El hombre que vive y no sueña es un hombre muerto en vida. Mas ¡ay de aquel que sueña y no realiza sus sueños! Acosado por las pesadillas acaba por sucumbir al insomnio de una realidad que no es suya. Realizando tus sueños no serás esclavo de nadie, ni pretenderás someter a otros porque habrás probado los caminos de tu verdadera liberación. Recuerda siempre que, en el universo de la Naturaleza, los sueños se convierten en realidad. La lluvia es el sueño del agua. El humo es el Sueño del fuego. El azul del cielo es el sueño eterno del aire.
Por eso, le reafirmo, esta conversación con usted la realizo al lado de los pensamientos de mis antepasados, de mi gente; y de las reflexiones, las cartas y los libros de mis amigas y de mis amigos indígenas y no indígenas. Como le he dicho, a ellos / ellas los he convocado a hablar en estas páginas. A usted la convoco / lo convoco a oírlas, a oírlos.
Genechen nos está mirando desde el Oriente. Que ojalá este sueño, este Recado –que ahora es también una memoria, una constatación, una búsqueda–, sea un mínimo aporte para el inicio del necesario, urgente, diálogo –como concreción y no como dilación– entre mapuche y chilenos; que nos acerque a la conversación, al Nvtram de nuestros mayores. Y que evidencie los vasos comunicantes que, más allá o no de nuestros deseos –y sin aún habernos encontrado–, me parece han influenciado mutuamente a nuestros pueblos.
Lo están aseverando, por ejemplo, las palabras del mapuzugun que son de uso cotidiano en el hablar chileno: pichín, pichintún, malón, cahuín, ñachi, merkén, luche, chépica, quintral, maitén, percán, trapicar, entre muchas otras.
Del mencionado sentido de totalidad del mundoque nos muestran nuestros antiguos quizás su manifestación más profunda, más intensa, la vivimos en la nombrada e innombrada ternura ejercida desde el gesto, la oralidad de ellos en absoluta complicidad con las flores, los árboles, las plantas, las vertientes, las mariposas, las nubes, la lluvia, los pájaros, los volcanes, las piedras, el fuego, los aromas, las texturas, los colores, las estrellas, la Luna y el Sol.
Los recuerdos de mi infancia se instalan sobre las manos de mi madre enarbolando hojas y hierbas medicinales. Manos y vegetales sonriendo a mi lado, atribuyéndose la momentánea sanación de mis dolencias.
Si los ríos –me decían– cantan hacia el oriente es que vienen días de sol; si lloran hacia el poniente es que vienen días de lluvia. Si el kilkil , una lechuza, se hace oír cerca de la casa, es que amanecerá con neblina. Si el nvmvn aroma se encierra en el bosque –es allí intenso el olor de las flores y de las hierbas medicinales–, lloverá.
Tripay lafken kvrvf
Mawvnay mawvnay wirari
ñi foro
tukukan kay kutran kvlelu
kechiley
apolkey rakizwam mew wampo
tromv reke ta penoykey
wenu ko mew
Tripay lafken kvrvf
ka wayzvfyey ti pu wampo
wente Llayma mew
Mawvnay, may, feypi
ti nvmvn
nvrvflu tañi wvlgiñ
mawizantu mew
Ka alof Wenu Mapu pefiñ
nvlalu ñi Kallfv witrunko
ka witra pvrayey ti Lonko
ketran
wikeñigvn!, allkvfiñ,
ayvwkvleygvn.
Salió el viento del mar
Lloverá lloverá gritan
mis huesos
y los sembrados que parecen
enfermos
cargan de ensueños los botes
que como nubes navegan
en el agua del cielo
Salió el viento del mar
y se han volcado los botes
sobre el Llaima
Lloverá, sí, dice el aroma
cerrando sus puertas en
el bosque
Y veo la luz del cielo
que abre sus vertientes azules
y las espigas levantan
sus cabezas
¡silban!, las oigo, jubilosas.
( Wenu Mapu tañi piel Señales en la Tierra de Arriba)
El lenguaje de la naturaleza es un todo, claro / transparente, así como en su esencia lo es el lenguaje de los seres humanos. ¿Qué ha ocurrido entonces con la palabra? ¿Qué sucedió con la melodía Azul del entendimiento / la sabiduría que le da vida?
