Para llenar este gran agujero historiográfico y enriquecer aun más este estudio, me he extendido de manera ecléctica a otras disciplinas. Los latinoamericanistas a menudo utilizan enfoques interdisciplinarios y comparativos cuando se enfrentan tanto a la complejidad de la región como a la relativa escasez de literatura secundaria. Por ejemplo, la lingüista Amelia Simpson escribió un brillante análisis de Xuxa, la estrella rubia de la televisión brasileña, haciendo énfasis en cómo el megamercadeo de este fenómeno de la década de 1980 reforzó los roles del género femenino mientras jugueteaba con unas nociones ambivalentes y preocupantes de modernidad y raza. 13La obra de Simpson me llevó a indagar sobre cómo el color, la clase, el mercadeo y la modernidad revelan las actitudes de los colombianos hacia sí mismos y su nación. Desde el ámbito de la literatura y la crítica literaria, Ellen Zetzel Lambert analizó la “belleza difícil” que aparece en las obras de las autoras inglesas del siglo XIX, expresión literaria de la belleza de gran emoción y profundidad. Lambert también abordó las causas y formas en que las feministas de finales del siglo XX tuvieron que lidiar con la belleza como una cuestión personal y política, objetivo en parte inspirado por el éxito fenomenal de otra obra sobre la belleza, The Beauty Myth, de Naomi Wolf. 14
Lambert me ayudó a apreciar el poder y la sutileza de la belleza, especialmente en sus formas no visuales, literarias y profundas, tal como la expresaron los escritores colombianos del siglo XIX. Antropólogos como Beverly Stoeltje han publicado excelentes estudios comparativos sobre el poder y el significado de los concursos de belleza, trabajos fascinantes e iluminadores para mí dada la obsesión colombiana con los concursos. 15Por último, la psicóloga Linda A. Jackson me llevó a través del campo minado de la naturaleza y la crianza, la biología y la cultura, y cómo configuran la belleza y su estudio en su innovador libro, Physical Appearance and Gender: Sociobiological and Sociocultural Perspectives. 16Jackson ciertamente abrió mis propias perspectivas culturales sobre cómo y por qué a los seres humanos nos importa la belleza.
No pretendo que esta investigación y sus hallazgos constituyan nada parecido a un trabajo definitivo u objetivo. Se trata, por el contrario, de un estudio introductorio destinado a inspirar el pensamiento y la reflexión. Espero que este libro abra el camino para que otros estudiantes y académicos analicen temas culturales similares en el futuro. No soy ni colombiano ni mujer, y escribo sobre la belleza femenina en una tierra extraña, pero querida. Soy consciente de mis propias limitaciones, sesgos y anteojeras. Lo que sí afirmo, sin embargo, es que la belleza constituye una ventana cultural esclarecedora para contemplar a los seres humanos como individuos y en la sociedad, ya que registra el desarrollo de las culturas y las naciones en el tiempo. Nos dice mucho sobre las regiones y sus culturas peculiares, en este caso en Colombia, ya que rastrea cómo se convirtió el país en una nación más urbana y moderna. Se enfoca directamente en el rol, la imagen y el poder relativo de las mujeres, poniendo por consiguiente a la mayoría de la población y a un gran tema nacional en primer plano, enfoque a menudo subestimado en la historia de Colombia y América Latina.
Espero que los colombianos encuentren este libro y sus argumentos desafiantes y provocativos, mas no ofensivos, ya que replanteará el modo en que algunos ciudadanos piensan sobre sí mismos y su pasado colectivo. Espero enseñarles a los no colombianos, especialmente a los residentes de los Estados Unidos, algo sobre la historia y la sociedad colombianas, dada la lamentable ignorancia demostrada por la continua y creciente financiación estadounidense de la violencia en Colombia, más alimento para la bestia. En pocas palabras, usaré la belleza como anzuelo para que los norteamericanos lean sobre Colombia, mientras reto a los colombianos a verse a sí mismos y a su situación actual de manera novedosa. Finalmente, espero que quienes lean este libro revisen lo que piensan y cómo piensan sobre la historia y Colombia, la belleza y las relaciones de género, el mundo moderno y global y, sobre todo, lo que los seres humanos tenemos en común.
