LO SENSORIAL Y
LO EMOCIONAL EN LA
VIVENCIA ÉTICA Y EN LA
ESPIRITUALIDAD
LO SENSORIAL Y
LO EMOCIONAL EN LA
VIVENCIA ÉTICA Y EN LA
ESPIRITUALIDAD
Ramón Rosal Cortés
TITULO: Lo sensorial y lo emocional en la vivencia ética y en la espiritualidad
AUTOR: Ramon Rosal Cortés ©, 2020
Instituto Erich Fromm de Psicoterapia Integradora Humanista ©
COMPOSICIÓN: HakaBooks - Optima, cuerpo 12
DISEÑO DE LA PORTADA: Hakabooks©
FOTOGRAFÍA PORTADA: Facilitada por el autor©
1ª EDICIÓN: octubre 2020
ISBN: 978-84-18575-24-2
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INTRODUCCIÓN
El objetivo principal de este trabajo es mostrar la contribución de dos potenciales psicológicos en la vivencia de los valores éticos y en la vivencia de la espiritualidad.
Los potenciales a los que me refiero son los procesos sensoriales, la sensibilidad de la mirada, la escucha, el contacto físico, etc. y los procesos afectivos: las emociones y sentimientos. En los procesos sensoriales también se incluyen las representaciones con la actividad imaginaria o fantasía (las visualizaciones mentales) que algunos filósofos del pasado consideraron como sentidos internos.
El autor es consciente de la importancia que tienen también -para la vivencia de los valores y de la espiritualidad- el pensamiento inteligente y la voluntad. Pero de lo que se ocupa este trabajo no será de estos, sino de la sensibilidad y los sentimientos que frecuentemente se han tendido a infravalorar, aunque también se ha producido, en los últimos decenios, un redescubrimiento de su importancia por parte de la investigación psicológica tanto científica como filosófica.
En la parte primera: Importancia de la sensibilidad psicológica sana y la consiguiente resonancia emocional para la vivencia de los valores, se ofrece
En primer lugar una breve síntesis sobre lo esencial de estos dos potenciales.
Luego se muestra la contribución de lo sensorial y lo emocional para la vivencia de siete valores: la solidaridad para la justicia, la actitud agradecida, la serenidad, la actitud creadora, la grandeza de alma (magnanimidad), el respeto al otro diferente, y la cordialidad.
Se ofrecen unas pinceladas biográficas sobre algunos modelos de la vivencia de estos valores.
La parte segunda se titula: Los potenciales sensoriales y emocionales en las espiritualidades religiosas y ateas. Sus objetivos se pueden resumir en tres:
Facilitar una respuesta a la pregunta sobre qué se entiende por espiritualidad, tanto en el marco de una cosmovisión religiosa, como de una atea
Mostrar el creciente interés psicológico respecto a la espiritualidad
Ofrecer testimonios de experiencias de espiritualidad en diez personajes ilustres –científicos, filósofos, artistas, líderes- vinculados a diferentes cosmovisiones y de diferentes estilos de personalidad.
El autor agradece a la doctora Ana Gimeno-Bayón su colaboración en los apartados dedicados a H. Keller, F. Nightingale y J. de la Cruz.
Barcelona, mayo de 2020
PARTE PRIMERA
IMPORTANCIA DE LA SENSIBILIDAD PSICOLÓGICA SANA Y LA CONSIGUIENTE RESONANCIA EMOCIONAL PARA LA VIVENCIA DE LOS VALORES
1
UNA CONCEPCIÓN INTEGRACIONISTA DE
LA REFLEXIÓN ÉTICA
A la vista de mi clasificación de valores éticos –véase la lista que sigue- sobre cualquiera de ellos podría mostrarse la contribución de los procesos sensoriales y de los emocionales –vividos de forma sana- para el logro de una experiencia positiva de la capacidad valorativa. A esta también precedería la fase de la identificación cognitiva de la que aquí no me ocupo.
1 Actitud esperanzada
2 Independencia personal
3 Apertura a la experiencia
4 Grandeza de alma
5 Confianza en el ser humano
6 Deseos de superación
7 Aceptación de la realidad con sus límites
8 Profundidad de vida
9 El arte del ocio humanizador
10 Autenticidad subjetiva: ser fiel a uno mismo
11 Autenticidad objetiva: vivencia de actividades auténticas
12 Serenidad
13 Actitud creadora
14 Escucha interior
15 Cordialidad
16 Actitud agradecida
17 Respeto a la persona
18 Fidelidad a los compromisos
19 Sabiduría para la vida (Prudencia)
20 Fortaleza existencial
21 Armonía intrapersonal (Templanza)
22 Solidaridad para la justicia
La investigación sobre los valores éticos la realizo según una concepción de la Ética entendida como parte integrante de una Antropología psicológica y filosófica. Por lo tanto, como una Ética que entiende los valores éticos –y su apropiación personal como actitudes humanizadoras o virtudes– como energías que conducen al desarrollo de la naturaleza humana, hacia su plenitud. Es decir, los valores éticos, apropiados personalmente en forma de actitudes humanizadoras o virtudes, favorecen el crecimiento psicológico personal de la persona, de las personas de su entorno, y de las instituciones sobre las que pueda ejercer alguna influencia por encontrarse integrada en ellas. Constituyen lo éticamente positivo, o lo bueno moralmente. En cambio, lo éticamente negativo, o lo inmoral, son las actitudes que obstaculizan dicho crecimiento personal.
De los distintos enfoques de Ética filosófica es clásica la diferenciación entre Ética material o de contenidos y Ética formal. El precursor de la primera fue Aristóteles en el siglo VI antes de Cristo. En los siglos XX y XXI han seguido un enfoque de Ética material, entre otros Scheler (1948), Bollnow (1960), N. Hartmann (1970), Hildebrand (1983) entre los fenomenólogos; y entre los neoaristotélicos: Maritain (1966), Pieper (1980), Mac Intyre (1987) y Aranguren (1968). Díaz Álvarez (2007) ha destacado el regreso espectacular de este enfoque y del correspondiente interés por la ética de la virtud desde finales del siglo XX. Personalmente me encuentro en esta línea.
En cuanto a la Ética formal, cuya primera y principal figura fue Kant, ha constituido un enfoque que ha sido el predominante, durante un largo periodo, desde el siglo XVIII, cuando se publicó la Crítica de la razón práctica. En este enfoque no se tiene en cuenta –o muy poco– la Antropología psicológica y sus aportaciones sobre las tendencias humanas.
Sin embargo, respecto a estas dos concepciones antitéticas de la Ética, comparto plenamente el “integracionismo filosófico” de Ferrater Mora (1994), cuando sostiene que: “ninguna de ellas aparece, naturalmente, en toda su pureza y puede decirse, por lo contrario, que toda ética es un compuesto de formalismo y ‘materialismo’, los cuales se han mantenido como constantes a lo largo de toda la historia de las teorías y actitudes morales” (Ferrater Mora, 1994, p. 1145).
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