¿Y qué es ella para él? Ya lo sabíamos en Lacan, por ejemplo, cuando lo habíamos estudiado a nivel de fantasma. Ella para él es un fantasma, es decir, cosas muy precisas y acotadas según los rasgos que le resulten atractivos, su amor no lleva a ninguna devastación. Si ella pierde sus atractivos él ya se busca otra, ningún rapto lo lleva a él a ningún transporte de nada. Su excitación, su deseo, su pasión amorosa y sexual va a una cosa perfectamente localizada. Siempre se da en los ejemplos que puede ser un lunarcito, ese lunar tan bello que tiene –se ha cantado una canción así–, así que él va a eso. No es que por eso él no pueda perder sus bienes también, y hay tantas historias de amor donde él por ese lunar va dejando la familia, se va corrompiendo, tantos tangos que cuentan la devastación masculina por causa de una mujer. Pero no lo vamos a explicar con el término ravage como lo entiende Lacan, porque es siempre una devastación limitada.
Es muy complicado retroceder ahora, porque en realidad la cita vinculada a la relación madre-hija es anterior y en un contexto muy distinto en la enseñanza de Lacan. La segunda cita que he comentado hasta ahora está en el contexto de un Lacan que ha dejado por detrás las explicaciones edípicas en psicoanálisis, por no encontrar una explicación suficientemente satisfactoria.
En el Seminario El sinthome (7) está inventando una cosa que es la estructura del nudo borromeo, y con eso está pensando de una manera completamente nueva la noción de síntoma. Así que es en un contexto teórico muy nuevo, con una noción de síntoma totalmente nueva, que Lacan menciona esta diferencia en la que surge la devastación o estrago que un hombre puede ser para una mujer, para lo femenino como tal.
Mientras que en el texto “El atolondradicho”, (8) hay todavía en cambio mucha referencia a los postfreudianos, mucha referencia al retorno a Freud, y en qué se podía desviar el psicoanálisis si no se volvía a ciertos principios, a entender bien respecto de lo que había sido el planteo de Freud.
Si recuerdan que les leí la frase, es una referencia al complejo de Edipo según Freud, y a un detalle bien freudiano y bien precisado, que indica que tenemos que estar a nivel de la descripción de los tiempos del Edipo, de la función del padre en los tiempos del Edipo, y de cómo funciona eso para ella. El tema, presentado como con cierta paradoja, era esa suerte de diferencia que Freud encuentra para una estructura que piensa para ambos sexos. Ambos deben pasar por el nudo de la castración a través del complejo de Edipo.
Esa sutil diferencia ya encontrada por Freud es que no hay en ella algo realmente para castrar, tema que encontraba Freud como nudo bien dramático del Edipo.
El niño se instalaba en el Edipo, pero iba a tener en algún tiempo que confrontarse con la amenaza de castración, con todos sus efectos en cuanto a la represión, la formación sintomática, etcétera. Una castración cuyo agente era el padre. Saliendo de la constitución de esa castración, que posibilita al niño varón asumir a su vez el ideal paterno, y postergarse para más tarde dedicarse a lo pulsional, eso le daba una salida del Edipo. Nunca anduvo con claridad esta explicación para el caso de ellas, en las cuales se hace más complicada porque hay que invitarlas al Edipo, pero como no tienen qué para presentarse –el Edipo es una historia de quién la tiene, quién no la tiene, te la corto, no te la corto–, ella dice: “es una fiesta que no me corresponde”. Ellas no deberían tener Edipo, entonces es complicado, hay que suponer que ellas se imaginan teniéndolo, entonces con ese disfraz son invitadas a la fiesta del Edipo, y después pueden hacer: “¡Ay! No la tengo”, y experimentar la castración.
Siempre quedó una parte un poco difícil de explicar acerca de cómo podía tener un alcance real la castración en ella, o cómo podía operar una especie de angustia de castración, porque no da con claridad lo mismo que para el caso del varón.
