Y determinaron que el inicio del ciclo anual comienza con las lluvias de la Luna de los brotes fríos – pukem , invierno–, que purifican la tierra para la renovación de la naturaleza y para el inicio de los nuevos sueños y sembrados. We Tripantv , o We Tripan Antv , lo llamaron. We : nuevo (a), tripan : salir, Antv : sol. Es decir, Nueva salida del sol.
En el solsticio de invierno, así cantamos:
Meli, meli. Meli, meli
kiñe trafoy metawe mew mvley Antv
Pu rvmentu mew mvley pizeñ
ellkawvligvn ñi logko egvn
ka femlu trokifiñ pu witrunko
nieñmaperkelaeymu kvfvkvfvn
mi piwke
We Tripantv!, pi pu malen
ka ti mulfen nvayu mawvn
Wiñon, pifiñ egvn
fewla pichi wentru ta iñche
Pefimvn ti choyke?
Kvpalmvn kvlon ka triwe
awkantuyiñ awarkuzen awkantun
Meli, meli. Meli, meli
Pvtokoyiñ muzay, mvna azy
Wenu Mapu
mvley pu aliwen ñi nielu pu
mutrug lien
(fey mu azkintuley kom ñi Pewma
ka tvfey chi pu lewfv nawpay
Kvyen mu)
Meli, meli. Meli, meli
eymi iñchu umawtuley Mapu Ñuke
ka puliwen fizkv ko
gaw ta tvfey
Meli, meli. Meli, meli
Ya!, zew mitray ta antv.
Cuatro, cuatro. Cuatro, cuatro
y el Sol en un cántaro quebrado
Entre los juncos los pidenes
esconden sus cabezas
y parece que la vertiente
posee el murmullo de tu corazón
¡We Tripantv!, dicen las niñas
y el rocío recogerá la lluvia
He vuelto, les digo. Ahora soy
un niño
¿han visto al avestruz?
Traigan maquis y laureles
juguemos los juegos de los
antepasados
Cuatro, cuatro. Cuatro, cuatro
Muday bebamos, que hermosos
en el cielo
están los árboles con sus
troncos de plata
(en ellos se miran estos sueños
y los ríos que caen de la luna)
Cuatro, cuatro. Cuatro, cuatro
Contigo he velado Madre Tierra
y en la mañana el agua fresca
es una constelación
Cuatro, cuatro. Cuatro, cuatro
¡Ya!, ha descansado el Sol.
(We Tripantv Año Nuevo o Nuevo Ciclo de la Naturaleza)
Entonces, coincidiendo con el 21 al 22 ( epu ka epu= meli, pigeken) de junio del calendario occidental, se celebra el We Tripantv . Es el inicio de un nuevo ciclo de producción, de conversación con la Tierra. Es la fecha, como usted sabe, en que se produce la noche más larga del año y el inicio de las lluvias más intensas que prepara a la naturaleza para acoger y favorecer el maravilloso crecimiento de la nueva vida. Es la imitación que hacemos la gente al lavarnos o bañarnos al inicio de cada jornada de labores, nos dicen.
Año Nuevo. El sol dio un «paso de gallo», kiñe trekan alka , siguen diciendo nuestros antiguos, y las noches comenzarán a acortarse lentamente cediendo su tiempo a la luz. Wvño trekatui pun , la noche retrocede lentamente. Ya!, zew mitray ta antv / ¡Ya!, ha descansado el sol –dicen.
Al amanecer, todavía bajo Wvñelfe / el Lucero del Alba, con una vara se golpea los troncos de los árboles frutales para despertarles la savia. Luego –tocando instrumentos musicales: trutruka, lolkiñ, kullkull, trompe y kaskawilla , para manifestar el contento por la llegada del Nuevo Año–, niños, niñas, jóvenes, adultos y ancianos acudían al estero, la vertiente más cercana, para darse un baño en las tibias y purificadoras aguas de We Tripantv . Después, vueltos hacia el Oriente –donde habita Genechen– se hace Llellipun rogativa, al lado de los árboles frutales donde previamente se dejaron coligüe y ramas de foye canelo, kvlon maqui y triwe laurel.
