fenómeno de la migración puede ser una oportunidad para que el gran número de personas que está llegando al país genere nuevos emprendimientos y dinamismo en la economía. En efecto, algunos capitales venezolanos se han introducido e invertido en territorio colombiano. Un ejemplo claro es la cadena de farmacias de autoservicio Farmatodo, la cual además de generar empleo y mover la economía, demuestra que la inmigración no tiene por qué verse solo desde un punto de vista negativo. También demuestra que nuestra sociedad “ve con distintos ojos” a quien viene con recursos económicos. Es bienvenido el inversor (el que trae capital) o aquel trabajador que viene vinculado con un contrato de trabajo a priori a su desplazamiento (porque tendrá capacidad económica) y rechazado el que viene a buscar empleo.
4.5. Transitoriedad y no asentamiento
Como en la mayoría de los grandes y medianos períodos de migración en el mundo, seguramente se observará en algún momento el efecto contrario de haber emigrado, es decir, el retorno al país de origen. Este fenómeno obligará a los poderes públicos a tener presente la necesidad de proteger a ese colectivo, adoptando una serie de medidas cuyo objeto sea garantizar la reinserción, 41por ejemplo en temas de empleabilidad y de seguridad social o de homologación de títulos obtenidos en el exterior (así como de permisos de conducción, entre otros).
El regreso puede ser involuntario, derivado de una política coercitiva del Estado para que el extranjero abandone el territorio, o porque inicialmente había sido pactado a través de una inmigración temporal que compromete a la persona a no permanecer en el país receptor más tiempo del necesario para desarrollar el trabajo asignado. A fin de asegurar esa temporalidad y evitar que sirvan de fraude como vía de acceso a la permanencia ilegal, los países de acogida normalmente combinan factores coercitivos con incentivos, como el pasaje de avión, ayuda con obtención de documentación requerida para viajar, información sobre programas de reintegración, asesoramiento en materia de derechos y responsabilidades, medidas de reinserción laboral y social. 42También se denomina regreso forzoso, aludiendo a la repatriación impuesta por las autoridades competentes del país de acogida. 43
El regreso también puede ser voluntario —creemos que es la mayoría de los casos— y obedece sobre todo a factores económicos o sociales. Con respecto a los factores económicos, el regreso al país de origen puede ser consecuencia del cumplimiento de los objetivos económicos que se pretendían con la inmigración, por ejemplo cuando la decisión de marcharse se debió a la búsqueda de dinero para una inversión o un proyecto en el país de origen. Esto, aunque positivo, también trae algunos problemas, como encontrarse con una situación económica distinta al país de origen que imposibilite esa prosperidad anhelada; haber contraído obligaciones en el país del que se emigra o la desinformación en el momento de trasladar el dinero entre países que puede traer malas sorpresas. Por lo general, el retorno se asocia con éxito y prosperidad, y si el migrante no regresa triunfante se prefiere posponer la vuelta, pues la imagen que se transmite será la del fracaso. 44
Si el pensamiento inicial del migrante es salir y probar suerte, y esa suerte se materializa, obteniendo una vivienda propia o algún tipo de inversión en el país de destino, las posibilidades de dejar lo construido para regresar al país de origen pueden verse disminuidas. Otro factor que debe tenerse en cuenta en el momento de la vuelta es aquel que depende de la situación actual del país de origen, el contexto económico, político y social que se encuentre. Si ha habido un crecimiento económico, por ejemplo, será más factible el retorno.
Por su parte, entre los factores sociales generalmente es común que los migrantes inicien su traslado con la idea de regresar al país bien sea a mediano o largo plazo, pero esta idea puede afectarse según el grado de inserción real que se tenga en el país destinatario. Sin vacilar, ese arraigo es un factor determinante sobre la decisión de regresar. Un grado alto de inserción puede provocar un efecto llamada, que motiva el desplazamiento de familiares, reduciendo así aún más las probabilidades de volver al país de origen, pues sin duda uno de los factores más difíciles de superar es la distancia de los seres queridos. Esto cambia diametralmente si la familia, la compañía o los hijos los ha creado en su estancia como extranjero.
De todas maneras, hoy en día las tecnologías han permitido que esos lazos familiares y de amistad perduren más fácilmente y que la distancia se haga virtualmente más corta. La situación frente a los viajes (compañías aéreas low cost por ejemplo) también ha permitido acortar estas distancias. Incluso ha creado la figura del “migrante yo-yo”, pues ya no resulta extraño que el migrante realice visitas frecuentes o incluso estancias largas en el país de origen, haciendo así menos dura su permanencia en el país de acogida. Por supuesto, aparte de la capacidad económica para soportar estos viajes, un problema adicional es el estatus legal del inmigrante: si no tiene permiso de permanencia, visa y pasaporte vigente se encuentra en situación de irregularidad (lo que se conoce como “sin papeles”).
Conclusiones
La soberanía, que enmarca en sí misma la defensa contra las demás soberanías, es un concepto que se ha venido flexibilizando por distintas razones, entre ellas los movimientos migratorios. Indiscutiblemente la constitución demográfica, socioeconómica, cultural y política del mundo actualidad se ha derivado del aporte positivo e incluso del negativo que los emigrantes traen consigo. Este fenómeno, cada vez más difuso, persuade la gobernanza y la estabilidad de un país, que podrá entrar en crisis si no se afronta una llegada masiva de ciudadanos que hasta hace poco conocían y dependían de otra soberanía. La falta de políticas internas que busquen estabilizar la soberanía que, al menos en la sensación de los nacionales, está siendo amenazada por falta de respeto a las normas y principios que rigen el país de acogida puede generar una fuerza fragmentadora que termine enfrentando a dos culturas en vez de integrarlas.
Colombia, que se caracterizaba por ser un país que aportaba emigrantes hoy en día es también receptor de ellos. La migración venezolana demuestra lo anterior. Es un reto que Colombia debe asumir con responsabilidad y solidaridad. Nos hemos dado cuenta de los problemas que tenemos como país de acogida: la falta de preparación para recibir a los inmigrantes, en todos los sectores. Nos estamos convirtiendo en una sociedad que no permite que esta población se integre a la economía para que pueda aportar a ella y diversificarla (con excepción de aquellos con cierta capacidad económica o inversores, a quienes tratamos distinto). La migración es una oportunidad para que la economía del país crezca a través del consumo, los trabajadores especializados, empresarios y emprendedores. Claramente, la migración conlleva efectos de corto, mediano y largo plazo que se deben tratar con cuidado para que el proceso de integración a la sociedad sea positivo. La crisis, impacto y oportunidad de la migración venezolana en Colombia forma parte de esta obra colectiva por considerar que hoy en día nos podemos enfrentar a una crisis de soberanía real como la explicada.
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