1 ...6 7 8 10 11 12 ...16 La célebre obra de Ginzburg, Il formaggio e i vermi. Il cosmo di un mugnaio del ‘500 (El queso y los gusanos. El cosmos de un molinero del siglo XVI), que salió a luz en Turín, en 1976, y fue traducida a veintitrés lenguas, muestra cómo la investigación sobre un individuo atípico y marginal permite una hipótesis general sobre la cultura campesina de la Europa moderna preindustrial en un periodo marcado por diversos procesos: la invención de la imprenta, que permitió confrontar los libros con la tradición oral; la Reforma, que promovió la audacia para comunicar lo que se pensaba; y la Contrarreforma, que hizo aflorar un sustrato subterráneo de la cultura campesina. El propio título del libro da voz al personaje anónimo, que a partir de allí deja de serlo, Domenico Scandella —alias Menocchio—, sobre el cual se ha estrenado recientemente una película.
Este magnífico libro se conecta con los dos primeros sobre brujería que mencionamos al inicio (véase Serna & Pons, 2000) y juntos constituyen una muestra de cómo estudiar la cultura popular o la historia desde abajo, como la denominó el historiador inglés E.P. Thompson (Sharpe, 1991; véase también Ginzburg, 1984). Justamente, al historiador italiano, al revisar la documentación del Archivo de la Curia Episcopal de Udine, le llamó la atención un expediente que era cuatro o cinco veces más voluminoso que los demás, lo que lo llevó a trabajarlo años después. Pero, también, tiempo después lo hizo objeto de reflexión, y es eso lo que encontramos en el libro Tentativas. El queso y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis de las culturas subalternas (Ginzburg, 2014b). Cabe decir que Menocchio resulta ser una suerte de humanista popular o campesino, que combina la cultura letrada de las élites con la cultura oral, naturalista y materialista propia del mundo rural.
La microhistoria es, en esencia, una práctica historiográfica con referencias teóricas múltiples y eclécticas que se basa en la reducción de la escala de observación, es decir, supone un análisis microscópico o microanálisis de la realidad que requiere un estudio intensivo del material documental (Levi, 1996b). Se trata de un procedimiento analítico aplicable en cualquier lugar, independientemente de las dimensiones del objeto analizado, que consiste en tomar un punto focal —que puede ser un acontecimiento, un documento, una vida— para comprender la totalidad del escenario social. A partir de allí, desarrolla un tránsito desde el punto focal de atención hacia todo el escenario y, desde el escenario, retorna nuevamente al punto focal de atención. Según Jacques Revel, se trata de un «juego de las escalas» (2005). De esta manera, la observación microscópica permite la visibilidad de elementos antes no vistos o dar significados nuevos a los ya vistos para hacer generalizaciones.
Como señala Levi, la reducción de la escala se usa para entender la historia general y para generar preguntas y respuestas que puedan ser comparables con otros contextos. En este sentido, la microhistoria es diferente a la biografía histórica y a la historia local, con las cuales muchas veces se la confunde. Es más, el término tiene su propia historia de usos y significados, como ha mostrado Ginzburg (2010b). Todo ello posibilita construir una conceptualización más fluida, una clasificación menos perjudicial de lo social y lo cultural; evita las polarizaciones, las tipologías rígidas y la búsqueda de características típicas; y, al mismo tiempo, rechaza las simplificaciones. Cabe señalar que la microhistoria tuvo un gran impacto en Europa y Estados Unidos, pero mucho menos en América Latina.
Ginzburg tiene una capacidad para retomar y repensar los temas que ha tratado antes, para someterlos a examen nuevamente. Microstoria to Sekaishi: Rekishika no Shigoto ni tsuite (Microhistoria e historia universal: sobre la técnica del historiador), editado por Tadao Uemura, en Tokio, en 2016, o Exploring the Boundaries of Microhistory, publicado en Taipei (2017b), reflejan esta vocación. Solo que ahora se enfoca la microhistoria en relación con el debate historiográfico contemporáneo sobre la historia mundial o la historia global.
