CUANDO FUIMOS DIOSES - Olga Romay Pereira
© Olga Romay Pereira
© 2020, Ediciones Corona Borealis
Avda. Gregorio Prieto, 19 A
29010 Málaga
Tlf. 0034-951336282
www.coronaborealis.es
Maquetación editorial: Georgia Delena
Diseño de cubierta: Sara García
ISBN: 978-84-122508-2-4
Primera edición: diciembre 2020
Todos los derechos reservados. No está permitida la reimpresión de parte alguna de este libro, ni tampoco su reproducción, ni utilización, en cualquier forma o por cualquier medio, bien sea electrónico, mecánico, químico de otro tipo, tanto conocido como los que puedan inventarse, incluyendo el fotocopiado o grabación, ni se permite su almacenamiento en un sistema de información y recuperación, sin el permiso anticipado y por escrito del editor.
A José Pedro, que sigue calzándome la sandalia cuando yo inicio el paso”.
Agradecimiento a Antonio Sales, mis otros ojos.
Índice
Portada
Título
Créditos CUANDO FUIMOS DIOSES - Olga Romay Pereira © Olga Romay Pereira © 2020, Ediciones Corona Borealis Avda. Gregorio Prieto, 19 A 29010 Málaga Tlf. 0034-951336282 www.coronaborealis.es Maquetación editorial: Georgia Delena Diseño de cubierta: Sara García ISBN: 978-84-122508-2-4 Primera edición: diciembre 2020 Todos los derechos reservados. No está permitida la reimpresión de parte alguna de este libro, ni tampoco su reproducción, ni utilización, en cualquier forma o por cualquier medio, bien sea electrónico, mecánico, químico de otro tipo, tanto conocido como los que puedan inventarse, incluyendo el fotocopiado o grabación, ni se permite su almacenamiento en un sistema de información y recuperación, sin el permiso anticipado y por escrito del editor.
Dedicatoria A José Pedro, que sigue calzándome la sandalia cuando yo inicio el paso”. Agradecimiento a Antonio Sales, mis otros ojos.
PRIMERA PARTE: BABILONIA PRIMERA PARTE: BABILONIA
Capítulo 1: Alejandro agoniza
Capítulo 2: Cleómenes, el gobernador de Egipto
Capítulo 3: Nimlot, el sacerdote de Karnak
Capítulo 4: Pérdicas, el general ambicioso
Capítulo 5: Las dos mujeres de Ptolomeo
Capítulo 6: Absalón, el judío de Alejandría
Capítulo 7: Bagoas, el eunuco del palacio.
Capítulo 8: Los funerales del rey.
Capítulo 9: El bastardo Heracles llega a Babilonia.
Capítulo 10: La conspiración de las cuñadas de Ptolomeo.
Capítulo 11: Filipo Arrideo es coronado rey.
Capítulo 12: Los trescientos infantes.
Capítulo 13: El reparto del reino.
Capítulo 14: La llegada de Roxana a Babilonia.
Capítulo 15: Ipue, la joven sacerdotisa.
Capítulo 16: Roxana da a luz.
Capítulo 17: La partida de Babilonia.
Capítulo 18: La fiesta en Tebas.
Capítulo 19: ¿Dónde está Ipue?
Capítulo 20: Caravana hacia Egipto.
Capítulo 21: Las tres hijas del gobernador de Macedonia.
Capítulo 22: Nimlot desesperado.
Capítulo 23: La novia de Arrideo.
Capítulo 24: Un faraón para Egipto.
Capítulo 25: El judío y la muchacha egipcia.
Capítulo 26: Cena en el palacio de Darío.
SEGUNDA PARTE: MENFIS
Capítulo 1: Ptolomeo llega a Menfis.
Capítulo 2: El sumo sacerdote de Egipto.
Capítulo 3: Un regalo para el nuevo visir.
Capítulo 4: Pérdicas también desea el cadáver de Alejandro.
Capítulo 5: El mensajero de Thais.
Capítulo 6: Lo que escondía Cleómenes.
Capítulo 7: Cuatro reyes y un regente.
