En el plano de las similitudes, Tangney es bastante gráfico a la hora de describir los puntos de conexión entre culpa y vergüenza: a) ambas ingresan en la categoría de emociones morales; b) ambas se refieren a la conciencia personal; c) ambas implican una evaluación negativa; d) ambas envuelven atribuciones internas de un tipo o de otro; e) ambas son experiencias típicas en contextos interpersonales, y f) el evento negativo que da lugar a la vergüenza y la culpa es similar, frecuentemente envuelve fallas morales o transgresiones 77.
Por el contrario, las diferencias entre culpa y vergüenza deben hallarse en el foco de atención: mientras en la vergüenza es la persona misma, en la culpa es el acto. En otras palabras, cuando uno siente vergüenza de su conducta moral, se centra en el tipo de persona que es, es decir, en la falla de la propia imagen. La culpa, en cambio, se centra en la específica transgresión de una introyección, con la discrepancia específica entre la moral de sí mismo y la inmoralidad del acto. Esto trae consigo, además, diferencias en el plano de las consecuencias, pues la vergüenza, al centrarse en la persona, es mucho más devastadora, es decir, una experiencia más dolorosa que la culpa, concerniendo esta última a un acto en particular, y comprendiendo un sentimiento de remordimiento por aquella conducta con la que se ha dañado 78.
Con todo, nuevamente, como en la tesis anterior, las diferencias entre estas teorías son solo cuestión de enfoque, por cuanto Tangney no niega, por ejemplo, que en el terreno de la motivación que surge desde la vergüenza y la culpa se pueda decir que en la primera hay un interés por ocultarse, mientras que la culpa conduce a la reparación del daño inferido. No tiene sentido volver a explicar la tesis anterior, sino solo remarcar que, aunque no se explique desde aquí la naturaleza de estas emociones, se trata de características derivadas. Además, Tangney advierte que hay estudios que apoyan la teoría en análisis 79.
6. La parcial asimilación de culpa y vergüenza
Si presentamos la tesis de Cairns como separada es porque este autor, además de proponer un enfoque novedoso, critica desde bases filosóficas y con muy buenos argumentos la tesis tradicional que pone la diferencia esencial de la culpa y la vergüenza en la consideración del acto frente a la consideración de la persona.
Cairns arranca desde críticas al modo tradicional en el que se ha entendido la diferenciación entre culpa y vergüenza. Como hemos visto, una mayoría está de acuerdo en que tales emociones son distinguibles, aunque surjan como consecuencia del mismo tipo de situaciones y aunque ambas puedan concernir a la violación de un estándar moral internalizado, pues en cada caso difieren en el énfasis: mientras la culpa se focaliza en el acto, la vergüenza lo hace en el sujeto, tal como lo hemos expuesto.
Sin embargo, en este enfoque Cairns ve algunos problemas insalvables. En primer lugar, porque la diferenciación, así planteada, es difícil de mantener en la práctica. Para este autor, tanto en la culpa como en la vergüenza hay un enfado consigo mismo, pero solo en la segunda uno mismo dirige la emoción. Desde esta perspectiva, la vergüenza no sería tanto la insatisfacción con uno mismo, sino que más bien envolvería una evaluación negativa a la luz de algunas específicas deficiencias, traducidas en una conducta contraria a un estándar moral. Igualmente la culpa, causada por actos específicos, puede dar lugar a la discrepancia entre la conducta y la imagen propia.
La tesis tradicional sostiene, como analizamos en el caso de Barret, Hansberg y otros, que una imagen positiva de sí mismo es mantenida en la culpa, pero destruida en la vergüenza. La culpa envuelve la discrepancia entre un ideal positivo y una específica transgresión. La vergüenza envuelve un sentimiento de general indignidad. Sin embargo, Cairns duda de que la vergüenza importe un sentimiento general de denigración, contrario a lo que se le suele atribuir. Está de acuerdo en que la vergüenza puede envolver una referencia al ser (“qué terrible persona soy”), a diferencia de la culpa, que comporta una referencia al hecho (“qué cosa terrible he hecho”), y que concurren a menudo las dos (“qué terrible persona soy, porque he hecho esto”); pero le parece improbable que en el mundo real se pueda admitir tal separación o distinción conceptual, pues incluso un caso en el que concurra solo la vergüenza implica una evaluación o referencia a la acción perpetrada, y la pura acción de culpa lleva consigo una referencia inevitable a la imagen propia 80.
