Este libro dialoga con otro muy interesante, aunque más criticado que elogiado: Storia notturna. Una decifrazione del sabba (Historia nocturna. Un desciframiento del Sabbat), que salió a la luz en Turín, editado por Einaudi, en 1989, y fue traducido a doce idiomas. Dicha obra tuvo una nueva edición en Milán, en 2017, y contó con un nuevo posfacio. En esta investigación, Carlo Ginzburg recurre al método de comparación, siguiendo la senda trazada por el historiador francés Marc Bloch. Sobre este maestro que inspiró su profesión y muchas reflexiones de su obra, Ginzburg publicó Cinco reflexiones sobre Marc Bloch, en 2015. Precisamente, el prólogo a la edición italiana de Los reyes taumaturgos es muy sugestivo: ahí se muestra cómo la creencia en el poder curativo del toque real, que es el centro de la obra, es una falsa noticia (Ginzburg, 1973) —fenómeno que Bloch había estudiado previamente en su trabajo sobre la Primera Guerra Mundial y la falsa noticia (2004)—. La impronta de los Annales en la obra de Ginzburg es muy importante y sobre todo la de este fundador de la escuela francesa10.
Detrás de esta elección temática, muchos años después, Carlo Ginzburg reconoce que el recuerdo de la guerra y la persecución antisemita jugaron un rol importante. La analogía entre brujas y judíos era inconsciente, y tal vez eso le habría permitido profundizar, como lo hizo, en este objeto de estudio. Yo incluiría a los herejes para completar la tríada, tema al que se dedicó su maestro Cantimori. Y este es otro de los rasgos del taller del historiador de Ginzburg: reflexionar permanentemente sobre su propia investigación, apelando a aspectos autobiográficos. Se trata de una suerte de «egohistoria», como dirían los franceses, pero que al mismo tiempo hace partícipe al lector de sus descubrimientos y su proceso de razonamiento en un estilo muy personal. Esto lo hemos podido apreciar en las dos magníficas conferencias que nos ofreció en el marco del Coloquio Interdisciplinario de Humanidades en la PUCP y en el Instituto Italiano de Cultura.
La importancia que otorgó Ginzburg a los documentos inquisitoriales no solo se aprecia en sus primeras obras históricas —en las que los utilizó como fuente— sino también en el hecho de que, en 1979, envió una petición al papa Juan Pablo II para que abriese los Archivos de la Inquisición. No logró una respuesta en ese momento, pero, en 1991, un grupo de universitarios lograron acceder a dichos archivos, los cuales se abrieron posteriormente, en enero de 1998, para uso de los investigadores acreditados. El cardenal Ratzinger, quien después fuera papa, atribuyó a la mencionada carta de Ginzburg un papel determinante en la decisión del Vaticano de permitir la revisión de los archivos inquisitoriales para la investigación histórica.
En 1970, en su obra Il nicodemismo. Simulazione e dissimulazione religiosa nell’Europa del ‘500 (El nicodemismo. Simulación y disimulación religiosa en la Europa del siglo XVI), Ginzburg se inspira en un tema religioso tratado por su maestro Delio Cantimori, a quien dedica el volumen, para estudiar las manifestaciones de la simulación y disimulación religiosa en el contexto de la Reforma protestante, a través del caso del libro La Pandectae, de Otto Brunfels, aparecido en Estrasburgo, en 1527. Como sabemos, el término nicodémites fue acuñado por Calvino para referirse, en líneas generales, a los protestantes que aparentaban profesar un catolicismo público para evitar la persecución religiosa y por miedo al martirio. Este mismo fenómeno fue estudiado por Cantimori en el ambiente de los herejes en la Italia del siglo XVI y las discusiones que generó, y fue retomado por Ginzburg, quien complejizó mucho más su análisis. En esta obra podemos observar cómo la visión de la historia de Carlo Ginzburg es la de un territorio de contradicciones y ambigüedades, donde lo teleológico o las leyes universales no tienen cabida.
