Francisco Hernández - La alimentación de los antiguos mexicanos en la Historia natural de la Nueva España

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Historia natural de Nueva España de Francisco Hernández es, de alguna manera, viajar por México y recuperar una etapa de su historia. Con un poco de imaginación podemos acompañarlo en sus largos recorridos por Morelos, Tlaxcala, Puebla, Veracruz, Guerrero, Oaxaca, Michoacán y Colima. A lo largo de seis años visitó numerosas poblaciones a las que se trasladó desde la ciudad de México en una litera sostenida por dos mulas.Las motivaciones de Hernández sobre todo dos: cubrir con las encomiendas de Felipe II que lo instruyó para que recuperara los conocimientos de los médicos indios y satisfacer su propia curiosidad científica, pues evidente Hernández mostraba interés por todo lo que veía y en su intento de conocer a fondo lo que presentaba ante sus ojos preguntaba, olía, degustaba e incluso aplicaba en sí mismo mucho de los remedios indígenas.

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Francisco Hernández hubo de conformarse con dedicar varios días para recuperar de las pinturas murales del palacio principal, las muchas plantas que ahí quedaron plasmadas como testimonio del conocimiento y amor que tenía Nezahualcóyotl por la naturaleza.

Hubo también importantes jardines en Anáhuac, como el que se localizaba cerca de las casas de Moctezuma, el de Iztapalapa formado por su hermano Cuitláhuac y el de Chapultepec que es el único en la ciudad que conserva en parte su vocación original. Debieron de existir otros lugares de aclimatación de plantas.

Escuchemos la voz de Bernal Díaz refiriéndose a los jardines y huertos de Iztapalapa:

Después de bien visto todo aquello, fuimos a la huerta, y jardín, que fue cosa muy admirable vello, y pasallo, que no me hartaba de mirarlo, y de ver la diversidad de árboles, de los olores que cada uno tenía, y andenes llenos de rosas, y flores, y muchos frutales, y rosales de la tierra, y todo muy encalado, y lucido de muchas maneras de piedras, y pinturas en ellas, que había harto que ponderar, y de las aves de muchas raleas, y diversidades que entraban en el estanque. Digo otra vez, que lo estuve mirando, y no creí, que en el mundo hubiese otras tierras descubiertas como estas, porque en aquel tiempo no había Perú, ni memoria de él. 13

La creación de estos jardines, que además de un fin ornamental tenían como objeto reunir plantas provenientes de los más lejanos lugares para su estudio, se adelanta con mucho a los países europeos. Si bien había antecedentes importantes respecto del conocimiento de la historia, como lo evidencian los trabajos de Plinio, comentados por cierto en un tomo completo por el propio Francisco Hernández, esta tradición se interrumpió en parte, de tal manera que en el momento de la Conquista no había en Europa un equivalente a los jardines botánicos mexicanos. El conde Gian Rinaldo Carli (1720-1795) sostiene en sus Cartas Americanas que el jardín botánico que se fundó en Padua a partir de un decreto de 1543, así como otros jardines europeos, pudieron tener como modelos los jardines establecidos por los antiguos mexicanos. 14

El lugar de aclimatación de plantas por excelencia fue Oaxtepec. Ahí encontró Francisco Hernández motivos para ampliar su investigación. La Crónica mexicana de Hernando Alvarado Tezozomoc nos permite acercarnos a la manera en que fue llegando a este lugar toda clase de plantas tropicales. Ahí narra que después de una de las más graves sequías que ocurrieron en la etapa previa a la Conquista, Moctezuma Ilhuicamina envió a Cuetlaxtlán (ubicado en Veracruz) mensajeros para que llevaran “con raíces para transplantar en Huaxtepec” “árboles de cacao y de hueynacaxtli [...] y las rosas y árboles de yoloxóchitl...” También trajeron “Izquixuchitl, Cacahuexóchitl, Huacalxuchil, Tlixuchitl y Mexochitl”. Éstas son algunas de las flores a las que se refiere Francisco Hernández en su “Historia natural de las plantas ”.

Junto con las plantas, llegaron los indios de aquella región para sembrarlas con tanto éxito, que si en tierra caliente se daban en siete años cumplidos, en Oaxtepec se dieron en dos o tres años, por lo que “se admiraron los propios de la costa”. 15 Esto permite aquilatar la fertilidad de las tierras del actual estado de Morelos. Se aclara así el comentario de Hernández al referirse al la izquixóchitl , de la que afirma “que nace en regiones cálidas, aunque también se halle en las frías debido al cuidado de los reyes [indígenas] y por humana industria florece todo el año’.

