Dodds quiere destacar el período arcaico como una cultura de la vergüenza, por cuanto en ella el énfasis siempre está puesto en la sanción externa, en la pena, en el sufrimiento y en la culpa heredada. Agrega que ello sin duda se debió al carácter jurídico de Grecia, pues la ley criminal precedió a la civil, agregando además que la justicia divina no tenía en cuenta para nada las debilidades humanas. Y señala que, por ejemplo, la expresión “amor a Dios” estaba ausente, apareciendo recién con Aristóteles 42. Adkins, a su turno, se limita a seguir en este punto a Dodds, aunque razonando en relación con la sociedad de tiempos homéricos. En efecto, como explica el autor, tanto los valores como las sanciones en Grecia decían relación con ciertos estándares de conducta frente a los otros: “ Thus the neglect of intentions which is necessitated in certain important circumstances by the state of Homeric society is reinforced by that society’s standard of values ”. Luego, la peor sanción para los héroes homéricos era la exposición a la sanción pública y, en este sentido, se trataría de una cultura de la vergüenza 43.
II. LA PERSPECTIVA PSICOLÓGICA
A. ¿Tiene base biológica la diferencia?
Siguiendo a Barret, las tesis que abordaremos en el apartado siguiente han generado otras discusiones, aunque en el estricto plano de la psicología 44. Así, por ejemplo, se ha discutido en relación con los requisitos cognitivos necesarios para el desarrollo de tales emociones. Los principales puntos de vista sobre esta cuestión son sustentados por tres autores: Arnold Buss, Jerome Kagan y M. Lewis 45. Este último autor 46, refiriéndose al problema de la culpa y la vergüenza, entiende que hay cuatro requisitos necesarios para el establecimiento de estas emociones: desarrollo de la autoconciencia, del concepto de reglas, estándares y objetivos; evaluación de su propio comportamiento de acuerdo con dicho conjunto de reglas, estándares y objetivos, y capacidad de enfoque en la totalidad de uno mismo o en una conducta o acto determinado. Lewis piensa que las primeras emociones surgen como consecuencia de las primeras necesidades del sujeto, pero solo al final del segundo año de vida el niño desarrolla la capacidad para autoevaluar su propio comportamiento, como reflejo de la autoconciencia, lo que permite la capacidad cognitiva de reglas, estándares y objetivos, mientras que la autoevaluación de las emociones aparecería cerca del tercer año de vida. De este modo, la culpa supondría la adquisición de habilidades necesarias para evaluar el propio comportamiento de acuerdo con las reglas, objetivos y estándares establecidos.
Y Kagan 47, por su parte, se pregunta si un niño se encuentra biológicamente preparado para mostrar un sentido moral al cumplir su segundo año de edad. En su opinión, del hecho de que el niño exprese a los dos años empatía por la angustia de otros y ansiedad por el quebrantamiento de reglas debe concluirse que existe una base biológica que prepara para juzgar los actos como buenos o malos, en el mismo sentido que un niño de dos años está preparado biológicamente para la utilización del lenguaje: “ Because linguistic competence requires a prior maturation of relevant cognitive abilities, it is likely that a sensitivity to right and wrong can not appear until children are able to infer posible causes and feeling states in others and to anticipate the reactions of adults to their actions ”. La maduración de tales habilidades se produciría, con independencia del contexto cultural, cerca de los dos años de vida 48.
B. Las tesis sobre las diferencias
Sobre este punto de vista y sin perjuicio de lo que hemos dicho sobre αἰδώς, tales diferenciaciones han sido analizadas en primer lugar desde el punto de vista de la psicología y la filosofía. Siguiendo la sistematización de Pascual, Etxebarria y Pérez, pueden identificarse cinco puntos de vista para establecer las diferencias entre culpa y vergüenza. Abordaremos aquellos que nos han parecido más significativos, de acuerdo con los propósitos de nuestra investigación 49.