Nueve capítulos subdividen la cronología y las exposiciones temáticas que siguen. El capítulo primero ofrece al lector una introducción histórica y geográfica a Colombia, pues presenta temas importantes en la historia de la belleza a lo largo del tiempo. El capítulo segundo comienza a explorar cómo se definieron, expresaron y representaron la belleza y la fealdad de 1845 a 1885. La geografía quebrada y heterogénea de Colombia y el regionalismo concomitante nos ofrecerán una visión de la vida de las élites y la gente del común en ciudades coloniales y aristocráticas como Bogotá, Cartagena y Popayán, en comparación con las regiones más recientemente pobladas y menos aristocráticas de Antioquia y Santander. En su forma y presentación, la moda transmite nociones de belleza, modernidad y clase, por lo que veremos lo que vestían las personas y cómo se presentaban en público. Durante este periodo, los tradicionalistas de los partidos Liberal y Conservador criticaban el corsé y el impacto de la moda extranjera, en las treguas de sus incesantes luchas intestinas, y a menudo abrazaban la imagen de la campesina descalza como símbolo perdurable de una belleza amable, domesticada y disponible. Para comprender las actitudes de los líderes ilustrados de la época, rastrearemos la expresión literaria profundamente íntima de la belleza cuando analicemos el sorprendente número de revistas escritas por o para mujeres, muchas de ellas dedicadas al “bello sexo”.
El capítulo tercero se centra en los años de 1886 a 1914, una era de exportaciones crecientes y el subsiguiente impacto de las importaciones de ropa, moda e ideas. El entusiasmo por los deportes de la década de 1890, especialmente grande en los Estados Unidos, se extendió a Colombia, donde el ciclismo, la natación, el tenis y las carreras de caballos cambiaron la moda femenina como en otras partes. La apariencia deportiva y atlética que cobró fama gracias a la Gibson Girl en Estados Unidos impulsó a más adolescentes y mujeres de la élite en Colombia a adoptar las nuevas tendencias internacionales. Los avances técnicos de la fotografía disminuyeron el costo y ampliaron la circulación de las imágenes bidimensionales, muchas de las cuales construían y representaban la belleza femenina. En lo político, estos años vieron la aparición de una nueva constitución conservadora y de larga duración, las importantes presidencias de Rafael Núñez y Rafael Reyes, la sangrienta Guerra de los Mil Días (1899 a 1902) y el inquietante preámbulo de la Gran Guerra en Europa.
El capítulo cuarto lidia con el lapso comprendido entre 1914 y 1930, cuando acontecimientos dramáticos y modernas tendencias hicieron trizas los siglos XIX y XX. La Gran Guerra (Primera Guerra Mundial) no solo mató a millones en Europa, sino que también cambió el estatus y la imagen de las mujeres en las Américas. Vestidas con uniformes como prueba de su devoción por las causas nacionales, las mujeres fueron utilizadas como símbolos del nacionalismo. Los peinados y dobladillos de las mujeres se acortarían considerablemente, anunciando la imagen de la nueva mujer. Las nuevas revistas ilustradas semanales en Colombia, como Cromos, estaban llenas de anuncios que presentaban nuevos estilos de moda, cosméticos, cremas para la piel, productos para el cabello y la boca, y un amplio surtido de remedios dirigidos a mujeres de diversas clases, fijando y comercializando el aspecto y el precio del nuevo estándar internacional de belleza femenina. En este contexto de movilización masiva hacia el nacionalismo y el consumo surgió el protagonismo de los concursos de belleza nacionales e internacionales, tendencia que los colombianos abrazaron con entusiasmo al principio. Las películas extranjeras llegadas de Italia, Francia y Estados Unidos también anunciaban una ruptura con el entretenimiento más simple del pasado, pues trajeron el mundo y el glamour de las estrellas de cine a la psique colombiana. El creciente predominio de Hollywood en el cine y de Nueva York en el comercio suplantó con el tiempo el tradicional atractivo de París, convirtiendo a los Estados Unidos en el nuevo centro de la moda y la belleza para los colombianos del siglo XX. La burbuja económica de los años veinte finalmente dio paso a la Gran Depresión de 1930, dejando sin embargo intacto el triunfo de las imágenes de amplia difusión y de una nueva cultura de la belleza, aunque distantes de la vida cotidiana colombiana.
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