La cena fue precedida y seguida por la conversación. El general Bonaparte dijo a los jeques que los árabes habían cultivado las artes y las ciencias en el tiempo de los califas, pero que ahora estaban en una ignorancia profunda y no les quedaba nada de los conocimientos de sus ancestros: el jeque Sadat respondió que les quedaba el Corán, el cual encierra todos los conocimientos. El general preguntó si el Corán enseñaba cómo fundir un cañón. Todos los jeques presentes respondieron osadamente que sí. 22
Si esa expresión puede considerarse una de las primeras formulaciones modernas del “corancentrismo” musulmán de la época como ideología islamista, es porque aparece en cuanto respuesta agresiva a la violencia del encuentro del islam con Occidente. En efecto, el islamista “tratará de probar que todos los descubrimientos científicos modernos están contenidos ya en el texto coránico en modo codificado. La consecuencia es que no sea culpa del Corán sino de los musulmanes, que no han sabido extraer de él la ciencia. Resultará de ello la convicción de que su fe se ha debilitado y su defección es la causa de que hayan declinado. En la persuasión de un déficit de fe dentro de la comunidad por tibieza de los creyentes se encuentra la profunda raíz del islamismo, el cual reacciona promoviendo “la santa obligación de ser más y más musulmán: ahí está la invención psicológica del supermusulmán”. 23Como lo dirá el mismo autor, a la desesperanza que se sigue de su sentimiento de inferioridad, aunado a la culpabilidad de una presunta tibieza, el supermusulmán no sabe encontrar más remedio que la solución ultrarreligiosa. En la figura del supermusulmán se produce un cambio diametral: “Una de las significaciones mayores del nombre «musulmán» es «el humilde». Ese es el núcleo ético fundamental del islam. Con el supermusulmán se trata, al contrario, de manifestar el orgullo de su fe a la faz del mundo: Islam pride . [Ese orgullo)] se traduce en demostraciones públicas: estigma en la frente, rezos en la calle, marcas en el cuerpo y en el vestuario, aumento de los ritos y de las prescripciones, todo ello da testimonio de la proximidad continua con Allah, 24evocado en todas circunstancias [ Allah akbar ]”. 25A los supermusulmanes podríamos llamarlos “allahantes”, propone Benslama: hacen todo en nombre de Allah, matan allahando . Comprendamos que el supermusulmán es todo un mutante: “Es el producto de un cambio de la humildad del humilde musulmán, que desde su humillación alcanza una superioridad que desprecia la vida y desea la muerte, con el fin de realizar el reino de Dios, aquí y ahora”. 26
El yo del supermusulmán, su “sujetidad” (su estatuto de sujeto) se forja en dos etapas, explica Benslama: la desidentificación y la reidentificación. Su identificación con la humildad cede el paso a su nueva identidad, la de orgulloso ejecutor de los designios de Dios sobre la Tierra. Movido por la obsesión de que “el poder pertenece a un Dios cuyo juicio se ejerce continuamente a través de sus castigos”, 27el supermusulmán se descubre el deber de ejecutar la sanción, hasta la pena de muerte, que él supone dictada por Dios contra sus enemigos; y sus enemigos son dos, recuerda Benslama: el occidental y el “occidentado”. Pero la reidentificación pura no basta: el supermusulmán busca una sobreidentificación, siendo más creyente que los creyentes, y una “inidentificación”, la cual lo lleva a dejar de identificarse con la especie humana en cuanto impura y alejada de Dios. “En los atentados suicidas”, comenta Benslama, “la destrucción de la forma corporal humana y la del otro, reducida a pedazos, corresponde a una disyunción con la especie humana”. 28El kamikaze piensa que, totalmente desindividualizado por su explosión y por la explosión del otro (“el otro” que, como Lacan lo explica, es normalmente su espejo), él entra “en el goce absoluto de un cuerpo místico que tiene un acceso directo a Dios, el del mártir, tal como el islamismo lo ha interpretado”. 29Ahí tenemos toda la explicación del “furioso deseo de sacrificio” que persigue el yihadista como ceremonia ritual y como consumación de la sublimación de su venganza en venganza divina.