Enseguida se trae la leña para avivar las llamas del fogón. Se acarrea agua. Se realiza el sacrificio de un animal y de algunas aves. Se desayuna con un sabroso ñachi (sangre, generalmente de ovejuno, cuajada y aliñada con culle o limón, ají y verduras) o apol (bofes rellenos –con sal, ajo, ají– y cocidos) y karitun (crudo de hígado). Luego se continúa con la preparación de abundante comida y muzay (cuyo primer sorbo compartimos con la Madre Tierra).
En el transcurso de la mañana cada cual se da el tiempo para salir a caminar por el campo para encontrarse y conversar con la naturaleza: la gente de la comunidad, el agua, el aire, los cerros, los bosques, los pastos, las piedras, los animales, los insectos, los pájaros, las nubes. Después se reúne la familia para almorzar. Se dirige posteriormente hacia el palituwe –lugar destinado al palín– para mirar y participar en el palikantun , el juego de la chueca.
En algunos sectores existía la costumbre de recibir la visita de familias provenientes de otras comunidades, con las cuales compartían por varios días.
En la noche, a orillas del fogón, las familias compartimos el muzay –bebida de gvlliw piñón, wa maíz o kachilla trigo– y la comida: mvltrvn «catuto» pan de trigo cocido y molido en la kuzi piedra para triturar; millokiñ bolitos de arvejas; puré de piñones; ilo carne; poñi papas con meskeñ –ají tostado y molido–; kako mote de kinwa , de maíz o de trigo; lokro korv sopa con molido de piñón o trigo; kollof cochayuyo; rvmul kofke pan cocido en el rescoldo («las tortillas»), entre otros alimentos.
Hay conversación, hay cantos, cuentos, adivinanzas y se juega awarkuzen el juego de las habas.
También de preferencia en esta fecha suele realizarse el katanpilun (ceremonia de perforación de las orejas de las niñas para ponerle chaway aros, y en que la abuela materna le entrega su nombre a su nieta); el misawvn (dos personas que para recordar y afianzar su amistad comen en un mismo plato); el konchotun (ceremonia de «compadrazgo»); y el lakutun (ceremonia en la que el abuelo paterno le entrega su nombre a su nieto).
Un día de We Tripantv , en Berlín (Alemania Democrática), mi amigo, mi hermano mapuche lafkenche Santos Chávez, en su niñez soñador y pastor de ovejas; y soñador, grabador y pintor en su adultez (aunque «somos unos niños en este mundo», dice), me habla de la poesía de la madera:
Antes de entrar a una academia de arte estaba en mí el deseo de entender a mi propio pueblo, a mi gente. Entender desde un punto de vista siempre positivo, que es lo que me sugería mi relación con la Naturaleza, la geografía donde nací y donde viví gran parte de mi niñez como pastor y mi adolescencia como trabajador campesino.
De dicho mundo aprendí que no hay que ser pretencioso con lo que uno hace. Eso lo sabe toda persona que trabaja la Tierra y que aprecia y vive la morenidad de ella revelándonos su, nuestra, propia morenidad.
Así cada cual se va formando un concepto de lo que ha vivido –o de lo poco que ha vivido–, porque la gente nunca termina de ser, pues nadie jamás podrá decir: «yo lo sé todo». Uno va aprendiendo de vivir. Yo cuando niño tuve un universo abierto: lleno de estrellas, de árboles, de pajaritos, de cabritas, y el Sol.
Entonces, cuando llegué a las artes del grabado, comencé a abordar mucho la cosa geográfica, en el sentido telúrico, en lo que dice relación con el movimiento de la Tierra. En definitiva, comencé de lleno a abordar el misterio del mundo. Elegí el material que más tocaba mis sentimientos: la madera.
Cuando trabajo la madera es como que estoy sintiendo mi tierra, eso me hace retornar –en cualquier lugar que me encuentre– a los caminos de mi niñez; y me hace permanecer abrazando la morenidad que fluye desde mi corazón.
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