Sir Thomas Holdich, presidente de la Royal Geographical Society, declaró a la prensa estadounidense haber presenciado los disturbios de noviembre y, aunque aclaró que la situación fue rápidamente pacificada, consideró que la violencia en México podía escalar. La insurrección en Chihuahua fue calificada por este extranjero como un problema local, por lo que descartó la insurgencia de “otro levantamiento grave, pero no tenía ninguna duda acerca del amargo sentimiento antiamericano sentido generalmente en México” (The Times, 14 de marzo de 1911: 5).
La prensa estadounidense advirtió que la violencia en México podría extenderse a Estados Unidos, por lo que se cuestionó si este movimiento sería sólo un motín político o una verdadera revolución, si de extenderse territorialmente llegaría a afectar los intereses estadounidenses y, peor aún, si sería el inicio de una guerra entre ambos países (The Times, 14 de marzo de 1911: 2).
El líder revolucionario Francisco I. Madero, consciente de los temores de la prensa estadounidense, hizo un llamado a sus seguidores desde Eagle Pass, Texas, para que respetaran los intereses extranjeros, esperando con ello diluir cualquier animadversión a los revolucionarios. Madero publicó “una lista de propiedades americanas que no se debían dañar. Los líderes buscaron prevenir la intervención americana” (East Oregonian, 23 de noviembre de 1910: 1).16 El Servicio Secreto Mexicano a cargo de Porfirio Díaz envió un telegrama a Washington en el que informó que, según sus investigaciones, “americanos, como otros extranjeros, pueden descansar seguros. Ninguna casa extranjera de negocios será tocada y los extranjeros no deben temer ataques” (El Paso Herald-Post, 24 de noviembre de 1910: 1).
Pese a todas las seguridades ofrecidas por las distintas facciones armadas, fue evidente en la prensa de Estados Unidos la preocupación de que se diseminara el sentimiento antiyanqui en México. Un par de días después se rumoró que “dos americanos han sido linchados a cerca de 100 millas de la frontera” (The Cooper Era, 18 de noviembre de 1910: 1). El caso de Antonio Rodríguez siguió causando controversia a finales de 1910, ya que fue acusado póstumamente de “hacer un viaje a través del país para obtener reclutas para la organización revolucionaria al momento en que cometió el crimen” (The Cooper Era, 18 de noviembre de 1910: 1); por lo que además de haber asesinado a su cónyuge —causa original del linchamiento—, fue acusado de conspirar contra el régimen de Díaz.
Desde entonces, en Estados Unidos se temió que cualquier ataque a la vida o intereses estadounidenses en territorio mexicano fuera consecuencia de la xenofobia. Un caso que causó preocupación fue el asesinato de James J. Reed en manos de un policía de la Ciudad de México; el cuerpo diplomático estadounidense señaló a este acto como abiertamente antiestadounidense, pues se demostró que “Reed estaba desarmado al momento de su muerte […] el policía no estaba en su derecho de usar su revólver pues no estaba en peligro su vida y no fue atacado por sus agresores” (The Oasis, 21 de enero de 1911: 4). Durante las semanas siguientes el tema principal en la prensa extranjera y mexicana fue el impacto que tendrían las manifestaciones antiyanquis en las relaciones México-Estados Unidos.
Mientras la posibilidad de una intervención fue objeto de acaloradas discusiones entre los medios impresos estadounidenses, en México la población se manifestó indignada por lo que se organizaron nuevas protestas que peligrosamente amenazaron con convertirse en motines. El gobernador Antonio Rivera aseguró haber tomado medidas para disuadir cualquier disturbio, especialmente si “no existía razón que la pudiera justificar” (The Arizona Republic, 24 de diciembre de 1911: 1).