Es por ello que Freud dice que no hay salida del Edipo para ella. Puede permanecer identificada a ese agente de la castración toda la vida, al padre, cosa que se verifica clínicamente. No tiene que pasar por esa metaforización de batalla, él o yo –con el padre– para poder ella advenir a no sé qué posición. Queda tranquila una vez que está ubicada en referencia a un significante, ella no piensa competir con ese significante, se articula en relación; lo que puede hacer es pedirle a ese significante todos los días, quejarse, molestarlo, pero no le interesa asumirlo, sino que esté ahí, en el padre, en el novio, en el marido, en un sacerdote, en el analista, donde sea.
Freud ya nos dice que –siendo en ella su castración edípica algo que no se entiende con mucha claridad más que con una especie de simulacro–, ella permanece ahí como pez en el agua. Lacan en eso sigue a Freud, pero por otro lado indica que hay algo que aparece en cambio con una especificidad clínica propia de ella, y que no es así en el caso del varón.
Ahí tenemos ubicado el tema, que es como decir: no es tan pez en el agua. Es pez en el agua en esa referencia paterna, pero no parece ser tan pez en el agua cuando se trata del vínculo de ella con su madre. Ahí tenemos esa frase y otra vez aquí el término ravage .
Por eso en L’étourdit , la frase termina diciendo:
[…] contrasta dolorosamente con el hecho del estrago que, en la mujer, en la mayoría, es la relación con la madre, de la cual parece esperar, como mujer, más substancia que de su padre –lo que no va con su ser segundo en este estrago. (9)
Esta cita nos parece indicar como una mala orientación buscar en la madre resolver la condición del estrago, porque ésta es a su vez otra persona estragada. Ese es el primer sentido de esa frase.
Hace muchos años utilicé mucho esta cita, fui un poco pionero, porque las utilizaciones de ésta vinieron un poco después, y con más vuelo y con más sentido del que yo había podido darle al principio.
Ocurrió que llevaba por años –lo sigo haciendo– un grupo de discusión clínica con colegas, y por el año ´90, discutimos dos o tres veces por semana el mismo caso; cuando más o menos lo agotábamos un poco, alguien presentaba otro caso. Es una práctica que continúo, porque es de mucho provecho la discusión de casos clínicos en veinte minutos, una hora, cada vez, dejar pasar unos días, volver a discutir el mismo caso, dejar pasar una semanita y volver a discutirlo. Así se consigue de a poco encontrar cosas más paradigmáticas y ordenar los distintos niveles, porque la clínica se puede discutir bien, pero desde distintos puntos de vista. Los psicoanalistas están todos con distintos puntos de vista, enfatizan más unas cosas que otras. Por esa discusión clínica, al terminar ese año de trabajo, descubrí que, si habíamos discutido diez o doce casos en el año, seis o siete eran redundantes, porque planteaban una misma cuestión que a los analistas los dejaba sin recursos.
Era fácil observar que, cuando el análisis lo pide, una muchacha entre quince y treinta –podemos retroceder más si quieren, de los once–, anda por sobre ruedas el despliegue del mismo, donde se va situando su cuestión en relación al padre, y del padre a sus sustitutos, con un efecto que lleva una cierta elaboración de separación de la madre. Y es muy frecuente en los casos que se da, en los cuales puede haber toda una serie de inhibiciones, de dificultades para hacer pareja, de inestabilidad, siempre muy vinculadas a una mujer que está todavía muy presa, vive en la casa con la mamá, piensa demasiado en la mamá, está dejando pasar los novios un poco por la mamá. El análisis, en la medida que la sitúa en el Edipo, en lo que Freud ya había dicho que era el paso de la subjetivización importante para la mujer en el orden fálico, la conducía a preferir al padre a cierta altura y no a la madre, ubicando dónde está el falo –en el sentido de quien lo tiene–, y siendo a través de la relación con un hombre, a partir del padre, en el que puede empezar a jugar un destino de mujer. Allí elaboraba lo que es ser deseada, lo que se dice ser un objeto de deseo de los hombres, y también por esa vía encontraba una forma sustitutiva de ese falo bajo la ecuación pene-niño y su ubicación como madre.
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