White asumía que los constructores de túmulos del Occidente de Antioquia constituían una sociedad diferente y más adelantada que los chocoes, que en épocas precolombinas y en el siglo xvi se hallaban asentados en las tierras bajas del Atrato. Estos últimos, y no los constructores de túmulos, serían los ancestros de las comunidades indígenas que en el siglo xix poblaban las vertientes andinas (White 1884, 243). Destacaba el autor que aun cuando los españoles habían saqueado muchos túmulos, y los actuales habitantes abrían esporádicamente algunos de ellos, aún permanecían bastantes intactos, los cuales esperaban ser explorados científicamente. White seguramente excavó varios de ellos, y se sabe que remitió numerosas piezas arqueológicas provenientes del occidente colombiano al Museo Británico (Botero 2006, 146 y 172).
Para la época, en Frontino se ofrecía a los viajeros extranjeros la posibilidad de excavar guacas con la finalidad de obtener antigüedades indígenas. En 1869 el médico francés Charles Saffray refería haber participado en una jornada de guaquería en el valle de Guaca, en la cual extrajo “vasos de tierra parda o negra, notables por la elegancia de la forma, la originalidad de los adornos, las curiosas imágenes y el barniz inalterable que los cubre […] así mismo objetos de oro, por demás interesantes desde el punto de vista de la ejecución” (Saffray 1948, 19) (véase figura 2.1). Una jornada semejante realizó en 1873 el suizo Constant Philippe Étienne (1887, 122) por la cuenca del río Sucio (Dabeiba) y Buriticá, en la que recolectó muestras minerales, objetos etnográficos y piezas arqueológicas obtenidas en antiguas tumbas, de las cuales no obstante se desconocen las características.
Figura 2.1 Piezas de oro obtenidas por Charles Saffray en el valle de Guaca (Frontino)
Fuente: Tomada de Saffray (1872, 134).
Según Parsons (1996, 60), a finales del siglo xix Frontino fungía como “cuartel general” de los extranjeros que venían a recolectar muestras o efectuar observaciones científicas en esa región de los Andes. Como hemos dicho, varios de ellos se interesaban igualmente por obtener antigüedades indígenas. En la colección del Museo Británico figura un “molde de piedra” con figuras talladas proveniente de Frontino, donado o vendido por el naturalista alemán Hermann Hopf.12 Asimismo, el geógrafo alemán Fritz Regel, en compañía de John Heinrich White, por entonces director de la mina de oro de veta de El Cerro en Frontino, recorrió en 1896 la cuenca superior del río Sucio, destacando la gran cantidad de “huacas” en el paisaje (presumiblemente túmulos funerarios), así como las labores de excavación de una enorme tumba indígena que efectuaba el minero inglés William Goyen en El Pital, Dabeiba.13 Regel adquirió varios objetos arqueológicos durante este recorrido, pero desconocemos sus características (Regel 1897; 1898, 155).
Viajeros más especializados, como el etnólogo alemán Adolf Bastian, se dieron a la tarea de recolectar personalmente piezas arqueológicas para alimentar las colecciones de museos estatales y soportar sus tesis sobre arqueología y etnología americanas. Bastian, por entonces director del Museo Etnográfico de Berlín, realizó un viaje por Colombia entre 1875 y 1876, efectuando recorridos por el Valle del Cauca, Antioquia, el Chocó, el Magdalena Medio, Cundinamarca y Boyacá. Entre Apía y Pueblo Rico obtuvo algunas piezas de cerámica recuperadas por guaqueros antioqueños que fueron a engrosar las colecciones de su museo (Bastian 1878, 271).14 En Medellín, conoció las colecciones privadas de los anticuarios Manuel Uribe Ángel, Leocadio María Arango y Daniel Botero, y logró comprar algunas piezas y recibir otras como obsequio. Asimismo, interesado por obtener listados de palabras en lengua chocó, entabló relación con el médico Andrés Posada Arango, quien había publicado en 1871 un vocabulario en su Ensayo sobre los aborígenes del Estado de Antioquia en Colombia, presentado ante la Sociedad de Antropología de París (Posada 1871). También conoció a Robert White, de quien supo sobre la existencia de túmulos funerarios en “Fronteiro” (Frontino), Murrí y las cordilleras del Chocó (Bastian 1878, 269-271).
La importancia que había llegado a tener durante el siglo xix la excavación de los montículos funerarios existentes en el este norteamericano, y los consiguientes debates acerca del origen de sus constructores (mound builders) (Fagan 1984, 217)15 puede explicar que la existencia de túmulos funerarios en Antioquia y el Sinú adquiriera cierta visibilidad en la literatura arqueológica internacional. En una síntesis sobre las razas nativas de Colombia, escrita en 1881 por E. G. Barney, se destacaba la presencia de una “nación de constructores de montículos” entre los ríos Sinú y San Jorge, sugiriendo, por su cercanía geográfica, algún tipo de relación entre estos y los que poblaban la cabecera de los ríos Guaca, Negro y Oromira, en Antioquia (Barney 1882, 173). Con base en la lectura de los cronistas del siglo xvi, y siguiendo muy de cerca lo escrito por fray Pedro Simón (1892, 33 y ss.) sobre el saqueo de tumbas efectuado por Alonso de Heredia en el Sinú, Barney elaboró lo que parece ser el primer dibujo de los túmulos funerarios del área (véase figura 2.2).
Figura 2.2 Esquema de planta y perfil de un túmulo funerario del Sinú
Fuente: Tomada de E. G. Barney (1882, 176).
Respecto de Antioquia, y ya en conocimiento del reporte de Robert White, el médico y antropólogo norteamericano Daniel Brinton, planteaba en 1891:
[En Antioquia] hay numerosos túmulos funerarios, especialmente en los distritos de Frontino y Dabeiba, los que rinden una rica cosecha a los anticuarios. Contienen figuras, vasos y ornamentos de oro, utensilios de piedra de extraordinaria perfección, espejos de pirita pulida y pequeñas imágenes de piedra y terracota (Brinton 1891, 193).
Hoy sabemos que la distribución de túmulos funerarios se extiende hacia el sur hasta Urrao, en la cuenca alta del río Penderisco, de donde provenían algunas piezas de orfebrería presentes en la colección del viajero francés Joseph de Brettes, quien recorrió Colombia entre 1890 y 1896. De acuerdo con una descripción realizada por Henri Arsandaux y Paul Rivet, se trataba de dos narigueras: la primera era pequeña, de forma triangular y fabricada en tumbaga; la otra, en oro y más grande, portaba a cada lado tres largas extensiones cilíndricas que asemejan dientes de peine (Arsandaux y Rivet 1922, 173) (véase figura 2.3).16
Figura 2.3 Narigueras de oro con proveniencia de Urrao
Fuente: Tomada de Arsandaux y Rivet (1922, lámina 4).
Para la misma época estaban ingresando bastantes piezas provenientes del río Atrato a colecciones norteamericanas, en su mayoría de hallazgos efectuados en el curso de explotaciones mineras. Hacia 1886 el abogado Samuel L. M. Barlow poseía un pectoral de oro circular, martillado y repujado con una figura antropomorfa, proveniente del río Atrato (véase figura 2.4). Había sido obtenido por intermedio del militar norteamericano W. T. Curtis a Eladio Ferrer, un comerciante, político y empresario minero de Quibdó.17
Figura 2.4 Pectoral antropomorfo con procedencia del río Atrato, de la colección de S. L. M. Barlow
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