La primera de ellas, el 20 de abril —integrada por Vivares, Dobarganes, Brusasca, Alvear y Velásquez— tuvo éxito operativo pero corrió un alto riesgo cuando en marcha de regreso, a pocos kilómetros del Nunatak y ya casi en penumbras, el GPS activo que nos guiaba falló y nos llevó directo a una zona de grietas que se encuentra al oeste de Base Belgrano 2 y representa la caída de la masa de hielo continental sobre la Barrera de Hielo Filchner. Posteriormente verificaríamos que el congelamiento de la batería interna del GPS habría causado el mal funcionamiento del equipo.
Cuando nos percatamos de la situación ya era de noche y nos hallábamos en una zona extremadamente peligrosa. Entonces decidimos detener la marcha, tomar posición real con el GPS alternativo y comunicar nuestra posición a la base, la que organizaría una pequeña patrulla de búsqueda para trazar una ruta segura y sacarnos de allí.
Fueron necesarias dos patrullas de dos motos para lograr configurar un camino confiable que nos permitiese regresar «a casa». La dotación esa noche nos recibió con alegría y mucha expectativa, los calurosos abrazos nos demostraron la preocupación general acerca de seguir operando en condiciones de alto riesgo y fuera de los cálculos manejables.
La llegada del invierno marcó las últimas salidas de los Sno-Cat.
La segunda patrulla estaba integrada por Figueroa, Carro, Brizuela, Cataldo y Vivares, y a pesar de alguna oposición y cierta desconfianza por parte de sus integrantes, la mañana del 24 de abril se preparaban para partir con algo de viento sur y mucho frío. Ayudamos a ultimar detalles en los vehículos, trineos y sobre el vestuario personal de cada patrullero, y hasta logramos agregar algo de abrigo extra para nuestros compañeros antes que se pusieran en marcha. Algunos no estábamos convencidos de esta salida, algo nos indicaba que era imprudente.
Finalmente se despidieron con la doble sensación de preocupación y satisfacción por tratarse de la última patrulla invernal. La columna emprendió la marcha con una meteorología no muy adecuada, sabíamos que pronto empezarían a sufrir, y luego de hora y media de recorrido comenzó a sentirse la fuerza de un temporal que se acrecentaba rápidamente. La fina nieve volaba velozmente en forma horizontal, formando un denso manto que disminuía dr ásticamente la visibilidad y forzaba a acortar las distancias entre los vehículos a menos de tres metros, a fin de no perder el contacto visual con la moto delantera que servía de guía a la siguiente.
Fabián Alvear listo para partir en su moto.
En tales circunstancias, las comunicaciones estaban anuladas ya que el ruido ambiental era imposible de ser superado por la voz humana, que entonces debía transmitirse en forma inteligible por un sistema de comunicaciones. De modo que la coordinación se basaba en no perder el contacto visual con el jefe de la patrulla, para interpretar correctamente sus señas. En estas condiciones, el desvío de un integrante del orden de marcha podía haber concluido en una catástrofe.
La probabilidad de que el GPS corriera la misma suerte que el de la patrulla anterior era muy alta, ya que su exposición rondaba los -50 °C en ese momento, por otro lado el fuerte viento ya había superado ampliamente la capacidad de aislamiento térmico del vestuario individual, mientras que la seguridad personal y material se encontraban bajo seria amenaza. En este escenario el jefe de patrulla indica con el brazo a su primer hombre regresar a la base, ya que la distancia que los separaba de esta todavía era menor que la existente hasta la zona de la descarga.
Rubén Peña al regreso de una patrulla de motos.
Daniel Agüero en una de las marchas.
Tan acotada se hallaba la propagación de la orden visual que los últimos dos hombres solo seguían al que estaba delante, no pudiendo advertir que la dirección de marcha de la columna se había modificado. A solo 15 kilómetros de este cambio de planes y debido a que el temporal había precipitado gran cantidad de nieve, todav ía blanda sobre la superficie, para evita un mal mayor se detuvo la columna para liberar los cuatro trineos que ofrecían gran resistencia al avance de los vehículos. Los mismos no pudieron ser recuperados a pesar de la búsqueda posterior, indudablemente se los había tragado la Antártida, significando esto una pérdida importante que afectaría futuras misiones.
Alivianados de carga recorrieron el resto del trayecto hasta su llegada, con dos desorientados que solo fueron conscientes de estar en casa cuando reconocieron la topografía y divisaron las luces de las instalaciones de Base Belgrano 2. El objetivo de la patrulla no fue conseguido, pero se obtuvieron varias enseñanzas.
Y así se inició, transcurrió y finalizó la primera etapa de recuperación de la carga, en tres meses de arduo trabajo sin descuidar las obligaciones habituales de la base, que no eran pocas debido a su particular ubicación geográfica.
La noche polar significó una imposición natural de tregua que nos sirvió para evaluar toda la experiencia adquirida en las variadas patrullas, que si bien perseguían un fin determinado fueron un campo de investigación donde cada especialista pudo poner a prueba su área de responsabilidad tecnológica, corregir errores, mejorar sistemas y procurar mantener en óptimas condiciones el equipamiento que sería utilizado en la segunda mitad del año, período en el que nos esperaban grandes y complejos desafíos por enfrentar.
Capítulo 6
La noche
El retorno de la patrulla inconclusa marcó de alguna manera el inicio de la noche polar, no como fenómeno natural porque todavía teníamos algunas horas de luz, sino como período adoptado por la dotación para culminar con la actividad en el terreno e iniciar las tareas más centralizadas en el interior de las instalaciones.
El sol se pierde en el norte dando paso a la noche polar.
Esto significó comenzar a pensar más específicamente en las cuestiones relacionadas con la preparación de la expedición, la que comprendería sobre todo una primera etapa de abastecimiento previo, donde se llevaría la mayor cantidad de volumen de carga posible (representado por 50 tambores de combustible) lo más al sur posible, utilizando dos vehículos Sno-Cat más dos motos de nieve; y la segunda etapa o expedición final compuesta solamente por motos de nieve y los expedicionarios designados.
Todo lo anterior sin olvidar que todavía teníamos una gran cantidad de carga en la barrera de hielo, con lo cual debían evaluarse en forma precisa las prioridades, la oportunidad, los medios a emplear, las alternativas, las variables meteorológicas, etc. Si las tareas realizadas en la primera mitad del año habían parecido complicadas, después de la noche polar tendríamos una exigencia mucho más dura.
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