Si “Embajada mexicana” no abandona el reino de los sueños y, por consiguiente, a semejanza de Aragon, hace que se desdibuje “el umbral entre la vigilia y el sueño” (Benjamin, 1979c: 226), se podría argüir, a partir de su respuesta ilustrada, que desde el punto de vista de la teoría de la experiencia histórica que tanto le interesaba —para la cual, de acuerdo con Menninghaus, no era suficiente una verdad al servicio de la razón en oposición al mito— el propio Benjamin estaba demasiado despierto. El umbral del “despertar” (cuyo fin era desbaratar la oposición ilustrada) se introduce en “Obras subterráneas” bajo la forma de la risa. El objeto del “despertar”, dice Benjamin, es “la disolución de la ‘mitología’ dentro del espacio de la historia” (Benjamin, 1999a: 459. El subrayado es mío). ¿Cumple la risa este papel de introducir el mito en la historia sin desvincularse del todo de una experiencia de aquélla, y así redimirlo? [11]Como ya he sugerido, es muy posible que no; que Benjamin se dejó cautivar demasiado por su propia construcción estética del mito (es decir, fue demasiado surrealista), asimismo simultáneamente por su rechazo ilustrado de aquél (rechazo comprensible en el contexto del auge de un fascismo “envuelto en un velo de mitos”).
Las imágenes de México que Benjamin presenta en Dirección única se producen en la encrucijada de la etnología, la estética y el psicoanálisis, fuente primero del expresionismo y más adelante del surrealismo. Cuando Freud inventa el inconsciente se abre un nuevo reino de experiencias accesibles a la reflexión. Sin embargo, el propio inconsciente tenía también que ser narrativizado y poblado (¿colonizado?) y dotado de dramas reconocibles que permitiesen estructurarlo y explicarlo. La antropología y la literatura —sobre todo en sus respectivas relaciones con el colonialismo— aportaron muchos de los personajes, dramas y escenarios —las hordas primitivas, los Edipos y Electras, los subsuelos— para tales experiencias. Fue así como el sujeto europeo, recientemente escindido, se dotó de un inconsciente susceptible de ser explicado, al menos parcialmente, en términos de las ansiedades de la historia colonial. Desde este punto de vista, se diría que las imágenes de superficies y subsuelos de Benjamin son imágenes coloniales de, y para, el inconsciente. [12]
Tanto la broma del santuario mexicano de la época del preanimismo —anterior, por lo tanto, a la escisión sujeto-objeto que caracteriza a la Ilustración—, [13]como el inquietante mensaje comunicado a los misioneros, registran historias coloniales. Sin embargo, su geografía y temporalidad individuales implican que la iglesia y el santuario permanecen en otra parte y existen en otro tiempo: el pasado del mito. En este sentido, estas imágenes oníricas (dream-images) de Dirección única permanecen profundamente inmersas en una estructura temporal de la modernidad en la que la historia se narrativiza en términos de un concepto dominante de “progreso” —que en un escenario global lleva consigo la idea de “la no contemporaneidad de tiempos geográficamente diversos, pero cronológicamente simultáneos” (Osborne, 1991: 75)—. El México colonial de Benjamin se ubica en otro tiempo no contemporáneo que, por definición, no es el presente.
Así, nos quedamos con la broma sobre la broma en “Obras subterráneas”: la broma sobre la broma de la iglesia colonial mexicana. Y, como hemos visto, transformarla en una broma contemporánea la convierte en una broma sobre el mercado en la Europa ilustrada —ahora esclavizada, se nos sugiere, al fetichismo (de la mercancía) y al mito (de lo nuevo), y que además hunde sus raíces en la acumulación primitiva y la explotación colonial—. Pero ésta no es la broma que despierta al soñador. A ésta le está vedado el acceso “al espacio de la historia” que proporcionaría a la obra de Benjamin (en respuesta a la crítica de Adorno) conocimientos sobre una geografía política internacional, es decir, imperial, que le permitirían explicar el lugar del París de Baudelaire (y de Europa) dentro de un sistema colonial. Encodificado y denegado, según la encrucijada históricamente específica de las lógicas de la estética, el psicoanálisis y la etnología, el colonialismo sigue siendo inconsciente. Sólo tras la muerte de Benjamin, las crisis del fascismo en Europa (en particular el Holocausto) y las subsiguientes luchas anticoloniales en África y Asia revelarán —como la fotografía con el inconsciente óptico— “el secreto [...] la existencia de este inconsciente [colonial]”. [14]
Traducción de Ari Bartra.