De esta manera, sin invocar la idea de fusión entre culpa y vergüenza, Cairns admite que debe reconocerse la dificultad para distinguir ambas emociones en la práctica. Ello da lugar a la segunda objeción de este autor, según la cual la diferenciación no se acerca a la utilización de las expresiones en el lenguaje ordinario, aunque cabe advertir que se trata de una reflexión hecha desde la lengua inglesa.
Según Cairns, en inglés, a menudo el uso de la palabra shame describe la reacción frente a actos específicos, sin referencia al carácter tipo o a la imagen ideal, e igualmente es claro que cuando se hace el reproche de ser mala persona por haber cometido un acto específico, se describe la experiencia a la vez como vergüenza y como culpa. El uso sugiere que, en conexión con nuestros propios actos morales como agentes, shame es más o menos intercambiable con culpa, de modo que al autor no le parece del todo claro imponer una diferenciación conceptual a la utilización empírica 81. Etxebarria, Pascual y Pérez apoyan este punto de vista, al considerar que la expresión shame se adentra en el campo o terreno de la guilt 82.
Por su parte, también Lamb ha demostrado la existencia de un campo en el que guilt y shame se superponen o efectivamente concurren, en relación con nuestras acciones y con la intención de cometerlas, sin perjuicio de la existencia de un amplio radio en el que shame se configura autónomamente. Es interesante el pensamiento de este autor, pues, en contra de la afirmación generalmente admitida, considera que shame no puede ser considerado en todos los casos una emoción, como por ejemplo cuando se hacen afirmaciones como la siguiente: “ He brought shame upon himself ”. Expresiones como esta, sea en relación con el sujeto mismo o con terceros, no significan que el sujeto sienta shame o que se asocien las características propias de shame como una emoción. Desde esta premisa, Lamb distinguirá luego el radio de acción de shame y guilt 83.
Así, puede haber un sentimiento de culpa y vergüenza tratándose tanto de nuestras acciones como de nuestras intenciones. Pero existe un amplio radio de acción en el que shame opera sin que concurra guilt , como en las acciones involuntarias, en disposiciones de carácter que uno posee (como la cobardía), tratándose de nuestra apariencia, nuestros orígenes humildes, por la acción de otros, e incluso por la acción de los órganos políticos mismos. En todos estos casos, la vergüenza no cumple un papel o rol de naturaleza moral 84. Ya habíamos examinado, en cualquier caso, la diferenciación que algunos proponían entre la vergüenza natural y la moral.
Agrega Cairns, a modo de conclusión, que, incluso si la distinción entre la autoevaluación centrada en qué se es y aquella centrada en qué se hace es sostenible en abstracto, la diferenciación no se traduce en un criterio absoluto para la separación de la vergüenza de la culpa en el uso ordinario; de modo que piensa que es mejor asumir que, aunque en el inglés shame y guilt pueden ofrecer una distinción fenomenológica por virtud de diferentes asociaciones y connotaciones, el uso ordinario prueba que hay un área en la que no pueden ser separados ambos conceptos. La tradicional dicotomía entre “ Yo no debería haber hecho esto” (centrado en el yo, “ I should not have done that ”) y “Yo no debería haber hecho esto” (centrado en el acto, “ I should not have done that ”), para Cairns, no equivale a una distinción definitiva entre un concepto que es fundamentalmente no moral y otro que sí lo es, o entre uno que concierne solamente a las sanciones externas y otro que está basado en la conciencia individual.
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