Permítasenos sintetizar al extremo el análisis de Fethi Benslama diciendo que el islamista, el supermusulmán, el yihadista (tres nombres del mismo individuo) vive intoxicado de religión y muere de sobredosis.
1. Es la versión francesa la que nos sirvió de referencia, la ya citada Le Coran . Como es costumbre, las suras serán señaladas en números romanos y los versículos en arábigos, por ejemplo: XVIII-110. A menudo suprimiremos la mención explícita al Corán, bastando la secuencia de los dos tipos de numeración para hacer saber que se trata del Libro.
2. Cf. también, entre otros, IV-151, V-72, XXXI-13.
3. Jacques Monod, Le hasard et la nécessit é: essai sur la philosophie naturelle de la biologie moderne , París, Seuil, 1970, p. 32.
4. Jacques Monod, Le hasard et la nécessit é, pp. 160-161.
5. Ibídem, p. 157.
6. Ibídem, p. 158.
7. El tema de la alternativa, en sí, de la fe y el ateísmo es de una envergadura que rebasa en mucho nuestro propósito y, además, prácticamente no viene al caso. Aprovechamos sin embargo el momento para soslayar esa gran cuestión transcribiendo aquí este fragmento de la pluma de Jean d’Ormesson ( Comme un chant d’espérance , París, Gallimard, 2014, p. 87): “Al final hay que elegir, y todo se juega en esta elección: entre la nada labrada por el azar y Dios. No podemos saber nada sobre la nada antes del Big Bang ni de la nada después de la vida. Las cosas están tan bien entretejidas que el muro de Planck y el muro de la muerte son igualmente infranqueables. Pero podemos hacernos una idea de lo que es posible y de lo que es imposible. Si el universo es el fruto del azar, si nosotros no somos más que el conjunto de partículas perecederas ensambladas rápido y corriendo, entonces no tenemos la menor probabilidad de esperar absolutamente nada después de la muerte ineluctable. En cambio, si Dios y lo que sin mucha precisión llamamos su espíritu y su voluntad están en el origen del universo, todo es posible. Hasta lo más inverosímil. Por un lado, la certeza del absurdo; por otro, la probabilidad del misterio”. Sí, solo hay dos opciones: el absurdo y la esperanza.
8. Jacques Monod, Le hasard et la nécessit é, p. 185.
9. Ovidio, Metamorfosis , Madrid, Espasa Calpe, 2003, p. 244.
10. Baruch Spinoza, Traité théologico-politique , París, Garnier-Flammarion, 1965, p. 26.
11. Ibídem, p. 25.
12. Ídem.
13. Le Nouvel Observateur , París, 17 de enero de 2008.
14. Es cierto que las Sagradas Escrituras precisan que al momento de asesinar se debe tener el corazón frío y no agitado por la rabia. Esto es todavía más inaceptable, porque significa que lo abominable del acto es como puesto entre paréntesis para ejecutarlo sin escrúpulos ni remordimientos. De cualquier manera, previamente a la comisión del homicidio, la voluntad que lo preparó no puede menos que haberse nutrido de sentimientos de odio hacia su futura víctima, sentimientos necesarios para motivar la acción más ruin que pueda concebirse. Lo contrario no se entendería sino como movimiento puramente automático.
15. Le Nouvel Observateur , París, 17 de enero de 2008.
16. Fethi Benslama, Un furieux désir de sacrifice: le surmusulman , París, Seuil, 2016.
17. Ibídem, p. 67.
18. Ibídem, p. 69.
19. Ibídem, p. 74.
20. Fethi Benslama, Un furieux désir de sacrifice , pp. 75-76.
21. Ibídem, pp. 81-82.
22. Ibídem, p. 84.
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