Este ensayo se limitará a exponer una crítica del ordoliberalismo en Foucault. Es importante realizarla porque contribuye a diferenciar entre la construcción histórica del ordoliberalismo y el gobierno actual. Lejos de facilitar la transición entre una y otra forma gubernamental, debemos resistirnos a considerarlas como un continuo histórico. Desprendernos de esta consideración inmanente de la historia nos ofrece la perspectiva adecuada para contextualizar a Foucault.
3. La intuición básica de Foucault
La finalidad de Foucault en Nacimiento de la biopolítica era abordar el problema de la tipología específica de gobierno que se comenzaba a generar desde la irrupción de Margareth Thatcher. La llamó gubernamentalidad biopolítica. Foucault quiere describirla, y lo hace apelando al ordoliberalismo como su matriz teórica. Sus reflexiones sobre el ordoliberalismo son así instrumentales. Sin embargo, estas previsiones ordoliberales son así asumidas por Foucault como ya realizadas. Desde el punto de vista de una historia de las doctrinas políticas, esta operación tiene problemas. Desde una correcta ilustración social todavía presenta problemas más graves, pues impide la autoconciencia del hoy. Una correcta apreciación genealógica permitiría una mayor nitidez del concepto «ordoliberal», para apreciar mejor las distancias con nuestro presente. Sin embargo, lo que deseaba proponer Michel Foucault es una identificación entre aquel pasado y su presente. Para él, con el gobierno biopolítico llegaba el final de la época de la economía política. Y eso era ordoliberalismo. Esta identificación ocultaba la diferente época histórica de ambos fenómenos. El gobierno biopolítico de Foucault puede ser el final de la época de la economía política, pero el ordoliberalismo era una economía política centrada en el Estado (Böhm, Eucken y Grossmann-Doerth, 2017: 27)4.
Por supuesto, no se trata de hacer aquí arqueología5. No hablamos del capitalismo renano, sino de ordoliberalismo6. Estamos interesados en mostrar si el ordoliberalismo tuvo una economía política, y el papel del Estado en ella. Y deberíamos resaltar, como contrapunto, si el gobierno biopolítico de Foucault tiene las mismas bases teóricas. En este sentido, mencionaré aspectos del ordoliberalismo que no han sido destacados por Foucault desde el punto de vista filosófico e ideal. Esos aspectos caracterizan a los ordoliberales como testigos de una época determinada específicamente europea, amenazada por una situación internacional dominada por los totalitarismos y por el capitalismo anglosajón tradicional. Lo decisivo para moverse en este escenario era un sentido preciso del concepto de Estado que ya no está vigente.
Foucault deseaba elaborar una síntesis que implicaba presentar el gobierno biopolítico como gobierno neoliberal. Creo que esta síntesis encierra su verdadero diagnóstico del presente. Era una síntesis porque reunía elementos divergentes. Como sabemos, su biopolítica se origina en la intensificación del Welfare State. La dimensión neoliberal consistía en que esa biopolítica estaba por completo atravesada por el mercado. Para Foucault los dos elementos procedían del ordoliberalismo. Veámoslo de cerca.
El concepto de gobierno biopolítico, para Foucault, superaba el concepto clásico de soberanía como política que daba muerte. Ahora el gobierno daba vida, y lo hacía a través de toda una política social masiva, reguladora, normalizadora, destinada a vivir más y más sano en libertad. Por eso, este gobierno estaba constituido por los «dispositivos liberógenos» (Foucault, 2007: 91). Lo específico de este gobierno biopolítico, lo que hacía de él un episodio propio de la historia del liberalismo, era que los dispositivos liberógenos se desplegaban generalizando a todas las esferas de acción social la forma mercado, la institución empresa y la forma de homo economicus. Así que el poder constituyente del gobierno biopolítico era el mercado, y los poderes que daban libertad eran los indirectos del mercado. Foucault creía ver que estos dos elementos ya estaban en el ordoliberalismo. Ambos a su manera producían una específica dialéctica de la Ilustración7. Los dispositivos liberógenos generaban dominación y opresión y producían un intenso poder disciplinario, legitimado por dar libertad. Foucault habla de un tipo de intervención «ambiental», en lugar de una «subyugación interna de individuos»8. Pero ese marco ambiental representaba el final de la economía política y de la forma política soberana del Estado, dada la reemergencia de los poderes indirectos, del mercado. En opinión de Foucault, esa biopolítica fue diseñada realmente por la Vitalpolitik del ordoliberalismo. Alexander Rüstow, uno de los más conocidos autores ordoliberales, habría acuñado esa palabra.
