CRÍTICA DE LA RADICALIDAD ISLAMISTA
El propósito de este libro es el estudio, con espíritu crítico, de las principales ideas que constituyen los fundamentos del islam. Espíritu crítico no significa humor acrimonioso ni ánimo despreciativo, sino, como Kant lo enseña, disposición al análisis libre de prejuicios y de tabúes. En tal perspectiva Francisco Bucio Palomino visita las concepciones y los valores que nutren los fundamentos del islam. Así, advierte de inmediato que, sin ser una debilidad privativa de esa cultura, de esa civilización, en la esencia del islam hay gérmenes de extremismo, algo que lo empuja a radicalizarse para sentirse realizado. El material estudiado en esta obra lo componen entonces principalmente los elementos teóricos que constituyen la trama ideológica del islam y en la cual se sostiene su naturaleza: las ideas que conforman su pensamiento, los valores y los ideales que movilizan su voluntad. Y lo que busca en ese material que analiza es el potencial de islamismo, es decir, el fondo de radicalismo que ahí yace. De ninguna manera Bucio Palomino pretende atacar al islam: trata de defender la civilización occidental contra los riesgos deletéreos de su influencia, trata de proteger nuestra identidad, basada en el racionalismo y en la necesidad de la democracia. Los análisis que el autor lleva a cabo confluyen en un punto de concordancia con la voluntad de reforma que reúne a los musulmanes más progresistas. Pocas de sus conclusiones serían desaprobadas por ellos. La intención no es hacer una evaluación de la civilización islámica contraponiendo defectos y cualidades, sino explorar sus bases y rastrear sus fundamentos para hacer luz sobre el mal que la gangrena. La motivación de fondo de esta obra es hacer ver la urgencia de un verdadero aggiornamento , lo que en nuestra época lleva el nombre de modernización.
Francisco Bucio Palominohizo todos sus estudios de filosofía en el Instituto Superior de Filosofía de la Universidad de Lovaina (Bélgica). Su tesis de doctorado se titula “De l’Ontologie phénoménologique à la psychanalyse existentielle, chez J.-P. Sartre” (“De la ontología fenomenológica al psicoanálisis existencial en J.-P. Sartre”). También hizo una maestría en Sociología en la Universidad de Montreal (Canadá), estudios que culminaron con la tesis “La Rationalité pervertie dans le travail scientifiquement organisé” (“La racionalidad pervertida en el trabajo científicamente organizado”). Enseñó filosofía en la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México; en la Universidad de Nuevo León, en Monterrey; en el Colegio de Enseñanza General y Profesional de San Lorenzo, en Montreal, y en la Universidad Michoacana, en Morelia. La mayor parte de sus publicaciones (colaboraciones en varias revistas) están en francés y tratan principalmente temas de metafísica, filosofía moral, filosofía de la historia, filosofía de la cultura y filosofía de la religión.
FRANCISCO BUCIO PALOMINO
CRÍTICA DE LA RADICALIDAD ISLAMISTA
La verdad confiscada, la libertad interceptada
Las civilizaciones islámica y occidental son afines. Sus respectivos valores son en principio convergentes. Podrían convivir una al lado de la otra, compartir un mismo territorio y enriquecerse mutuamente desde sus propias diferencias. Pero esa posibilidad parece muy comprometida por la presencia determinante del factor radicalista en la ideología islámica actual. El radicalismo como posición dogmática extrema se ha apoderado del islam de manera tal que entre los mismos musulmanes se ha acreditado la tesis de que el islam está enfermo, enfermo de islamismo, es decir de radicalidad. 1En tal situación, la convivencia de Occidente con el islam no solo es peligrosa, sino imposible. El radicalismo es vivido ante todo como una identidad, cuya pureza debe ser protegida contra los peligros de adulteración y, en nuestra época, sobre todo al contacto con la civilización occidental. A partir del sentimiento de fragilidad que lo embarga, el radicalista desarrolla una actitud belicosa y frecuentemente opta por la agresión. Agrede para destruir lo otro, lo no islámico, que querría hacer desaparecer para reemplazarlo por lo islámico.
