Basado en estas noticias, a principios de 1538, Juan de Vadillo partió de San Sebastián de Buena Vista, y llegando primero al pueblo de Urabaybe siguió su viaje por los ríos del Gallo, Las Guamas y Los Caricuris, para remontar las sierras de Abibe y dar en las provincias de Cuguey, Guanchicoa y Tinya, cuyo señor, según Fernández de Oviedo, era Antibara o Mutibara; sin duda el mismo Nutibara mencionado antes a propósito de la entrada de César. De allí, siguió por la sierra de Piten y el valle de Peta hasta llegar al río Tirubi, en donde entró en tierras del cacique Quinochu, hermano de Nutibara. Siguiendo el mismo río, que por las catas efectuadas por Vadillo demostró ser rico en oro, llegó al valle de Nore, y de allí hacia los nacimientos del río Tirubi, en donde halló el pueblo de orfebres de Buy y las minas de Buriticá (Fernández de Oviedo 1852, 454 y ss.). Luego, cruzando las partes más altas de lo que denominaba “la sierra”, para referirse a la cordillera, llegó a la cuenca del río Cauca, por donde proseguiría su viaje hacia el sur, para encontrarse con Sebastián de Belalcázar en Cali.
La reconstrucción de la ruta seguida por Vadillo desde Urabá hasta Buriticá es difícil de precisar, pero un análisis comparado de fuentes documentales, mapas antiguos y toponímicos actuales sugiere que desde el bajo Atrato remontó alguno de sus afluentes, sea el río Sucio o el Murrí, pasando por los actuales municipios antioqueños de Dabeiba, Frontino y Cañasgordas, hasta cruzar la cordillera Occidental y llegar aproximadamente a la zona en donde hoy se encuentra el municipio de Buriticá. Esta ruta es la misma que recorrerían sin mucha variación en los años siguientes el licenciado Santa Cruz, enviado por Heredia en contra de Vadillo, y luego Jorge Robledo, en sentido inverso, en su viaje desde Popayán hasta Urabá. Se infiere que dicha ruta hacía parte de un circuito de intercambio regional de origen precolombino, el que sirvió para que los españoles supieran del Dabaibe y fueran en su búsqueda, y por el cual transitaron los rumores que llevaron a que las comunidades indígenas de las montañas se enteraran de la presencia española en Urabá y el Darién, antes de su arribo.
Pedro Cieza de León, cronista que hizo la ruta con Vadillo y luego con Jorge Robledo, es elocuente al respecto. Anota que la provincia de Nore estaba “a toda parte cercana de grandes provincias de indios muy ricos de oro, porque todos lo cogen en sus propios pueblos. La contratación que tienen es mucha. Usan de romanas pequeñas y de pesos para pesar el oro” (Cieza de León 1941, 38). Es importante, a efectos de situar geográficamente la provincia de Nore, tener en cuenta la descripción que Cieza hizo por entonces de los túmulos funerarios: “Antiguamente había gran poblado en estos valles [de Nore], según nos lo dan a entender sus edificios y sepulturas, que tienen muchas y muy de ver, por ser tan grandes que parescen pequeños cerros” (Cieza de León 1941, 35).
Noticias del siglo xix e investigaciones arqueológicas de los últimos años han permitido establecer que en las cuencas superiores de los ríos Sucio y Murrí, afluentes del Atrato, se encuentran centenares de túmulos funerarios, llamados localmente “pirúes” o “perúes”, cuya densidad es especialmente significativa en el área de los actuales municipios de Frontino y Dabeiba (Piazzini 2004 y 2009b; White 1884).