Oaxtepec se convirtió después en un centro de investigación en medicina herbolaria y continúo funcionando como hospital después de la llegada de los españoles; ahí encontró Hernández interesantes fuentes de conocimiento. Finalmente hay datos que permiten ubicar un bosque con árboles de aplicación medicinal en la región purépecha, cerca de Tzintzuntzan. Es posible que los matlazincas tuvieran también centros de aclimatación de plantas en el valle de Toluca.

Por estas y otras muchas razones, algunos especialistas como la arqueóloga Yoko Suguira afirman que la revolución botánica debida a los científicos mesoamericanos es equivalente a la revolución tecnológica europea de aquellos tiempos.

Las plantas en la Historia natural .El solo hecho de que en la Historia natural de Nueva España se dedique tan gran número de entradas a las plantas, indica la fuerte presencia que éstas tenían en la vida de los antiguos mexicanos. Respecto a las que tenían uso comestible, recordemos, al hacer la lectura, que el propósito principal de Hernández era documentar las plantas con usos medicinales. Esto significa que habría un número mucho mayor de plantas consignadas, pero aun así son significativas las que aquí hemos seleccionado.

Llama la atención la permanencia de un buen número de ellas en la dieta actual de los mexicanos. Quizá en algunos casos, como en el del camote, ha disminuido su importancia. Francisco Hernández se refiere largamente a estas raíces que incluso dan lugar a un género, el de las raíces tuberosas. Al mencionar los nombres que los describen, comenta: “son nombres impuestos hace muchos siglos según la variedad de colores”, lo que significa que el protomédico reconoce la existencia de una clasificación intencional.

Ahí aparece el que es rojo por dentro y blanco por fuera: acamotli ; el que tiene la piel púrpura y el interior blanco o ihaicamotli ; el amarillo con rojizo: xochicamotli o camote de color de flor; los rojos por dentro y por fuera, el que es morado, y el que es completamente blanco, llamado camopalcamotil o poxcauhcamotli . El tono morado es y era tan llamativo, que Alonso de Molina registra la palabra camopalli para referirse al color morado oscuro. Desde entonces, por cierto, se preparaba con miel como puede leerse en la Historia general de las cosas de la Nueva España, cuyos libros octavo y décimo primero son indispensables para tener un panorama más completo de la alimentación indígena.

Hay plantas que llamaron especialmente su atención. Es el caso del maíz; ahí se deshace en elogios: “no entiendo cómo los españoles, imitadores diligentísimos de lo extranjero y que tan bien saben aprovechar los inventos ajenos, no han adaptado todavía a sus usos ni han llevado a sus tierras y cultivado este género de grano...” Lo considera “sobremanera saludable tanto para los sanos como para los enfermos”; señala lo fácil que se cultiva y cómo crece “casi en cualquier suelo”; además “está poco sujeto a los perjuicios de la sequía” Mediante el maíz, añade, los españoles “podrían tal vez librarse del hambre y de los innumerables males que de ella derivan”. Anota que en las ilustraciones podrán verse los distintos colores de maíz; aquí sentimos de nuevo que incendios, polillas, descuidos y otras vicisitudes nos hayan privado de esas imágenes. Si se reúnen los atoles que menciona Hernández, y los que aparecen en la obra de De Sahagún, se puede tener una buena lista. No sorprende entonces que en la actualidad haya tantos como para hacer un recetario completo.

Respecto del maguey también es expresivo Hernández. La clasificación agrupa las distintas variedades en el género metl , que es su nombre en náhuatl; maguey es el nombre que se le daba en las Antillas. Para Hernández y muchos otros cronistas, naturalistas y viajeros se trata de un portento de la naturaleza; como “árbol de las maravillas” lo califica José de Acosta en su Historia natural y moral de las Indias . El protomédico afirma que esta planta sola “podría fácilmente proporcionar todo lo necesario para una vida frugal y sencilla”, y más adelante añade: “no hay cosa de mayor rendimiento”. Maíz y maguey son plantas de uso múltiple, y sin duda este hecho llamó su atención, seguramente porque implica un amplio conocimiento de la naturaleza por parte de los antiguos mexicanos.

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