Del lado occidental, la conciencia de la agresividad islamista es intermitente, aparece cuando se da cada agresión, pero se esfuma entre los atentados. Occidente toma nota de la agresividad islamista, pero parece desestimar su voluntad de islamización. De esa forma, carece de un proyecto de defensa de su identidad y solo reacciona frente a las amenazas contra su integridad física: parece no importarle islamizarse, para él solo cuenta defenderse contra los crímenes yihadistas. Por su lado, el islam tiene conciencia plena de lo que con razón considera peligro de occidentalización. El sentimiento de riesgo es tanto más agudo cuanto que, en la actualidad, la mundialización transporta valores occidentales. Estos son percibidos en todas partes tan característicos de Occidente como universales. El dato explica que, si entre los musulmanes moderados existe una serena aceptación de la especificidad occidental cuando hay que convivir con ella, los extremistas en cambio resientan la vulnerabilidad de su civilización. Para los primeros, occidentalizarse es modernizarse; para los últimos, es sencillamente desislamizarse.
La relación del islam con la civilización occidental se ve comprometida, decíamos, por causa del factor radicalista que lo parasita. El radicalismo del islam lo vuelve voluntariamente incompatible con otras culturas, principalmente con la nuestra. El coeficiente de radicalidad incide en el tenor de unicidad con que se reviste la diferencia: sintiendo absolutamente única (excepcional) su cultura, los radicalistas islámicos exacerban el sentimiento de su diferencia y absolutizan sus valores al grado de percibirlos como antivalores de los nuestros. La percepción inspira la vivencia y, transportada a la realidad, secreta una verdadera incompatibilidad entre las dos civilizaciones.
De ninguna manera deseamos atacar al islam; queremos defender nuestra civilización contra el elemento deletéreo de su influencia, que le cambiaría el alma y atentaría contra nuestra identidad. Los análisis que alineamos confluyen en un punto de concordancia con la voluntad de reforma que reúne a los musulmanes más progresistas. Pocas de nuestras conclusiones serían desaprobadas por ellos, y a menudo las formulamos en plena coincidencia con su posición. Mejor aún, casi todas las percepciones y los juicios, que desgranamos a lo largo de estos capítulos, encuentran su equivalente en textos firmados por autores musulmanes vanguardistas. Vale decir que si se sustrajeran de su doctrina y práctica los radicalismos (denunciados por muchos musulmanes), el “próximo islam” nos parecería muy frecuentable y el “lejano islam”, más respetable. En su estado actual, en cambio, atravesado por poderosas corrientes de radicalismo, su avecinamiento inmediato no puede menos que sernos peligroso, de un grado de toxicidad proporcional a su grado de extremismo, que puede medirse por su nivel de “apego simbiótico” al Corán y de aplicación acrítica de su mensaje. Metafóricamente dicho, el islam entreverado de radicalidad es impropio para el consumo de los occidentales, tanto como lo occidental es considerado por los musulmanes radicalistas nocivo al islam.
Seamos incisivos: la inmigración masiva islámica en Occidente necesariamente tendrá efectos. ¿Serán del orden de la occidentalización del islam o del de la islamización de Occidente? Muchos observadores del fenómeno, tan acreditados en la materia como Gilles Kepel, piensan que ese contacto prolongado con Occidente modernizará al islam. El autor sobreentiende que la influencia decisiva se realizará en un sentido, pero no en el otro. “Esta fase que se abre con el siglo XXI de la era cristiana verá sin duda la entrada plena del mundo musulmán en la modernidad, según modos de fusión inéditos con el universo occidental –especialmente por medio de las migraciones y de sus efectos, de la revolución de las telecomunicaciones y de la información–”. 2Hay pues quienes optan por la esperanza y es una apuesta muy válida, pero para muchos otros dicha inmigración, muy probablemente irreversible, de tantos millones representa ante todo una amenaza para nosotros, en la medida en que se trata de un islam moteado de islamismo , dado que este último es un elemento destructor de toda cultura diferente de la que él piensa representar con toda legitimidad.
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