Si nos referimos ahora a su espíritu y no solo a su forma, ¿podríamos decir que se ha enturbiado en conceptos como superioridad, orgullo, salvaje, conquista, patria? ¿Y sobre todo con el ocultamiento o tergiversación –según sea el caso– de las significaciones, asumidas desde las diversas perspectivas de mundo, de conceptos como civilización, desarrollo y modernidad?
¿Los Estados, las naciones, que sintieron –sienten– orgullo de la supuesta superioridad de su «raza», de su cultura, y que emprendieron –emprenden, emprenderán– la salvaje conquista para imponer supremacía en el mundo con su «civilización moderna o postmoderna», seguirán siendo los «dueños» de la historia?
¿Oigamos cómo habla el árbol en el fuego de la memoria?: Vinieron con su idioma los conquistadores, aquí se quedaron sus palabras:
Civilización: conjunto de ideas, ciencias, artes, costumbres, creencias, etc., de un pueblo o raza.
Civilizar: sacar del estado salvaje (a un pueblo o persona).
Salvaje: inculto. Persona que se porta sin consideración con los demás, o de manera cruel o inhumana. Violento, incontrolable, o que hace ostentación de fuerza. «Natural de un país no civilizado».
Cultura: cultivo en general. Cultivo de las facultades humanas: física, moral, estética, intelectual. Resultado de cultivar la inteligencia y el sentimiento (Diccionario Actual de la Lengua Española).
«Yo civilizo, nosotros civilizamos», dijeron. Así los selknam, los aonikenk desaparecieron; los kawáshkar, los yámanas, algunos sobrevivieron. Del escudo de armas del Estado de Chile, ¿como presagio?, en 1819 fueron borrados también los indígenas y la razón de la espada y la evangelización fue trocada por una advertencia: «por la razón o la fuerza».
Pero le estoy hablando a usted porque sé, sabemos, que no todos los chilenos son winka –ladrón, usurpador– ni son el Estado chileno, tal como no todos los españoles son el Estado español (usted sabe de los vascos y catalanes). Mas, hay que subrayar, me digo y me dicen, que ahora son los Estados de este continente los que continúan la tarea colonizadora –neocolonialismo lo llaman los especialistas– de la mano del imperialismo estadounidense que, en su acción de guardián y promotor de la uniformización cultural, ha relevado al imperialismo español de otrora.
En ese contexto no nos parece casualidad que el Estado estadounidense haya hecho su «exclusividad» el ser norteamericano antes y «americano» hoy. Que se abran las puertas del continente, dice, y va «redescubriéndolo» apoyado por los grupos de poder de los Estados nacionales correspondientes, mientras sus vigías gritan: tierra, petróleo, cobre, ríos, bosques.
En tal sentido, me dicen, hay que tener en cuenta que la política al servicio del poder establecido es también un agente «culturizante», en el entendido de la imposición de una cultura oficial, es decir, desculturizante. Y, junto a ello, que las llamadas sociedades globales sienten un gran temor a que los pueblos «originarios» proyectemos el futuro sobre la base de autopensarnos culturalmente.
Cuando nuestros pueblos levantan las banderas de sus respectivas identidades, los Estados intentan moverlas según sus intereses –a través de sus medios de comunicación y de sus estructuras, educacionales, económicas, comunicacionales, políticas, legislativas: excluyentes–. Surge de ese modo un nuevo dogma: la «identidad única» (globalización, la denominan algunos). La identidad confeccionada como un traje talla única que ajusta nada más a sus escasos elegidos.
Es así como empezamos a oír repetidas alusiones a «lo puro, lo incontaminado, lo auténtico», en cuya dirección se nos presenta como fósiles, como lo que hay que «conservar en su condición primitiva» porque según tales mentores nuestras culturas no serían organismos poseedores de dinamismo. Al contrario de lo que sucede con sus culturas «superiores», que son capaces de mantener la «esencia del espíritu de su civilización», aun haciendo uso de palabras, contenidos y objetos provenientes de culturas ajenas: composer (o compóser), diskette, off-set, compact disc, rouge, lifting, rafting, diet, papers, week end, bungalow, mini o supermarket, driver, discoteque, pub, mall, casting: okey; coffee break, happy hours, trekkings, workshops.... Automóvil, teléfono, radio, televisión, libro, computador, escáner (scanner), etc.
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