Apéndice
23 de agosto de 1935
Roma
Pensione Milton
Via di Porta Pinciana
Estimado Sr. Benjamin:
Mi esposa acaba de descubrir una contribución firmada por usted y publicada el pasado sábado por el Neue Zuericher Zeitung. No sabe cuánto me alegra enterarme de que usted no se ha movido de aquí, que escribe, y que sus escritos nos siguen comunicando los sonidos de nuestra lejana y perdida patria. Por favor, háganos saber de inmediato su paradero y cuál es su situación. Hace al menos un año me acordé de usted cuando me informaron que estaban buscando un profesor para impartir clases de literatura alemana en São Paulo. Habiendo conseguido su dirección (de entonces) en Dinamarca a través del Frankfurter Zeitung, la puse a disposición de las autoridades pertinentes. Pero el intento fue en vano, y habría sido inútil escribirle a usted desde Alemania. Probablemente permaneceremos aquí hasta el 4 de octubre, y después nos alojaremos unos días con el Dr. Binswanger, [15]en Castello-Firenze, Villa La Limonaia, Via di Quarto 9. Recibí una carta muy triste de Beverdell [16]desde Praga; al parecer Bloch se ha establecido en París; su libro, [17]el cual he leído hace poco, revela su personalidad en su íntegra totalidad.
Nosotros estamos bien; no he perdido mi posición, pero apenas la ejerzo. Mi Privatdozent, W. Krauss, imparte las conferencias del curso principal y los seminarios y se encarga de los exámenes; está demostrando ser un hombre de excelentes cualidades. Veo poco factible que yo pueda seguir enseñando el próximo invierno; pero al menos cabe la posibilidad. Me resulta del todo imposible darle una idea de lo extraño de mi posición. En cualquier caso, pese a los beneficios que conlleva, las perspectivas de que dure son casi nulas, y con cada día que pasa se vuelve más y más inútil. Por todo ello he comenzado a poner en práctica una serie de planes de contingencia; no obstante, es muy poco probable que ninguno de ellos acabe siendo factible.
Por favor, no deje de escribirnos. Reciba nuestros saludos más cordiales, de parte de ambos. [18]Se despide atentamente,
Erich Auerbach
Traducción de Ari Bartra.
[1]Una primera versión de este ensayo apareció como “Beware Mexican Ruins! One-Way Street and the Colonial Unconscious”, en Andrew Benjamin y Peter Osborne (eds.), Walter Benjamin’s Philosophy: Destruction and Experience, Warwick Studies in European Philosophy, Londres, Routledge, 1994.
[2]En una carta a Benjamin fechada el 13 de abril, Gershom Scholem (1992: 38-39) compara los sucesos de 1933 en Alemania con la expulsión de la población judía de España en 1492 —que también es el año, cuatrocientos antes del nacimiento de Benjamin, de la expulsión de los moros y el inicio de la conquista y colonización de América por Colón—. Muchos críticos consideran esta fecha el comienzo de la era moderna.
[3]Pero en una carta enviada a Scholem (1992: 242) en febrero de 1939, menciona el hecho de que el editor Ernst Rowohlt estaba emigrando a Brasil y omite mencionar la sugerencia de Auerbach.
[4]“Cada línea que logremos publicar hoy —escribía Benjamin a Scholem en enero de 1940— constituye una victoria arrancada a los poderes de la oscuridad” (Scholem, 1992: 262).
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