Con el tema de la sensibilidad ha ocurrido algo semejante a lo que –como expongo más adelante- ha pasado con el tema de los procesos afectivos: sentimientos y emociones. En ambos casos se ha producido, desde mediados del siglo XX, una revalorización de su interés, tanto para la vida como para la psicoterapia, por parte de estudios filosóficos y psicológicos sobre estos procesos. También en las Ciencias de la Educación. Una de las características predominantes en la mayoría de modelos de las psicoterapias humanistas o experienciales es la atención que se presta a los procesos sensoriales y emocionales en muchos procedimientos de intervención de la sesión terapéutica. Si además incluimos la actividad imaginaria entendida como sensibilidad interna, de especial eficacia para la movilización de las emociones, son especialmente abundantes los modelos que, desde mediados del siglo XX, destacaron este recurso en la sesión terapéutica (véase Rosal, 2013). De hecho, la popularizada denominación de “trabajos vivenciales” como característicos de mayoría de modelos experienciales-humanistas, se refiere a procedimientos de intervención en los que ocupan un lugar destacado las experiencias de la percepción sensitiva, las imágenes de la fantasía, las imágenes del recuerdo, y la expresión de las emociones como fases de estrategias terapéuticas.
Por parte de los filósofos, llama la atención el relieve que concede a la sensibilidad el metafísico vasco Xavier Zubiri, uno de los más profundos del siglo XX. Veamos un párrafo en el que queda patente este reconocimiento de la importancia de lo sensorial:
Una potencia no es facultad más que cuando está “facultada” para ejecutar su acto, y cuando lo está “físicamente”. Ahora bien, hay potencias que no están físicamente facultadas por sí mismas para ejecutar sus actos propios. Entonces no los pueden ejecutar más que si son intrínsecamente y formalmente “unas” con otras potencias. La unidad de estas dos potencias constituye la unidad de la facultad en cuestión. Tal es el caso de la inteligencia. La potencia intelectiva no es facultad; no se puede ejecutar su acto de inteligir más que en unidad intrínseca con la potencia sensitiva. Sólo en y por esta unidad la potencia intelectiva es facultad. Esto es, sólo es facultad la inteligencia sentiente (Zubiri, 1986, pp. 36.).
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ACLARACIONES SOBRE LOS PROCESOS EMOCIONALES. APORTACIÓN FILOSÓFICA DE ROBERT C. SOLOMON
En el caso de los procesos afectivos resulta necesario indicar más extensamente con qué significado utilizo los términos emoción y sentimiento (estado de ánimo persistente), dada la variedad de formas de entender lo esencial de estos procesos, a lo largo de la historia de la filosofía y la psicología, a partir de las diferentes teorías sobre la emoción que han sido propuestas. Cheshire Calhoum y Robert C. Solomon, señalan, como otros autores, que “la emoción como campo de estudio independiente, está atrayendo cada vez más el interés de los filósofos” (Calhoum y Solomon, 1989, p. 11). Pienso que puede afirmarse algo parecido respecto a los psicólogos científicos y clínicos.
En los primeros decenios del siglo XXI, autores vinculados a la corriente de la Psicoterapia Cognitiva, que inicialmente parecían desinteresados respecto a los procesos afectivos, están abordando con creciente interés la investigación sobre ellos.
Estamos en un momento en el que las emociones, los sentimientos, la vida afectiva en general de los seres humanos ha adquirido un cierto protagonismo en la reflexión filosófica y en la vida social, aunque algunas de las corrientes dominantes parezcan seguir marginando toda esa dimensión de las personas a un segundo nivel, reproduciendo temores y prejuicios que han estado firmemente anclados en nuestra cultura durante muchos siglos (García Moriyón, 2005, p. 221).
Veo de especial interés la aportación de Solomon como representante de una reflexión filosófica sobre los sentimientos, de línea fenomenológica, que tiene presente aportaciones de la psicología científica, y cuya contribución puede constituir una buena base para la investigación sobre el papel de las emociones en la vivencia sana de los valores éticos. Como resumen o selección de sus conclusiones de interés para la psicología, la psicopatología y la psicoterapia puedo destacar las cuatro siguientes:
1 Sentimientos intencionalesHay sentimientos que no son intencionales. Son en realidad sensaciones. Téngase en cuenta que la palabra inglesa feeling resulta ambigua, ya que significa tanto sentimiento como sensación. Las emociones de las que se ocupó William James, cuya base estaba en reacciones fisiológicas, eran casi todas sensaciones o sentimientos corporales. Pero hay otra clase de sentimientos que son intencionales, en el sentido de que implican captación intelectual (conceptualización) y evaluación o captación de valores. La estructura intencional de cada clase de emoción se define y diferencia según aparezca como algo peligroso, ofensivo, gratificante, etcétera, dando lugar a reacciones afectivas de miedo, indignación, alegría, u otras. Esto significa que en las vivencias emocionales hay inteligencia. Solomon defiende la validez del concepto “inteligencia emocional”.Las destrezas personales e interpersonales que se requieren para cultivar los cuatro niveles de inteligencia emocional (según Salovey & Mayer, 1997), contribuyen claramente a hacernos más humanos, a saber, por: a) la percepción de las emociones en uno y en los otros; b) la capacidad de utilizarlas para facilitar y dirigir nuestro pensamiento; c) la capacidad general de comprender nuestras emociones, aunque impliquen a veces contradicciones; y d) el manejo de nuestras emociones.
2 Las emociones como juicios evaluadoresSolomon confiesa que la lectura de Aristóteles le ayudó a no adherirse a la corriente de menosprecio de lo emocional, predominante por parte de la gran mayoría de filósofos. Para el filósofo griego las emociones eran necesarias en una vida civilizada. La forma como la inteligencia emocional nos ayuda a comprender y orientarnos en nuestras relaciones con el mundo es suscitando lo que Solomon denomina “juicios evaluadores”. Pero no se refiere a proposiciones que puedan ser siempre verbalizadas, previa deliberación y reflexión, sino más bien “juicios corporales y cinestésicos”. Este concepto de Solomon lo veo muy similar a lo que Scheler denominó “intuición emocional”, como vía para la captación inicial e inmediata de un valor ético. Me llama la atención que Solomon no se refiera a Scheler ni le mencione en las referencias bibliográficas de su libro Ética emocional. Yo lo considero el primer filósofo práctico o de la Antropología Ética, que dejó clara la vertiente cognitiva de los sentimientos, y la vertiente emocional de las cogniciones. Postura que actualmente goza de creciente consideración entre el sector de los psicólogos cognitivos que están revalorizando el papel de las emociones en la vida y en la psicoterapia. Entre estos destaca Greenberg, creador de la Terapia Focalizada en las Emociones.Entre los representantes de la teoría “emotivista” se sostuvo la teoría –en la línea de un positivismo lógico– de que la Ética se basaba sólo en emociones, y, por lo tanto, era un saber irrelevante. A partir de esta interpretación, refiriéndose a Charles Stevenson como uno de sus representantes, Solomon defendió que con esta tesis no se estaba desvalorizando la Ética, sino reconociendo la realidad de la inteligencia emocional. Aparte de que la Ética también puede utilizar además la argumentación axiológica, a partir de la experiencia (observación que Solomon omite aquí).La ética es en buena medida una cuestión de emoción, hasta ahí de acuerdo, pero decir que la ética es una cuestión de emoción no implicaba desestimar la ética, sino más bien insistir en nuestra apreciación y comprensión de la sabiduría de las emociones. Los juicios éticos son juicios emocionales, desde luego, pero esto les confiere su profundidad y su significado (Solomon, 2007, p. 280).
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