Otro de sus libros, al igual que el anterior menos conocido para un público hispanohablante, es Giochi di pazienza. Un seminario sul «Beneficio di Cristo» (Juegos de paciencia. Un seminario sobre el Beneficio de Cristo), publicado por Einaudi, en Turín, en 1975, junto con Adriano Prosperi (Ginzburg & Prosperi, 1975)11, un año antes de la famosa obra El queso y los gusanos. Prosperi es un reconocido estudioso de la Inquisición en Italia, a quien tuve la suerte de tener como profesor cuando seguí el doctorado en la Universidad de Florencia12. El libro es muy original, porque se basa en un seminario desarrollado en la Universidad de Bolonia por ambos historiadores, quienes se enfocaron en una obra, la que da título al libro, que fue el texto religioso más famoso y discutido durante el siglo XVI en Italia. En la elaboración también participaron los estudiantes, pues los juegos de paciencia del análisis textual y del descubrimiento erudito están llenos de intentos fallidos, incertidumbres, caminos de investigación e, incluso, errores. Se trata de un ejercicio experimental que realiza el investigador para medir las potencialidades de las conjeturas posibles a lo largo del camino de hallar la verdad. Es un juego de paciencia entre el presente y el pasado, entre los muertos y los vivos, entre los documentos y sus inquisidores.
Definitivamente estamos frente a un buen ejemplo de laboratorio historiográfico, pues, para Ginzburg, si bien en la historia y las humanidades, a diferencia de las ciencias experimentales, no se pueden realizar las demostraciones en un laboratorio, en el fondo sí se pueden desarrollar experimentos en una suerte de laboratorio historiográfico a través del razonamiento histórico sobre la base de conjeturas y pruebas que permitan hallar la verdad. Esta convicción se relaciona con sus renovadas reflexiones sobre el caso y su relevancia en la investigación, las cuales representan una nueva forma de enfrentar el estudio de lo particular13.
Cabe recordar, de la mano del historiador inglés Peter Burke, que la década de 1970 fue esencial para el desarrollo de la historiografía contemporánea por diversos factores (Aurell, Balmaceda, Burke & Soza, 2013; Burke, 2012). El posmodernismo abandonó el pensamiento único de la modernidad y el progreso; aparecieron un conjunto de epistemologías y metodologías diversas; y se empezó a considerar a la historia desde un punto de vista poliédrico, con el fin de liberarla de moldes académicos o metodológicos clásicos. Ginzburg investiga y escribe la historia dialogando o, más bien, discutiendo con la genealogía del posmodernismo anterior a la década de 1980: el posestructuralismo de Michel Foucault, el deconstruccionismo de Jacques Derrida, la nueva hermenéutica de Paul Ricœur y Michel de Certeau o las derivaciones del giro lingüístico, como es el caso de Hayden White; autores que influyeron en el cambio de la forma de concebir y escribir la historia.
Un diagnóstico que apareció en 1979, obra del historiador inglés Lawrence Stone, anunció la caída de los grandes paradigmas historiográficos (el marxismo, los Annales y la cliometría). La ruptura posmoderna y la crisis de la historia significaron, entre otras cosas, el cuestionamiento del estructuralismo, de la historiografía marxista y de la segunda generación de los Annales con Fernand Braudel, así como el desplazamiento del interés por las estructuras económicas y sociales hacia lo cultural, lo biográfico, el acontecimiento y lo particular. Es en este contexto historiográfico que debemos ubicar la obra del historiador que reseñamos.
En el norte de Italia surgió la microhistoria, la cual se desarrolló hacia 1970 en el marco de un debate político y de un debate cultural más general, sobre la idea de progreso y evolución social uniforme y predecible. Sus defensores fueron alrededor de quince historiadores en torno a la revista Quaderni Storici (véase Levi, 1993; Aguirre Rojas, 2003). Cabe decir que en el Perú no tenemos mucho conocimiento de la vitalidad de la historiografía italiana, salvo por sus más conspicuos representantes, tales como Giovanni Levi o Carlo Ginzburg, quienes nos han visitado y ofrecido importantes conferencias.
Читать дальше