…ha habido y hay millones de peruanos y peruanas que de alguna manera se han tomado en serio la fe en Cristo y la viven dentro de sus circunstancias. Son esas mujeres que sirven los desayunos populares en tanto barrio pobre de Lima, esos maestros bilingües de la selva que leen y enseñan la vida de Jesús en lenguas como la machiguenga o el campa, esos alfabetizadores y alfabetizadoras que en diversos rincones del Perú enseñan a los pobres a leer para poder reclamar sus derechos y cumplir sus obligaciones, esos seguidores y seguidoras que domingo tras domingo se reúnen a cantar, orar y animarse mutuamente para la lucha diaria por la vida… (Escobar 2013:127).
En consecuencia, si la propuesta social y política de Jesús de Nazaret, el predicador galileo ambulante, apuntaba (y apunta todavía) a revertir el destino de los pobres y los desheredados del mundo, ¿cuál tiene que ser entonces la opción misionera de las iglesias evangélicas en el mundo contemporáneo? ¿La justicia de los que detentan el poder político utilizando el dinero y las armas o la justicia del reino de Dios que exalta a los humildes y derriba de su trono a los poderosos? ¿Una teología legitimadora y justificadora de las opciones de muerte maquilladas con un discurso religioso o una teología de la vida bajo el impulso del Espíritu de vida? Más precisamente, ¿debe ser nuestra opción misionera el silencio cómplice cuando se asesina vilmente a cientos de seres humanos indefensos, la indiferencia frente al escándalo de la pobreza y la pobreza extrema, o la pasividad e indiferencia cuando cientos de seres humanos mueren de hambre o no tienen un trabajo digno y viven en condiciones infrahumanas?
¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Sí. Desde la periferia y la insignificancia, desde los desheredados que se han encontrado con el Dios de la vida, se puede tejer una nueva manera de enfrentar a las injusticias que, sin recurrir a la violencia, forje una calidad de vida distinta para las víctimas. En esa nueva manera de enfrentar a las injusticias y a sus operadores humanos, el poder del amor y del perdón, son recursos valiosos para frenar la impunidad con la que a menudo actúan los que tienen en sus manos el poder. Amor que exige justicia y perdón que exige restitución. Tiene que ser así, porque el amor no tiene que divorciarse de la exigencia de la justicia, y el perdón no tiene que separarse de la exigencia de reparar el daño causado a las víctimas. Sí, de Nazaret puede salir algo de bueno, para construir un mundo en el cual todos sean respetados, tratados y valorados, como imagen de Dios.
1En el libro La misión liberadora de Jesús: el mensaje del Evangelio de Lucas trato ampliamente sobre este tema teológico clave de la propuesta lucana sobre la identidad y misión del Mesías, de Jesús el galileo (López 2017).
2Aunque se afirma que algunos: «estudios recientes han presentado motivos para dudar de que las zonas de Galilea donde Jesús se hallaba en su ambiente fueran exclusivamente rurales, y de que Jesús y sus seguidores pudiesen ser etiquetados adecuadamente como campesinos» (Meeks 2012:ii).
3Se puntualiza que «la tradición sinóptica está localizada en pequeños lugares, a menudo anónimos, de Galilea. Silencia los lugares mayores como Séforis, Tiberias, Qanah, Jotapata o Giscala… Originariamente el movimiento [de Jesús] se circunscribe al campo. Oímos hablar mucho de campesinos, pescadores, viñadores y pastores y muy poco de artesanos y comerciantes. También son raras las personas instruidas» (Theissen 1976:47–48).
Capítulo 2
¡Hoy se ha cumplido esta Escritura…!