1. Primer criterio: los distintos tipos de faltas
Según esta tesis, en todos los casos de vergüenza hay una evaluación negativa de uno mismo respecto de algún ideal, y el catalizador puede encontrarse tanto dentro como fuera de uno mismo. Desde la perspectiva de algunos psicoanalistas, la vergüenza puede diferenciarse de la culpa –a pesar de traducirse ambas en normas internas de conducta–, a partir de las relaciones entre el yo, el yo ideal y el superyó.
Según Piers y Singer, por ejemplo, las diferencias se expresan en los siguientes aspectos: a) en la vergüenza hay una tensión entre el yo y el yo ideal, no entre el yo y el superyó, como en la culpa; b) la culpa se presenta cada vez que se transgrede un límite fijado por el superyó, la vergüenza se produce cuando un objetivo, fijado por el yo ideal, no es alcanzado; c) para el subconsciente, la amenaza irracional implica ansiedad de abandono en la vergüenza, y mutilación (o castración) en la culpa; d) la ley del talión no deriva de la vergüenza, como sí lo hace de la culpa, que importa una transgresión. Así, en Singer y Piers, el yo ideal está formado por la internalización de las ideas de amor de los padres y reforzado por la identificación con los parientes y el grupo al que el individuo pertenece; en cambio, el superyó está formado por la internalización de las prohibiciones y sanciones de los padres. De ello estos autores derivan la distinción entre falla y transgresión, uno de los criterios para diferenciar culpa y vergüenza. La vergüenza acompaña la falla, pues se refiere a los objetivos e ideales y la culpa se configura por la transgresión de las prohibiciones 50.
Puntualiza Cairns, lo que nos parece correcto, que la diferenciación de Singer y Piers, entre culpa y vergüenza, arranca de la distinción entre el yo ideal y el superyó, lo que no es admitido por todos los psicoanalistas. De hecho, Freud llegó a utilizarlos indistintamente 51.
Como fuere, decir que tanto la vergüenza como la culpa corresponden a una función del yo ideal frente al superyó, como en Singer y Piers, implica que ambos envuelven una evaluación de uno mismo. Según estos autores, se trata de una cuestión de actitud interna del sujeto. Si se mira el acto primariamente como la transgresión de una prohibición, habrá culpa; si, en cambio, se mira el asunto primariamente con el sentido de alcanzar un objetivo admirado, constituirá vergüenza 52. Dicho de otra manera, siguiendo a Mascolo y Fischer, en la vergüenza, una persona evalúa su yo tras haber fallado estándares asumidos en la sociedad, mientras que en la culpa uno se evalúa sí mismo cuando existe responsabilidad derivada de una infracción moral 53.
Uno de los principales sostenedores posteriores de esta tesis es Lazarus. De acuerdo con su pensamiento, tanto la culpa como la vergüenza representan emociones de tipo social, que están envueltas en las relaciones con los otros, pero la diferenciación se encuentra en el tipo de norma vulnerada. Así, la culpa se genera haciendo o queriendo algo que es considerado como moralmente rechazable, es decir, hay culpa cuando se transgrede un imperativo moral. El sentimiento de culpa surge, por su parte, cuando uno cree que ha actuado de una forma moralmente deficiente, más aún cuando con nuestra conducta se ha causado un daño o perjuicio a otro. De modo que la transgresión de un imperativo moral envuelve siempre el sentimiento de culpa. La vergüenza, en cambio, surge cuando se ha fallado el yo ideal. En la vergüenza se siente desgracia y humillación ante la opinión de alguien que reviste gran importancia para nosotros, como nuestros padres o los padres sustitutos, que son la fuente primigenia del yo ideal. De este modo, basta con considerar que se ha vulnerado dicho ideal para que surja el sentimiento de vergüenza. No considera Lazarus necesaria la presencia física de la figura de autoridad, sino que “ it is only necessary that we imagine how that figure would react to what we have done or not done ” 54.
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