[…] en vista de la naturaleza social y económica de los factores que determinan la masticación de hoja de coca, no es posible una supresión inmediata y radical del hábito. En lugar de resolver el problema, tal supresión sólo agravaría la situación existente. Por consiguiente, la Comisión sólo prevé una supresión gradual del hábito, es decir, un proceso que, teniendo en cuenta la complejidad del problema, no debe ser tan largo como para permitir la continuación dañina del hábito ni tan corto como para afectar los intereses económicos en cuestión. (Ibídem).
Finalmente, la Comisión era optimista sobre la viabilidad de eliminar la masticación de coca y de encontrar fácilmente cultivos sustitutivos viables que produjeran ingresos iguales o mejores para los campesinos (Ibídem, p. 88).
6.3. Algunas características del informe
El informe no satisfizo a muchas de las Partes interesadas. Monge quedó muy decepcionado y escribió un ensayo controvertido para refutarlo (Comisión Peruana para el Estudio del Problema de la Coca, 1951), argumentando que la mayoría de las pruebas utilizadas eran impresionistas y no cumplían con los criterios científicos requeridos para obtener conclusiones. También defendió sus posiciones con respecto a la medicina de gran altura y los usos medicinales de la coca. Cabe señalar que el informe no examinó la cuestión de la medicina no occidental o los usos cuasi medicinales de la coca que implícitamente se consideraron ilegítimos.
Las consecuencias de los efectos anoréxicos de la masticación de coca fueron interpretadas por los bandos en conflicto de dos maneras contradictorias. Algunos defendieron que el problema se debía a la pobreza extrema de muchos indígenas quienes no tenían suficientes recursos para comer y, en ese sentido, la masticación de coca les ayudaba a sentir menos hambre. Mientras los otros sostuvieron que la inhibición del hambre llevaba a que las personas evitaran los alimentos y, en consecuencia, se generaba la desnutrición. Por supuesto, ambas posiciones pueden haber reflejado situaciones reales diferentes que requerían distintas soluciones. Al respecto, el informe era ambivalente y apoyaba a ambas partes. El hecho de que la Comisión recomendara que era necesario eliminar la masticación de coca porque contribuía a la desnutrición, hizo que fuera rechazado por el primer grupo. Sin embargo, también reconoció la importancia de las cuestiones sociales como factores determinantes en el hábito de la masticación y concluyó que no representaba una adicción típica. Por ese motivo, hizo hincapié en las malas condiciones de vida como la razón principal por la que se mastica coca y propuso una disminución gradual del hábito. Estos hallazgos y recomendaciones molestaron tanto a Anslinger quien quería una rápida eliminación de la coca, como a los peruanos que consideraban la coca como un obstáculo importante para el desarrollo económico del país. Además, también fue insatisfactoria para ese grupo de peruanos la conclusión de que el aumento de la nutrición erradicaría el hábito de la masticación de coca y que ésta en sí misma, no era responsable de la “degeneración” de la raza amerindia.
El objetivo de eliminar la masticación, incluso si se trataba de un proceso gradual, decepcionó al poderoso lobby boliviano pro-coca:
En 1949, Bolivia cooperó con la gira de la ONU, adoptando una postura oficial concordante con la peruana, presumiblemente debido a los estudios de los científicos peruanos. Sin embargo, tras bambalinas, la SPY renovó su protesta perenne ‘que la coca no es un narcótico’. Esta vez, sin embargo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia no transmitió el mensaje vital del SPY a la ONU. (Gootenberg, 2008, p. 239).
La Comisión se reunió con la SPY y con campesinos cultivadores de coca, pero el informe no consideró los usos tradicionales en rituales y festividades religiosas y sociales de manera análoga a los del alcohol y el tabaco en el mundo occidental. Como señala Gootenberg (2008, p. 238): “la ONU aún no había descubierto la ‘cultura’ (indígena o de otro tipo) como un obstáculo o un aliado en su visión”. Los consumidores de coca eran en su mayoría analfabetos y no estaban organizados y el informe no reconoció el significado de la masticación entre las comunidades como símbolo de identidad, ni su papel en la cohesión social. Como resultado, el informe excluyó a un grupo de interés muy relevante.