La declaración mesiánica de Nazaret
Introducción
Jesús de Nazaret, luego de las tentaciones en el desierto (Lc 4.1–13), según el testimonio de Lucas, «…volvió en el poder del Espíritu a Galilea… y enseñaba en las sinagogas de ellos…» (Lc 4.14–15). Fue durante ese recorrido misionero que vino a la aldea de Nazaret, y en ese lugar público, hizo suyas las palabras del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí…» (Is 61.1; Lc 4.18). De esa manera, con estas palabras, precisó claramente quién era y para qué había venido. Su identidad como el Mesías evocado y esperado por las personas piadosas de Israel, y su misión liberadora, fueron enunciadas en su Declaración Mesiánica en la sinagoga de Nazaret. Esta Declaración Mesiánica de Jesús (4.16–30), con su eco combinado del Éxodo y del Jubileo (Wright 2006:309), constituye una clave teológica fundamental en el que se perfila y expresa la misión liberadora de Jesús. Misión liberadora que se concretiza en su amor especial por los desheredados del mundo, su amistad con los parias sociales, es decir, en una opción por la vida y la justicia. Fue así, porque la compasión y solidaridad de Jesús «se dirige, sistemáticamente, hacia toda gama de seres humanos vejados y abatidos» (Brueggemann 1986:104).
La declaración mesiánica de Jesús
Acerca de la declaración mesiánica de Jesús, siguiendo el punto de vista de Robert McAfee Brown, Gustavo Gutiérrez sostiene que se trata de «un texto que cumple en el evangelio de Lucas una función semejante al del Éxodo en el Antiguo Testamento. Ambos expresan la voluntad liberadora de Dios» (Gutiérrez 1989:40).
¿Cuál es el contenido y el alcance liberador de la Declaración Mesiánica de Jesús? Para Gustavo Gutiérrez:
En un pasaje del evangelio de Lucas que nos es muy familiar (4.16–20), Jesús, valiéndose de un texto del profeta Isaías (61.1–2 y 58.6), da cuenta pública de su programa… Con este pasaje de su evangelio, Lucas nos presenta el comienzo del ministerio de Jesús […] Lucas aprovecha la escena de la visita a Nazaret, que nos cuentan también Mateo y Marcos (13.53–58 y 6.1–6), para decirnos en qué consistirá la obra mesiánica y pone además esmero en hacer ver su alcance universal […] Las diferentes situaciones humanas enunciadas (pobreza, cautividad, ceguera, opresión) aparecen como expresiones de muerte… En este texto programático encontramos por consiguiente la disyuntiva muerte-vida, central en la revelación bíblica, frente a la cual… se nos exige una opción radical (Gutiérrez 2004:39–40, 41–42).
Sobre este mismo asunto, John Yoder, sostiene que:
El pasaje de Isaías que Jesús utiliza aquí para aplicarlo a sí mismo, no sólo es uno de los más explícitamente mesiánicos; es también el que establece las expectativas mesiánicas en los términos sociales más expresivos… Es muy posible que el año aceptable del Señor en el libro del profeta, se refiera a algún evento en particular hacia el fin de la era, o en el futuro inmediato de los cautivos de Babilonia (o a ambos); pero para el judaísmo rabínico y, por lo tanto, para los oyentes de Jesús, es más probable que no significara ninguno de los dos, sino el año del jubileo, el tiempo en que las desigualdades acumuladas a lo largo de los años son olvidadas, y todo el pueblo de Dios comienza otra vez desde el principio. La expectativa, por lo tanto, no es que Jesús vendría a sacar a Palestina del último peldaño de la escala temporal, sino más bien que estaba por llegar a Palestina el impacto igualitario del año sabático (Yoder 1985:32–33).
Sobre este mismo pasaje, René Padilla, afirma lo siguiente:
Al comienzo mismo de su ministerio, en su manifiesto sobre su misión anunciado en la sinagoga de Nazaret, lee la profecía de Isaías 61.1–2 y afirma que el día del cumplimiento ha llegado. De su interpretación de ese pasaje bíblico se deriva que Jesús entiende su misión en términos de la inauguración de una nueva era —el año favorable del Señor—… caracterizado por el anuncio de la buena noticia a los pobres, la libertad de los presos, la restauración de la vista a los ciegos, la liberación de los oprimidos. Con el Antiguo Testamento como telón de fondo, Jesús concibe su actividad mesiánica en términos de la instauración del año favorable del Señor, es decir, el año de jubileo y, consecuentemente, de la reestructuración de la sociedad según los dictados del amor y la justicia. Es el portador de las bendiciones del reino, las mismas que son derramadas sobre gente que vive en condiciones de privación y opresión, pobreza y explotación (Padilla 2012:267).
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