En el país la violencia crecía sin freno: desde el 17 de noviembre de 1910 Veracruz, Guadalajara y otras poblaciones menores registraron disturbios antiestadounidenses (The Arizona Republic, 24 de diciembre de 1911: 4). En Pachuca, pobladores estadounidenses reportaron la repartición de panfletos con leyendas como “‘Muerte a los Yanquis’ y ‘Abajo los Gringos’, así como carteles que expresaban: ‘Muerte a Díaz y a sus amigos Yanquis’” (Shenandoah Herald, 25 de noviembre de 1910: 2).17
Para evitar que se generara un escándalo internacional, el gobierno porfirista cerró sus fronteras a cualquier periodista estadounidense que pretendía dar cobertura a la Revolución mexicana; la censura se extendió a las líneas telegráficas bajo el argumento de “minimizar la gravedad de la situación, pese al sentimiento generalizado de inquietud de la capital” (Shenandoah Herald, 25 de noviembre de 1910: 2). Ante la censura, en Estados Unidos se multiplicaron las voces sobre la posibilidad de una intervención armada. No obstante, la Casa Blanca públicamente descartó esta opción, pues se respaldó al régimen de Díaz frente a un movimiento que se vaticinó estaba destinado al fracaso.
1Un ejemplo de estas discusiones se puede consultar en Morton Callahan (1932: 33).
2Para más información sobre estos reclamos consúltese Sherwood Dunn (1933: 16).
3Véase A Compilation of the Messages and Papers of the Presidents (1896-1899). National Archives Records Administration (nara), M0274-812, cab. 23, roll. 92, p. 728.
4La primera Comisión de Reclamaciones entre ambos países fue establecida el 11 de abril de 1839 en Washington D. C. para atender, principalmente, las pérdidas y los daños ocasionados como acciones colaterales a ciudadanos estadounidenses que vivían en la zona de conflicto por la independencia de Texas. En este caso, el resultado fue adverso para los intereses mexicanos, dado que la comisión consideró la resolución de todos los reclamos norteamericanos como forma única y obligatoria que permitiría la buena vecindad entre las naciones involucradas. Véase Tratados y convenciones concluidos y ratificados por la república mexicana desde su independencia (1878). nara, M0314, roll. 8, pp. 181 y 189.
5nara, M0314, roll. 8, p. 189.
6No obstante, esta comisión tuvo problemas para su ratificación por parte de ambos gobiernos. En Estados Unidos algunos consideraron que este tratado dejaba la puerta abierta a las reclamaciones provenientes de la intervención en la guerra con Texas, por lo que el Congreso decidió dejar este tópico en reserva, lo que obligó a que el gobierno mexicano se negara a ratificarlo.
7Sin embargo, este tratado no fue ratificado por el Senado estadounidense. Para más información véase Fernández MacGregor (1974: 155-201).
8Para mayores detalles sobre el complejo proceso de establecimiento de este tratado véase Zoraida Vázquez y Meyer (1994: 91).
9nara, M0314, roll. 7, p. 131.
10nara, M0314, roll. 7, p. 132.
11Díaz se opuso abiertamente ante la opinión pública internacional a una intervención militar estadounidense dentro del territorio nicaragüense. Después de la derrota del presidente José Santos Zelaya por las fuerzas de Juan J. Estrada, no le quedó otra opción que contravenir las intenciones de la Casa Blanca y ofrecer refugio y asilo político al depuesto mandatario. Véase Canudas Sandoval (2005: 137-139).
12Fue un diario escrito en inglés y publicado desde la Ciudad de México, fundado por Frederick J. Guernsey. Su primer número se imprimió en 1895, llegando a un tiraje que abarcaba a veinticinco mil estadounidenses que habitaban la capital y sus alrededores. En 1915 se dejó de publicar como resultado de los constantes conflictos revolucionarios y su pugna directa con el zapatismo. Para más información véase Knudson (2001: 387-398).
13Periódico dirigido por Rafael Reyes Spíndola, quien en septiembre de 1888 inició su publicación junto a Delfín Sánchez Ramos. Fue un periódico que trabajó con subsidios gubernamentales y alcanzó gran popularidad a inicios del siglo xx. El diario sobrevivió a la caída de Díaz, pero fue incautado en 1914 por el régimen constitucionalista con la acusación de publicitar al régimen de Huerta. Para mayor información véase Musacchio (2003: 161-163).
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