Así que conté mi historia: una niña que no encajaba, criada como cristiana fundamentalista, abandona la iglesia, entra en la adicción, se rehabilita, conoció a un buen chico luterano, se convirtió en luterana, se convirtió en pastora luterana, comenzó una iglesia.
“Algunos de sus padres y pastores estaban realmente molestos de que yo estuviera aquí esta noche, hablándoles” les dije. “Pensaron que a alguien con mi pasado no se le debería permitir hablar con miles de adolescentes. ¿Y sabes lo que tengo que decir al respecto?” Hice una pausa. “Ellos tienen toda la razón”.
Silencio. Respiré hondo y continué. “A alguien con mi pasado de alcoholismo y abuso de drogas y promiscuidad y mentira y robo, no se le debería permitir hablar con ustedes. ¿Pero saben qué? A alguien con mi presente, quien soy ahora, tampoco se le debería permitir. ¡Soy una persona sarcástica, con tatuajes por todos lados, una persona enojada con una lengua de camionero! Soy una persona con tantas fallas a quien no se le debería permitir hablar con ustedes. ¿Pero saben qué?” pregunté. “¡Ese es el Dios con el que estamos tratando!”
El público juvenil se enloqueció. Los chicos aplaudían, gritaban, zapateaban. Se chiflaron.
La verdad sea dicha. Yo estaba asombrada. Ni siquiera creía que estuvieran escuchando. Les tomó un buen tiempo detenerse, y luego continué. “Déjenme contarles algo acerca de este Dios”. Les dije que este es un Dios que siempre ha usado a personas imperfectas, que este es un Dios que caminó entre nosotros y que comió con todas las personas equivocadas y besó a los leprosos. Les dije que este es un Dios que se levantó de entre los muertos y armó un asado de pescado en la playa con sus amigos y luego ascendió al cielo y está especialmente presente en las cosas más ofensivas: el trigo, el vino, el agua, las palabras. Les dije que este Dios nunca ha tenido sentido.
“Y ustedes tampoco necesitan tenerlo, porque este Dios los usará, este Dios los usará a todos, y no solo a sus fortalezas, sino que se va a valer también de sus fracasos y fallas. Sus debilidades son un terreno fértil para que un Dios perdonador haga algo nuevo y haga algo hermoso, así que nunca piensen que todo lo que tienen para ofrecer son solamente sus dones. Es eso lo que significa ser un luterano”. Chloe, ¿sabes lo que eres? Eres una luterana. Como yo. Una vez más, regresó la locura.
Más tarde, cuando bajé de la plataforma y regresé al palco del Superdome para escuchar a la banda que tocaba la música de cierre, los muchachos se me abalanzaron. Una chica con una sudadera rosa dos tallas más grandes que la suya lloraba. “Tengo quince años, y tú y yo tenemos la misma historia, y creo que me salvaste la vida esta noche”. La abracé y le dije que era hermosa.
Después de abrazar a lo que sentí como si fuera aproximadamente la mitad de todos los muchachos que estaban allí esa noche, encontré a mi esposo, Matthew, y lo abracé. Él había viajado un par de horas antes para ofrecerle apoyo a su esposa loca que estaba preocupada por tener que hablarles a adolescentes. Condujimos bajo un aguacero torrencial de regreso a nuestro hotel y nos sentamos en la quietud de nuestra habitación, comiendo tranquilamente el bistec que pedí para calmar mi hambre rabiosa postadrenalina.
“¿Qué acaba de pasar?” Le pregunté a Matthew.
Sin siquiera levantar la vista de su plato, solo dijo: “Que puedes hablarles a los adolescentes”.
A pesar de mi deseo de disfrutar de las comodidades de Tarsis, una tierra de adultos que entienden mis bromas y (quizás, a lo mejor, tal vez) piensan que soy genial, fui escupida a las orillas de la Nínive adolescente, y limpiándome el vómito en el que la ballena me había arrojado, di el mensaje que Dios me había asignado y sobreviví. A veces, el hecho de que no haya nada en ustedes que los convierta en las personas adecuadas para hacer algo es exactamente lo que Dios está buscando.
Todavía recibo regularmente, de parte de esos chicos, correos electrónicos y tweets y mensajes y cartas escritas a mano. No soy yo quien determina que las matemáticas funcionen. Es que no hay manera de tomar alguna habilidad que yo pueda tener como oradora pública, adicionarle el trabajo que puse en esa charla (muy poco, en realidad) y hacer que la suma sea lo que sucedió. Sin embargo, poco a poco empiezo a comprender que cuando las matemáticas no funcionan, es porque estamos caminando en un lugar que está fuera de la lógica de la causa y del efecto. Algunas personas lo llaman Terreno Santo.
Nos acercamos peligrosamente a la vanidad espiritual egoísta cuando decimos: “Dios me usó para hacer algo”. Pero quizás lo contrario también es cierto. Nos halagamos de manera igualmente desmedida cuando afirmamos que no podemos hacer las cosas difíciles que Dios pone ante nosotros.
Sin material de alta calidad con el cual trabajar, Dios opta por hacerlo a través de nosotros para otros, y en nosotros a través de otros. Esas son algunas de las travesuras extrañamente reconfortantes y desconcertantes en las que quedamos atrapados: Dios obliga al pueblo de Dios a verse a sí mismo como Dios lo ve, a hacer cosas que sabe que es incapaz de hacer, para que Dios pueda usarlo y transformarlo en recipiente humilde y generoso dador de gracia, para que pueda ser parte del gran proyecto de Dios en la tierra, para que ese mismo pueblo pueda encontrar una alegría inesperada en situaciones sorprendentes.
Para que a pastores a bordo de aviones se les recuerde a través de chicas con flequillo rosa y cicatrices, que deben superarlo. No son tan centrales.
1. Coliseo cubierto con capacidad para 74.295 espectadores ubicado en Nueva Orleans, Louisiana. (Nota del traductor)
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