Otro rasgo de El queso y los gusanos es su preocupación por la narración (Serna & Pons, 2019), que se manifiesta en la manera en que el historiador incorpora al relato los procedimientos de la investigación, las limitaciones documentales, las construcciones interpretativas, los itinerarios de la argumentación; en suma, lo propio del quehacer historiográfico. De esta manera, el lector entra en diálogo y participa en la totalidad del proceso de construcción del razonamiento histórico. Para Ginzburg este libro pretende ser tanto una historia como un escrito histórico y, en este sentido, está dirigido tanto al lector común como al especialista; así, muestra el regreso de la narración, pero desmarcándose de la narrativa positivista. Esta obra dialoga con La herencia inmaterial. La carrera de un exorcista en el Piamonte del siglo XVII, de Giovanni Levi (1996a); El retorno de Martin Guerre, de Natalie Zemon Davis (2008); o La gran matanza de gatos, de Robert Darnton (1985); aunque estos dos últimos tienen una impronta más geertziana (Serna & Pons, 2005, pp. 109-144). Para Cliford Geertz, la cultura es una suerte de tejido de significantes cuyo significado debe ser buscado por una ciencia interpretativa que es la antropología y el método que propone para lograrlo es la «descripción densa». Dicho método guarda grandes similitudes con el método microhistórico por el análisis microscópico, detallado y exhaustivo del objeto de estudio. Asimismo, la obra de Ginzburg, devenida en un clásico de la historiografía, dialoga también con la obra del historiador francés Emmanuel Le Roy Ladurie (1998) sobre la aldea occitana de Montaillou en la Edad Media, solo que desde una antropología muy diferente de la geerziana.
La historia del arte es otro de los campos que surca diestramente Carlo Ginzburg, quien, en Indagini su Piero. Il Battesimo, il ciclo di Arezzo, la Flagellazione di Urbino (Pesquisa sobre Piero. El Bautismo, el ciclo de Arezzo y la Flagelación de Urbino), de 1981, plantea que la atribución de la autoría de una obra artística se puede establecer a partir de la identificación del comitente, es decir, de quien pide o encarga la obra. A partir del análisis de tres obras que atribuye al famoso pintor italiano del Renacimiento, Piero della Francesca, plantea un método que es una contribución a la historia social del arte. Para ello, con gran versatilidad, recurre a la teoría del arte a partir de los trabajos clásicos de Erwin Panofsky y Ernst Gombrich, entre otros.
El libro Miti, emblemi, spie. Morfologia e storia (Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia), aparecido en Turín, en 1986, reúne diversos ensayos. Uno de ellos, de gran importancia, es «Indicios. El paradigma indiciario», en el que Ginzburg plantea el problema de cómo acceder al conocimiento del pasado mediante diversos indicios, signos y síntomas a partir del conocedor de arte Giovanni Morelli, el fundador del psicoanálisis Sigmund Freud y el célebre inspector Sherlock Holmes, personaje de la obra del escritor escocés Arthur Conan Doyle. ¿Qué había en común entre estos tres personajes? Freud era médico, Morelli tenía un diploma en medicina y Conan Doyle había ejercido esa profesión antes de ser literato. La historia y la medicina, para hallar una respuesta al problema que investigan, deben fijarse en los detalles más mínimos. Según Ginzburg, «[e]l historiador es como el médico, que utiliza los cuadros nosográficos para analizar la enfermedad específica de un paciente en particular. Y el conocimiento histórico, como el del médico, es indirecto, indicial y conjetural» (1999, p. 148).
El autor no solo establece estrechos diálogos con la medicina sino también con la justicia. Un ejemplo de ello es su libro Il giudice e lo storico. Considerazioni in margine al processo Sofri (El juez y el historiador. Consideraciones al margen del proceso Sofri), publicado en Turín, en 1991, en el que establece las relaciones intrincadas y ambiguas que existen entre la labor del juez y la del historiador a partir del caso judicial que condenó a su amigo, el intelectual de izquierda Adriano Sofri, acusado de terrorismo con pruebas bastante dudosas14. En este sugerente texto, el historiador italiano revisó las reflexiones que autores como Marc Bloch y Lucien Febvre habían llevado a cabo comparando la labor del historiador con la del juez.
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