Finalmente, al indagar los mecanismos de acción derivados de dichas emociones, el autor en cita introduce un matiz que lo acerca, a nuestro juicio, a otra de las teorías que examinaremos, por cuanto, de acuerdo con él, la culpa genera necesariamente el impulso de expiación y reparación por el daño que ha sido inferido a otro. En cambio, en la vergüenza existe la necesidad o impulso de esconderse, de apartarse, de evitar que la falla sea vista por los otros 55.
En términos muy similares sigue esta tesis Deigh. Desde este punto de vista, las diferencias entre ambos institutos estarían fundadas en el tipo de sanción experimentada por el sujeto. Mientras la culpa es una emoción derivada de la desobediencia de una regla o mandato cuya autoridad uno acepta, la vergüenza (más concretamente el verbo shame o avergonzar o, para ser más exactos, el verbo adjetivado, avergonzarse) corresponde a una emoción en la que uno siente que ha obrado o dejado de obrar según un estándar de valor más bajo que aquel con el que uno se identifica, es decir, un ideal. Así, aquellas reglas que hemos aceptado en nuestras relaciones sociales, cuando son transgredidas, generan el sentimiento de culpabilidad por haberlas violado. Por lo mismo, uno está dispuesto a reconocer su responsabilidad y reparar dicha ruptura. En cambio, el estándar de valor con el que uno se identifica, define un modelo de miembro de grupo. La falla de ese modelo, o de ese estándar, muestra un defecto o mancha, que transforma al miembro del grupo en indigno de pertenecer al mismo. Para Deigh, la diferenciación entre un mal (en el caso de la culpa) y un defecto (para la vergüenza) encaja bien en una teoría general de la psicología del comportamiento moral 56.
Por su parte, Lamb, que describe la principal diferenciación en términos muy similares, es decir, como una cuestión de reglas e ideales, acompañando a la vergüenza el sentimiento de humillación y degradación, examina las concretas diferencias que separa una regla de un ideal y, por tanto, la culpa de la vergüenza. Así, siguiendo a este autor, solo las reglas pueden ser en rigor violadas o transgredidas. Según los casos, uno debe hacer lo que las reglas mandan, pero tratándose de los ideales no está obligado a cumplir con ellos. Las reglas gobiernan lo que uno hace; los ideales, lo que uno es; de ahí que pueda conectarse esta tesis con aquella que hace residir la principal diferenciación en el acto por una parte y la persona por otra, como luego examinaremos 57.
Desde el punto de vista filosófico, con ciertos matices y puntos de partida diversos, Rawls termina por poner la principal diferencia entre la culpa y la vergüenza en el tipo de infracción. Sus consideraciones en relación con la vergüenza arrancan con el término auto-respeto, del cual parecería derivar toda su argumentación sobre la vergüenza en la mirada de los otros y el centrarse en uno mismo. Así, Rawls señala: “Sin embargo, tanto el pesar como la vergüenza se refieren a nosotros mismos, pero la vergüenza implica una conexión especialmente íntima con nuestra persona y con aquellas [personas] de quienes dependemos para confirmar el sentimiento de nuestro propio valor”. Pero a través de este razonamiento llega al concepto de las excelencias, es decir, aquellas características y facultades que todos los sujetos de una comunidad consideran racionalmente que es deseable tener: “Así, las excelencias son una condición del florecimiento humano; son bienes desde los puntos de vista de todos. Estos hechos se relacionan con las condiciones del autorrespeto, y explican la conexión con nuestra confianza en nuestro propio valor” 58.
Ahora bien, para definir la vergüenza, Rawls hace una diferenciación entre una natural y otra moral. La vergüenza natural se produce cuando hay una ofensa inferida a nuestra auto-estimación, derivada de la ausencia de excelencias o de la incapacidad para ejercitar una acción. La vergüenza natural se produce, por ejemplo, como consecuencia del aspecto, o bien por la torpeza de una persona, pero Rawls agrega una precisión importante, pues para él está en relación con nuestras aspiraciones y con lo que intentamos hacer, de modo que, dependiendo del propio proyecto de vida, por ejemplo, uno podría no avergonzarse por el hecho de carecer de facultades musicales. La vergüenza moral surge de modo similar, pero ahora en relación con las excelencias morales, que son las virtudes, consideradas como un bien social, cuya falta o ausencia, como en el caso de las facultades naturales, produce el nacimiento de la vergüenza moral.
Llegado a este punto, Rawls aborda el problema de la distinción entre la culpa y la vergüenza. Hasta aquí, el pensamiento del autor se acerca más a la tesis que seguidamente trataremos, pues en relación con la vergüenza pone el énfasis tanto en la relación con los “otros”, es decir, el auditorio, como en el sentimiento de pérdida de la autoestima. Sin embargo, cuando trata sus relaciones con la culpa, quedan claras las vinculaciones con la tesis aquí analizada. En efecto, para Rawls la culpa nace como consecuencia de la transgresión de los derechos de otros y la vergüenza supone el no alcanzar un bien determinado –una excelencia, en su terminología– 59.
2. Segundo criterio: vergüenza como sanción pública y culpa como emoción privada
Siguiendo a Cairns, una diferenciación básica entre culpa y vergüenza, empleada popularmente, dice relación con lo siguiente: la culpa es la sanción establecida por la conciencia individual; uno desaprueba su propia conducta en esta, mientras que la vergüenza es causada por el miedo a la sanción externa, específicamente la desaprobación de los otros 60.
Esta opinión es relativamente pacífica en algunos de los autores que hemos consultado. Por ejemplo, apuntando a las diferencias, Williams piensa que el modelo psicológico en cada emoción envuelve una figura internalizada. En el caso de la vergüenza es, como el autor ha sugerido, un observador o testigo. En cambio, en la culpa, la internalización de la figura se produce como víctima. La culpa es figurada como una emoción experimentada de cara a una abstracción, la ley moral, que se ha convertido en parte del sujeto mismo. Esta figura ideal sirve de falsa concepción de una moral total autónoma. En el caso de la vergüenza ( shame ) no hay internalización, sino una desnudez frente a otros. La respuesta está en el hecho de que la raíz de la vergüenza no está en la observación de uno mismo, sino en algo que es, en muchas sociedades, pero no en todas, una poderosa expresión. En este sentido, la raíz de la vergüenza está en la exposición en un sentido más general, es decir, en encontrarse en una situación de desventaja, de pérdida de poder, siendo así una reacción del sujeto consciente de su pérdida 61.
Coincidiendo con las conexiones entre el miedo y la culpa, Ramzy describe una interesante explicación moral de la culpa desde el miedo. Según este autor, la culpa es una experiencia emocional compleja, saturada con miedo, que es una de las emociones básicas de todos los animales, como respuesta a ciertos estímulos externos que amenazan la existencia. El miedo activa varias respuestas mentales, musculares y psicológicas, cuyo objeto es recuperar el confort, la seguridad y la paz mental. Precisamente, la afinidad o parentesco de la culpa con el miedo supone que, en el afán de sobrevivencia, el individuo debe establecer pautas en su comportamiento con otros. La culpa se erige así en la esencia de la conciencia y la sustancia de la moralidad. Ahora bien, coincide Ramzy con los autores antes examinados en que la culpa supone un juicio interno, un auto-reproche, pues ella importa el miedo a las consecuencias no deseadas al haber fallado las normas establecidas en comunidad 62.
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