El documento se redactó justo después del final de la Segunda Guerra Mundial cuando los artífices de la política confiaban en su capacidad para implementarla. Los objetivos de eliminar la masticación de coca como parte de un objetivo de desarrollo para incorporar a los amerindios a la era moderna y encontrar productos agrícolas para sustituir las plantaciones de coca parecían razonables a los ojos de los políticos, expertos y académicos. Además, los mercados ilegales de cocaína eran muy pequeños y nadie podía haber predicho el crecimiento de la demanda a comienzos de los 70, por lo tanto, esas conclusiones optimistas del informe eran plausibles en ese momento.
7. El final de la Sociedad de Naciones y los protocolos de 1948 y 1953
Durante los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial las tensiones internacionales fueron grandes y las cuestiones relacionadas con las drogas perdieron importancia en la agenda política de los países que habían promovido el SICD. Las drogas tuvieron relevancia solo en cuanto estaban relacionadas con la seguridad nacional. Los gobiernos que previeron la nueva guerra trataron de acumular suficiente morfina, heroína y cocaína para usos médicos y cáñamo principalmente con el propósito de abastecer su necesidad de sogas. Estados Unidos promovió la producción con esos fines e incluyó algunos experimentos con plantaciones de coca en Puerto Rico (McAllister, 2000, pp. 130-131).
La guerra fortaleció la posición de Anslinger, quien continuó abogando por una política de control de la oferta. Decidió dónde comprar morfina y cocaína y presionó a los países para que cumplieran con las convenciones:
Durante 1940, prohibió las exportaciones a México hasta que las autoridades suspendieran un programa experimental de tratamiento ambulatorio que implicaba la distribución gratuita de morfina a los adictos registrados. Cuando Chile comenzó la producción nacional de opio, en 1942, el Comisionado embargó las exportaciones de drogas y engatusó a Gran Bretaña en una acción similar. Anslinger presionó al gigante farmacéutico Hoffmann-LaRoche para asegurarse de que su filial argentina no vendiera medicamentos a las potencias del eje o a sus intermediarios. (Ibídem, p. 145).
Durante la guerra, el uso del opio y sus analgésicos derivados constituyó el principal problema de drogas psicoactivas para los países involucrados. La utilización no médica de la marihuana y la cocaína no representó un problema importante en América del Norte, Europa y China y no atrajo la atención de los artífices de política.
Estados Unidos fue uno de los principales países que apoyó a los órganos de drogas de la Sociedad de Naciones a pesar de que no era miembro de ella y, durante la Segunda Guerra Mundial, financió el traslado de esos órganos a Nueva York, Princeton y Washington D. C. para proteger el SICD. El fin de la guerra acabó con la Sociedad de Naciones, pero Estados Unidos continuó financiando la operación de sus órganos de drogas. Algunos países siguieron presentando estimaciones y, al menos formalmente, el SICD siguió funcionando.
La guerra debilitó a Alemania y otros países europeos que tenían grandes intereses farmacéuticos y que se oponían a la propuesta estadounidense de generar políticas más restrictivas. Al mismo tiempo, Anslinger articuló un equipo de profesionales bajo su mando que estaban convencidos de los beneficios de las políticas prohibicionistas y que estaban dispuestos a promover esa agenda política. La primera tarea consistió en reorganizar y fortalecer el SICD, un objetivo alcanzado rápidamente por el Protocolo de Lake Success, firmado el 16 de diciembre de 1946 y que entró en vigor en octubre de 1947. Este Protocolo situó al SICD bajo el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) y estableció la CND como el organismo de formulación de políticas de drogas en reemplazo del CAO. El OFE y el PCOB, ahora en el marco de las Naciones Unidas, continuaron supervisando el cumplimiento de los convenios y las funciones de la Sección del Opio en la recolección de estimaciones de cultivos y producción de drogas fueron asumidas por una nueva División de Drogas Narcóticas (Sinha, 2001, p. 17; UNODC, 2008, p. 137).
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