Sería positivo que esta actividad de respeto al pluralismo y de intercambio respetuoso y enriquecedor de experiencias desde diferentes paradigmas y escuelas psicológicas fuese favorecida y promovida por los psicólogos humanistas en el futuro.
La conclusión de Irvin Child (1975), después de su recorrido por autores en los que se ha dado convergencia de posiciones, fue la siguiente: “La tradición científica en la investigación psicológica y el pensamiento humanístico, cual lo veo, se necesitan mutuamente para su enriquecimiento” (Ibidem, p. 175). Ahora bien, para los temas de investigación más interesantes la tradición científica convencional será insuficiente. Habrá que recurrir al Nuevo Paradigma, ya referido como un logro importante.
4ª Atender a la vivencia sana del proyecto vital
De cara al futuro, a la Psicología Humanista le cabe la responsabilidad de prestar más atención al problema del “vacío existencial” y del logro de una vivencia sana del proyecto vital, sin confundir los trastornos existenciales y transpersonales con los trastornos depresivos convencionales.
Habría que investigar hasta qué punto todo terapeuta convendría que fuese consciente sobre las principales aspiraciones que forman parte de su proyecto vital. Un proyecto vital renovado periódicamente de forma inteligente y libre, no dependiente de presiones ambientales o de “guiones de la vida” inconscientes (en el sentido de Berne, 1974). Un proyecto de vida favorecedor del crecimiento personal propio, de los otros con los que el terapeuta se relacione, y con influencia humanizadora sobre las instituciones en las que se encuentre implicado.
Muchos de los psicólogos humanista-existenciales será bueno que sigan sabiendo diferenciar entre la angustia neurótica y la angustia existencial. Que sigan desaconsejando la toma precipitada de fármacos tranquilizantes, sobre todo respecto a la angustia existencial. Que sean conscientes sobre las implicaciones y consecuencias humanizadoras que puede tener esta segunda. Y que comprueben hasta qué punto la elección inteligente de un sano proyecto vital puede ser un buen recurso preventivo, respecto a los posibles peligros de tal tipo de angustia, y de la vivencia del “vacío existencial”.
5ª Humanizar, además de individuos, estructuras sociales
Si la Psicología Humanista quiere ser fiel a sus raíces, necesita lograr una influencia terapéutica humanizadora, no sólo respecto a las personas individuales, sino también respecto a las estructuras sociales.
Como ya se ha recordado, en el Movimiento de la Psicología Humanista hubo, desde sus inicios, psicólogos y representantes de otras ciencias humanas, notablemente motivados para poder contribuir a una gradual transformación de la sociedad.
Antes de la fundación del Journal of Humanistic Psychology y de la Association for Humanistic Psychology, Maslow, en 1957, había declarado una serie de responsabilidades de la psicología, cara al futuro y, como ya se ha dicho, ésta era la primera de ellas.
Elisabeth Campbell, en un artículo en el Journal of Humanistic Psychology, en 1984, publicaba el resultado de treinta y seis entrevistas en profundidad con líderes de la Psicología Humanista. Respondían a la pregunta siguiente: “¿Qué contribución puede realizar la Psicología Humanista hacia la realización o el incremento de la posibilidad de conseguir una imagen del futuro positiva, auto-determinada y auto-actualizada, en los próximos diez años?”. Entre los entrevistados había representantes de enfoques diferentes y campos de aplicación distintos dentro de la Psicología Humanista: educadores, psicoterapeutas, profesores universitarios, terapeutas corporales, directivos de la Association for Humanistic Psychology. Se identificaron siete tendencias del movimiento. La tercera decía:
Habrá un cambio de énfasis, alejándose del interés actual acerca del crecimiento personal hacia la toma de responsabilidades sociales y políticas. Va a incrementarse el interés acerca de la persona en relación con el entorno (Campbell, 1986, p. 26).
No dispone el autor de suficiente información sobre lo que se haya realizado, en este sentido, en diferentes países; pero piensa que es menos de lo esperado. A la vista de los actuales problemas del mundo, merece la pena descubrir nuevas formas de implicarse desde la Psicología Humanista. Ciertamente se puede considerar que una parte importante de las conductas y actitudes practicadas por dirigentes políticos, económicos, jurídicos, etc., de la vida social, que han tenido consecuencias perjudiciales, deshumanizadoras, pueden ser debidas a deficiencias psicológicas –o incluso psicopatologías– de las personas responsables. Pueden depender de falta de sensibilidad, o de sentimientos positivos, o de inteligencia emocional, o de distorsiones en los procesos cognitivos, etcétera.
Por lo tanto, si los psicólogos humanistas-existenciales tienen la oportunidad de ayudar a que los ciudadanos responsables y, en especial, los que ocupan lugares de poder político, económico, social, y cultural, desarrollen satisfactoriamente su potencial humano, este hecho ya puede ser una aportación específica de los psicólogos, para la transformación de la sociedad. Porque, como se ha expuesto en otro lugar (Rosal, 2012; 2014), si pensamos en la importante actitud de “solidaridad para la justicia”, difícilmente puede cultivarse por personas con bloqueos o distorsiones de los procesos sensoriales, afectivos, cognitivos, y otros. Y sin la vivencia más generalizada de este valor no parece posible que pueda contribuirse a una transformación humanizadora de la sociedad. Pero quizá no sea suficiente esta contribución a partir solamente del crecimiento personal de individuos. Parece que sería conveniente contribuir a la humanización de grupos y estructuras sociales, ya que también en éstas –como señaló Fromm– se dan también patologías.
6ª Concienciar de sus presupuestos antropológicos y epistemológicos
Una última responsabilidad a tener en cuenta es la de contribuir a que en cada modelo terapéutico se llegue a ser consciente del contenido y fundamentos de los presupuestos antropológicos y epistemológicos implicados (filosóficos y científicos).
En la mayoría de las psicoterapias humanistas se encuentra, al menos implícita, la fenomenología filosófica de Husserl, por la primacía que se concede al conocimiento experiencial (Gimeno-Bayón, 2015). Asimismo, se concede más importancia al conocimiento por “comprensión” que por la “explicación” causal, tal como había sostenido el filósofo Dilthey, al tratarse de las ciencias del espíritu (como denominaba a las humanas) a diferencia de las ciencias naturales (Física, Química, Biología, etcétera). Se concede especial interés a la captación del aspecto procesual de la existencia humana, como habían sostenido William James –filósofo antes de fundar uno de los primeros laboratorios para la investigación científica de los procesos psicológicos– y su amigo y filósofo Henri Bergson.
Puede comprobarse también, respecto a lo epistemológico, que en mayoría de los psicólogos humanistas está implícita una teoría sobre el conocimiento humano que no se fundamenta ni en el denominado Realismo filosófico, ni en el Idealismo alemán. Es decir, ni se supone la capacidad de captar la esencia de la realidad exterior o interior como una especie de fotografía mental, ni se supone, por el contrario, la negación de tal realidad exterior o interior, si lo conocido se considera pura creación de la mente racional humana. La teoría implícita predominante en los psicólogos humanistas reconoce la capacidad cognitiva (por razonamiento lógico o por intuición, a partir de la experiencia) de captar la realidad extramental pero siempre condicionada por algún grado de subjetividad, según las características del sujeto cognoscente y sus circunstancias. Esta teoría, en Epistemología filosófica fue denominada Realismo Crítico –o con otros términos– y en Psicología la propuso Kelly con el nombre de Constructivismo.
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