Por otra parte, de Buriticá dice Cieza que “cierto se tiene que deste cerro fue la mayor parte de la riqueza que se halló en el Cenu en las grandes sepulturas que en él sacaron” (Cieza de León 1941, 42). Y de la gente de Urabá menciona que “hay entre ellos grandes mercaderes y contratantes que llevan a vender la tierra dentro muchos puercos de los que se crían en la misma tierra […] llevan también sal y pescado; por ello traen oro, ropa y de lo que más ello tienen necesidad” (Cieza de León 1941, 23). Por último, señala que “la tierra dentro hay algunos indios y caciques, que solían ser muy ricos por la gran contratación que tenían con los que moran en la campaña pasadas las sierras y en el Dabaybe” (Cieza de León 1941, 22). Con estas apreciaciones coincide Gonzalo Fernández de Oviedo, quien, si bien no participó de las expediciones mencionadas, había vivido en Urabá en años anteriores y, posteriormente, consultó documentos y habló con testigos de estos acontecimientos: “Creese por dichos indios [de Buriticá] é por lo que les paresció á los españoles que fueron con el licenciado [Vadillo], que estas son las mayores e mejores minas de la Tierra-Firme, é de donde se ha sacado todo el oro que ha ydo á la provincia de Cartagena, y el que baxa por el río de Sancta Marta [Cauca] é del Darién [Atrato]” (Fernández de Oviedo 1852, 456).
En muy pocos años, entre 1537 y 1541, las incursiones españolas arrasaron con poblaciones enteras, robando y destruyendo cuanto podían en Guaca, Nore y Buriticá. Para 1542, Juan Bautista Sardella, escribano de Jorge Robledo, observaba: “salimos a los valles de Nori e a la provincia del Guaca que solía ser una de las mejores poblazones que en toda aquella comarca avía, y estaba todo destruydo e abrasado por las armadas de Cartajena que por allí avían pasado que hera la m(a)yor lástima del mundo ver las arboledas y frutales y asientos de bohíos y fuentes hechas a mano todo estaba destruydo” (Sardella 1993, 322). Asimismo, los indígenas de la provincia de Hebexico le contaron que “tenyan noticia que otros onbres como nosotros avían pasado por unas provincias de Nori e Buritica e Guaca… que avían muerto todos los yndios e Señores dellas”, lo cual endosaba Sardella a las armadas de Vadillo y Juan Graciano, que “como no llevaban yntención de poblar la tierra y permanecer en ella robaron e destruyero(n) todo por donde pasaro(n)” (Sardella 1993, 316).
De alguna manera esta tragedia había sido anunciada. Cieza de León se refiere así a lo dicho por una mujer de Guaca, cuando estuvo allí en la entrada de Vadillo en 1538:
[…] hallamos algunas destas sepulturas sacadas y la casa o templo quemada. Una india de un Baptista Zimbrón me dijo a mi que después que Cesar volvió a Cartagena se juntaron todos los principales y señores destos valles, y hechos sus sacrificios y ceremonias, les aparesció el diablo (que en su lengua se llama Guaca), en figura de tigre, muy fiero, y que les dijo cómo aquellos cristianos habían venido de la otra parte del mar, y que presto habían de volver otros muchos como ellos y habían de ocupar y procurar de señorerar la tierra; por lo tanto, que se aparejasen de armas para les dar la guerra. El cual, como esto les hobiese hablado, desapareció; y luego comenzaron de aderezarze, sacando primero gran suma de tesoros de muchas sepulturas (Cieza de León 1941, 34).
Podría pensarse que entre las gentes de Guaca, con las palabras puestas en boca de este sobrenatural felino, se trataba de dar explicación al arribo de esos extraños seres que eran los europeos, a la vez que se llamaba a tomar las armas para defender sus tierras y resguardar los tesoros dispuestos en tumbas y santuarios.
Durante los siglos xvii y xviii, los españoles continuaron en búsqueda del Dabaibe, pese a la transformación radical que desde mediados del siglo xvi se había operado en relación con las dinámicas sociales configuradas durante el periodo precolombino. En un mapa del Chocó, dibujado en 1610, enviado al rey por el gobernador de Popayán Sarmiento de Sotomayor, se destaca en las cabeceras del río del Darién (Atrato) la figura de una gran casa, rodeada de una empalizada, a la cual corresponde el toponímico del Dabaibe, lo que recuerda la referencia a un santuario dedicado a la diosa Dabaiba, efectuada por Mártir de Anglería (véase figura 1.2).
Figura 1.2 Mapa del Chocó enviado al rey de España por el gobernador de Popayán Sarmiento de Sotomayor en 1610
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