EMILY DICKINSON
UN ESTUDIO DE POESÍA
EN TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL
BIBLIOTECA JAVIER COY D’ESTUDIS NORD-AMERICANS
http://puv.uv.es/biblioteca-javier-coy-destudis-nord-americans.html http://bibliotecajaviercoy.com
DIRECTORAS
Carme Manuel
(Universitat de València)
Elena Ortells
(Universitat Jaume I, Castelló)
EMILY DICKINSON
UN ESTUDIO DE POESÍA
EN TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL
Juan Carlos Calvillo
Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans
Universitat de València
© Juan Carlos Calvillo
Emily Dickinson: un estudio de poesía en traducción al español
1ª edición de 2020
Reservados todos los derechos
Prohibida su reproducción total o parcial
ISBN: 978-84-9134-639-5
Ilustración de la cubierta: Sophia de Vera Höltz
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
Publicacions de la Universitat de València
http://puv.uv.es
publicacions@uv.es
Edición digital
Un estudio de poesía en traducción
La poesía de Emily Dickinson
Naturaleza, lenguaje y consciencia
Las representaciones del dolor
Los tratamientos poéticos de la muerte
Conclusiones
Apéndices
Bibliografía
Este trabajo debe su existencia al cuidado, la dedicación y la confianza de Mario Murgia: en todos estos años no ha dejado de ser mi faro en la oscuridad. De todo corazón agradezco al Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México su generosa acogida, puesto que siempre me ha brindado cuanto ha sido necesario para el desarrollo de mi investigación. Profundamente agradecido estoy también con todos los críticos que escribieron sobre la poesía de Emily Dickinson antes que yo, así como con los traductores y poetas que la han dado a conocer en lengua española. Espero que este volumen sea un digno sucesor de su legado, y confío en que pueda llegar a vislumbrarse en mi crítica, a menudo severa, la mejor de las intenciones: como Hamlet, “I must be cruel only to be kind”. Del mismo modo, les doy las gracias a todos los amigos y colegas que me acompañaron y me auxiliaron en la consecución de materiales y, de manera muy particular, a Marta Dahlgren, a quien además le debo mi gratitud por haberme mostrado el camino a seguir con sus propias investigaciones sobre teoría de la relevancia aplicada a la traducción de poesía. Por último, no dejo de reconocer el apoyo, el aliento y el cariño de mi editora, Carme Manuel, a la que le debo no sólo el estímulo del entusiasmo sino también las lecturas atentas, finísimas, y las sugerencias que hicieron que este volumen alcanzara su mejor forma.
Este libro está dedicado a mi familia: a Aurelia, que no había llegado cuando lo escribí, pero que ahora me acompaña siempre y en todo (“We hovered by design”, 1548); y a papá, Pau, Santi y Annie, que nunca olvidaron, como Emily, que
To wait an Hour – is long –
If Love be just beyond –
To wait Eternity – is short –
If Love reward the end –
(781)
They shut me up in Prose –
As when a little Girl
They put me in the Closet –
Because they liked me “still” –
(613, versos 1-4)
Un estudio de poesía en traducción
Se ha dicho con frecuencia que la poesía es intraducible. A juzgar por la cantidad de siglos que el hombre lleva, en efecto, traduciendo poesía y, consiguientemente, por la abundancia de pruebas que demuestran lo contrario, resulta claro que afirmar la supuesta intraducibilidad de la poesía es, más bien, una manera abreviada, casi taquigráfica, de aludir a —o condensar— uno o más problemas de índole muy diversa, a saber: (a) la traducción de poesía presenta problemas técnicos de dificultad extrema; (b) las traducciones de poesía no siempre son satisfactorias, ya sea en comparación con el original o de manera independiente; y (c) el concepto de traducción, así como lo que se espera de ella, son incompatibles con los resultados que pueden brindar en la práctica. Estos tres se presentan siempre como atolladeros: no existe ni una fórmula única, funcional, inmediata o prefabricada para la solución de problemas ni un manual sensato de traducción poética que pueda ofrecer más que consejos, y es por ello que la generalización sobre la intraducibilidad de la poesía se ha elevado al grado de máxima. No obstante, basta con echarle un vistazo a un solo volumen de poesía traducida de entre los tantos que se han publicado en los últimos dos milenios —en el que algún mérito ha de descubrirse, por modesto que sea— para darse cuenta de la burda exageración de la sentencia.
Con todo, de índole muy diversa son también los pilares que sustentan el razonamiento a favor de la intraducibilidad inherente de la poesía. Existe un argumento ontológico: lo que cambia, por definición, deja de ser lo que es. El poema traducido no es el poema original: no puede serlo, dado que es un producto derivado y, por tanto, nunca alcanzará un estatus más elevado que el de réplica (quizá, platónicamente, en virtud de su naturaleza mimética, nunca superior al del original). Existe también un argumento teórico: en el discurso poético, de manera más ostentosa que en cualquier otro, el significante equivale al significado; dicho de otro modo, el acontecimiento poético se suscita porque hay ciertas palabras, y no otras, dispuestas en cierto orden y no otro. El cambio de idioma, que desde luego consiste en el reemplazo de todo el caudal léxico y la necesaria modificación del arreglo sintáctico (por no mencionar de momento las consabidas incompatibilidades semánticas y pragmáticas entre lenguas), lleva consigo la alteración esencial de las características privativas e idiosincrásicas que hacen al discurso ser lo que es. 1Del mismo modo, existen imposibilidades o, cuando menos, dificultades técnicas en grado superlativo, causadas justamente por la dependencia del significado del discurso poético en la cualidad material de la lengua de origen, al igual que por los requerimientos estéticos o estilísticos de la lengua meta. Y aunado a todos estos impedimentos generales (filosóficos, teóricos y técnicos) se encuentra, por último, el argumento histórico: la tradición literaria está plagada de precedentes fallidos —traducciones de poesía malogradas, caducas, limitadas geográfica o culturalmente o, en resumen, poco eficaces a juicio de un lector promedio inscrito en un tiempo, espacio e ideología determinados— que parecen demostrar, en la praxis, que la teoría se encuentra en lo correcto. 2La confluencia y reciprocidad de todos estos argumentos hacen, sin duda, convincente y conveniente la conclusión de que el discurso poético es intraducible tanto en la teoría como en la práctica.
A ello debe sumársele, dado que es insoslayable, la legendaria inefabilidad de la “esencia” de la poesía. A falta de definiciones categóricas satisfactorias que den cuenta no sólo de la constitución técnica y temática del poema sino también del poderoso efecto, objetivo o subjetivo, que provoca en el lector, una tradición ancestral se ha dado a la tarea de afirmar que la esencia de la poesía está incluso fuera del poema, escindida del discurso mismo, y por consiguiente disociada de cualquiera de los elementos lingüísticos que la conforman. Cito, a manera de ejemplo, una demostración sucinta de esta creencia en un poema de León Felipe (13):
Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
Federico García Lorca, en su famosa aseveración sobre las palabras “que forman algo así como un misterio” (citado en Guerrero y Dean-Thacker 83), y Octavio Paz, en el extenso ejercicio creativo que sirve de obertura a
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