Sin embargo, no está claro que el concepto de Vitalpolitik fuera el mismo que el de biopolitique. Vitalpolitik se traduce mejor por política orgánica y, aunque afectaba a la felicidad humana y al bienestar, no preveía las intensificaciones disciplinarias del Estado de Bienestar que Foucault ya conoce (Rüstow, 2017a: 163-177). Su contexto era relativizar la política social clásica de los sindicatos basada en mejorar salarios y reducir horas de trabajo, para intervenir en las condiciones de vida que potenciaran la dignidad humana, condición de felicidad y bienestar. Se trataba de intervenir sobre cómo el trabajador «siente su vida» (Rüstow, 2017a: 164).
Por supuesto, esta pretensión iba dirigida contra «la religión del progreso tecnológico», que Rüstow había abordado ya en otro escrito (1951). Por lo tanto, Rüstow deseaba intervenir en los fines que pudieran concernir al «sentido esencial de la vida» y toda su reflexión se inspiraba en el mito del Fausto. En suma Rüstow estaba frente a la previsión de una vida carente de motivación, el problema que Habermas abordaría en Problemas de legitimidad del capitalismo tardío, dos décadas más tarde. En suma, Rüstow deseaba prevenir las «explosiones disciplinarias» (2017a: 165) desde una intervención en el «modo de vida», ahora atravesado por los problemas del tiempo libre, el desempleo o los desplazamientos de los refugiados del este de Europa. Era, pues, era otra forma de abordar el problema del malestar en la cultura, una «insatisfacción social generalizada», una falta de significatividad como efecto de la masificación. Esto no podía ser mejorado por la política social clásica de aumentar salarios o disminuir horas de trabajo. Por supuesto, la intervención aspiraba a rozar los elementos psicológicos, y debía tener Vitaleffekt (2017a: 166), neutralizando las «fluctuaciones violentas en su posición en la vida» (2017a: 167) como consecuencia de la continua evolución de la mediación técnica. Lo que se deseaba impedir es que la gente estuviera «intelectualmente muerta» (2017a: 167), de tal manera que pudiera vivir más allá de su «interés privado». Estos elementos, que concernían a la Vitalsituation, eran, entre otros, «la vida en la naturaleza, a cielo abierto; la conciencia de encontrarse uno en su propio terreno (aunque sea como inquilino toda la vida); la capacidad de cultivar su propio repollo y todo lo relacionado con estas condiciones. Este modo de vida producía una situación orgánica satisfactoria (Vitalsituation), de la que carece el trabajador industrial moderno» (2017a: 167). En suma, apreciamos tras ese asunto un eco del problema de la salvación del trabajador y se trataba de preguntarse por «qué suplementos positivos se requieren» para producir esta «genuina situación orgánica satisfactoria», lo que se llamará una Vitalbefriedigung. Esto es lo que Rüstow entendía por Vitalpolitik, (2017a: 168) que debería reintroducir en la vida aspectos de la situación pre-industrial. De este modo, intentaba apropiarse de la tesis de Engels en The Condition of the Working Class in England, y alcanzar un trabajo que fuera a la vez un gozo (2017a: 168). Al final se celebraba la vida al aire libre, y el trabajo comunitario gratis, en el que el obrero «tiene su propio suelo sobre el que reposar» (2017a: 169). Esto era más fácil de lograr en las ciudades medias que en las masificadas. Esta comprensión de las cosas era neoaristotélica y luchaba contra las intensificaciones. «El objetivo deseable no es el máximo sino el óptimo» (2017a: 169). Se trataba de una primera y rudimentaria filosofía de la compensación. En esos equilibrios el trabajador debería ejercer desde luego la self-help. Pero en modo alguno se trataba de convertirlos en auto-empresarios.
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