El requisito del conocimiento experiencial, e incluso la preferencia del mismo, en este nuevo paradigma, no margina el tipo de conocimiento en el que se ha centrado la ciencia occidental: “Mi tesis es que este conocimiento experiencial es prioritario respecto al conocimiento verbal-conceptual pero que están integrados jerárquicamente y necesitan uno del otro” (Maslow, 1966, cit. por Rowan, 1985, p.87).
Estos tres elementos que aquí se han destacado, entre los que constituyen requisitos de la investigación en el nuevo paradigma, han formado parte de la manera habitual de abordar el trabajo terapéutico e investigador de toda sesión clínica. En ella se considera importante ejercitar un trabajo como coinvestigadores y cosujetos, atender con la máxima receptividad posible con actitud holista y disponer de una vivencia experiencial previa de los trabajos propuestos a la vez que facilitan los propios investigadores-psicoterapeutas cierto grado de actitud experiencial en el transcurso de la sesión.
En el prólogo del libro citado, Rowan y Reason resumen con estas palabras lo esencial del Nuevo Paradigma:
Lo que estamos construyendo en la investigación del nuevo paradigma es un acercamiento a la investigación que es una sistemática y rigurosa búsqueda de verdad, pero que no extermina todo lo que toca; estamos buscando una vía de investigación que pueda libremente ser llamada objetivo-subjetiva. El nuevo paradigma es una síntesis de investigación ingenua e investigación ortodoxa. Una síntesis que es muy opuesta a la antítesis a la que suplanta (Rowan & Reason, 1985, p. XIII).
Respecto a las limitaciones que se pueden dar en la metodología experimental u observacional convencionales, el psicólogo científico Child, catedrático de Yale, no tiene inconveniente de reconocerlo.
Muchos investigadores psicológicos, por otra parte, se abstraen tanto en el perfeccionamiento de sus métodos de investigación que su manera de pensar queda dominada por el método y no por el objeto de la investigación. Cuando el método se convierte en un modo de pensar, los experimentalistas quedan a un paso de caer en una manera de pensar mecanicista y manipulativa. El método experimental se basa en la manipulación de lo que se hace con individuos o animales que sirven de sujetos, y en observar el efecto en su conducta. Los psicólogos que aplican exclusivamente el método experimental, o que lo tienen siempre en mente como ideal, tenderán a creer que los procesos psicológicos son análogos a las relaciones físicas simples que han estudiado en el laboratorio de física […] Si los mismos psicólogos estuvieran más atentos a entender a sus sujetos, advertirían que el resultado del experimento realizado con seres humanos es, en general, menos preciso que el llevado a cabo en la física (Child, 1975, pp. 23s.).
B. Errores y responsabilidades para el futuro de
la psicología humanista
1.Principales errores de algunos psicólogos humanistas
1º Infidelidad a los iniciadores
Un primer error ha sido el olvido o desconocimiento de convicciones y aspiraciones de los iniciadores del Movimiento de la Psicología Humanista.
Una de las características y logros del Movimiento de la Psicología Humanista fue su desmarque de la lucha de poder –principalmente entre los conductistas y los psicoanalistas ortodoxos– aspirando a imponer su respectivo paradigma en el mundo académico. Los psicólogos creadores de nuevos modelos terapéuticos, o de variados tipos de procedimientos de intervención, difícilmente podían ver acogidas sus demandas para presentar sus experiencias y conclusiones en los Congresos o Jornadas promovidos por los dos colectivos que se encontraban en el poder. Las mismas dificultades se encontraban para publicar artículos en revistas, dando a conocer sus innovaciones. Muchos de los representantes de nuevos modelos terapéuticos estrenaron la experiencia de dar a conocer sus aportaciones, gracias a la actitud acogedora y respetuosa del pluralismo que caracterizó a los congresos nacionales o internacionales de Psicología Humanista que tuvieron lugar en los años setenta y ochenta del siglo pasado. Entre los muchos modelos de psicoterapia –o, simplemente, técnicas terapéuticas– que rechazaban explícita o implícitamente los enfoques atomistas, o reduccionistas, o mecanicistas, o deterministas, y que en algún grado destacaban la eficacia de lo experiencial por encima de lo informativo en la sesión terapéutica, destacaron, además de la Psicoterapia centrada en la persona, de Carl Rogers, y la Psicoterapia Existencial de Rollo May e Irvin Yalom, la Psicoterapia de la Gestalt de Perls –mal llamada la Gestalt–, el Análisis Transaccional de Berne, la Psicosíntesis de Assagioli, el Focusing de Gendlin, y la Bioenergética de Lowen, entre otros muchos. Todos ellos podían considerarse integrados en el Movimiento de la Psicología Humanista y, gracias a la favorable acogida que encontraron en éste, pudieron encontrar ayudas para darse a conocer y difundirse.
Sin embargo, la realidad es que una parte de los psicoterapeutas implicados en estos modelos –y, por ello, supuestamente humanistas– no han sabido actuar con coherencia respecto a las convicciones y aspiraciones de los iniciadores del Movimiento. Además, no pocos de ellos las han desconocido. Han caído en algunas de las actitudes o actuaciones de las que aquellos iniciadores compartieron su rechazo. Por ejemplo: manifiestan algún tipo de interpretación reduccionista, o determinista, o una actitud de escuela como “sistema cerrado”, o centramiento excesivo sólo en lo patológico. Por ello no pueden considerarse psicoterapeutas humanistas, utilicen o no este calificativo.
2º Despreocupación respecto al diálogo académico
Otro error que han cometido bastantes psicoterapeutas humanistas consiste en la excesiva despreocupación por la formación teórica, por el diálogo con las instituciones académicas, y por la investigación científica, dando con ello pie a la desconfianza por parte de los profesores universitarios
Ha sido, indudablemente, un acierto que en los centros o institutos para la formación en cualesquiera de los diversos modelos de línea humanista-existencial haya prevalecido, en general, el tiempo dedicado a la formación práctica y experiencial; es decir, al hecho de experienciar, por parte de los alumnos, la práctica de variados procedimientos de intervención –fuesen verbales, o con actividad imaginaria, o psicocorporales–, y comprobar sus posibles efectos sobre sí mismos, para su crecimiento personal o, en ocasiones, para la terapia respecto a algún posible síndrome psicopatológico o trastorno de personalidad.
Pero hay que considerar un error que, por el hecho de reconocer la importancia de la parte práctica de la formación, se haya –en ocasiones- desatendido la formación teórica. Haber reducido la formación a la vivencia de una colección de técnicas terapéuticas, sin haber ofrecido información, por ejemplo, sobre: a) tipos de problemas y de pacientes para los que puedan ser apropiadas; b) fase de la terapia en la que resultan procedentes; c) requisitos para su correcta aplicación, etcétera. Asimismo, información sobre los contenidos teóricos del correspondiente modelo terapéutico respecto a: a) cómo se entiende la meta de la terapia; b) cómo se actúa para lograr una relación terapéutica satisfactoria entre el profesional y el paciente; c) qué principales estrategias se utilizan en ese modelo; d) qué técnicas verbales, o imaginarias, o psicocorporales –incluidas otras procedentes de distintos modelos terapéuticos– podrán armonizarse con los fundamentos teóricos implicados; e) también sería conveniente adquirir un conocimiento suficiente sobre: cómo se entiende en el modelo la personalidad sana, frente a la patológica, lo mismo sobre los procesos sensoriales, emocionales, cognitivos y conductuales (o práxicos). Y todos estos contenidos teóricos, ¿cómo se han justificado? ¿qué experiencias y razones se han ofrecido por parte de los autores del modelo?
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