Capítulo 8: La tumba de Menfis.
Capítulo 9: La repudiada.
Capítulo 10: Roxana, la viuda asesina.
Capítulo 11: Los ushebtis de Alejandro.
Capítulo 12: Cleopatra y el tuerto.
Capítulo 13: Bajo un mismo techo.
Capítulo 14: El cofre de las joyas de Thais.
Capítulo 15: La primera impresión.
Capítulo 16: Hipopótamos y cocodrilos
Capítulo 17: Eurídice, la novia azorada.
Capítulo 18: La derrota es huérfana.
Capítulo 19: Demetrio, el cuñado entusiasta.
Capítulo 20: El color del desierto.
Capítulo 21: La lluvia de Macedonia.
Capítulo 22: La niña asustada en el teatro de Egás.
Capítulo 23: Un idiota por marido.
Capítulo 24: El templo de Isis.
Capítulo 25: Tres hermanas y el heredero bastardo.
Capítulo 26: Jerusalén.
Capítulo 27: La prima Antígona.
Capítulo 28: Regalo de bodas.
Capítulo 29: Carta desde la perla del Egeo.
Capítulo 30: La cicatriz de Ptolomeo.
Capítulo 31: El ala de mujeres del palacio de Menfis.
Capítulo 32: La crema de Afrodita.
Capítulo 33: Un nuevo dios para Egipto.
EPÍLOGO
Capítulo 1:
Alejandro agoniza
Babilonia, 323 a.C.
-¿Dónde está Alejandro? —preguntó Thais levantando un brazo hacia el cielo estival de Babilonia—. ¿Vive aún el rey de Macedonia?
Su voz inundó el cuarto patio del palacio de Nabucodonosor. Los eunucos se le quedaron mirando sin atreverse a responder. Se replegaron con rapidez, formando un pasillo que dejó ver una puerta de bronce en un extremo del recinto. Se cubrían con mantos oscuros, semejaban murciélagos encogiendo sus alas asustados ante un enemigo. Sus movimientos escondían cierto temor.
Thais había salido esa tarde desde su lujosa casa en el barrio de Tuba recostada en una litera, los porteadores atravesaron el puente de madera del Éufrates y la llevaron hasta la puerta monumental donde se iniciaba la fortificación que rodeaba Babilonia. Luego, en vez de recorrer en litera la avenida procesional de ladrillos hasta el palacio de Nabucodonosor, la mujer se había subido a una barca ligera. Sus esclavos remaron con largas pértigas para recorrer los canales que atravesaban Babilonia hasta la misma puerta de la residencia real.
Un pavo real cruzó el patio persiguiendo a una hembra, y desplegó sus plumas para iniciar el cortejo. Nadie le hizo caso, los eunucos no apartaban la vista de Thais.
—He dicho que he venido a ver a Alejandro —la voz de Thais deseaba ser firme, pero, sonó aguda, demasiado femenina. No tenía costumbre de repetir las frases, los hombres siempre la obedecían complacientes y los esclavos temerosos. La mujer se frotó con nerviosismo las manos y se apartó del sol que quemaba el ladrillo vidriado del pavimento. Vahos de calor flotaban en el ambiente distorsionando su visión, parecía que los eunucos y los pavos reales formasen parte de un espejismo.
La griega temía no llegar a tiempo, sabía de la agonía del rey y era vital despedirse de él antes del óbito. Mientras caminaba iba ensayando cuidadosamente las palabras que le diría, pero luego lo olvidó todo, la muerte desbarata incluso los planes elaborados. Debía estar allí, era un deber que se había impuesto, Alejandro era el segundo hombre más importante de su vida después de su amante Ptolomeo.
Vio un eunuco frente a la puerta de bronce haciéndole una señal con la mano. Avanzó hacia él con elegancia e indiferencia. Arrastraba una nube de moscas, que un esclavo se afanaba en apartar de su cabeza agitando una fusta de cuerdas de lana de un lado a otro, sin rozar lo más mínimo a su ama. El aroma de su piel engañaba a los insectos, la importunaban posándose sólo unos instantes para saber si Thais era en realidad comestible.
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