•La religión
La religión fue una poderosa e invisible fuerza que impulsó el paso del sistema feudal a la sociedad de mercado. La iglesia católica –que, no obstante que declaraba estar en contra el interés económico y el lucro, especialmente en lo que respecta al cobro de los intereses–había llegado a concentrar una gran cantidad de riquezas que obtenía por la dominación espiritual que ejercía sobre los poderosos. Pese a esta contradicción, la Iglesia Católica insistía en que lo importante era prepararse para el Mas Allá y que la existencia terrestre era efímera. Pero su llamado pronto empezó a perder eco, no solo por la incongruencia de la conducta de sus representantes envuelta en riqueza y lujo, sino por el cisma o división que empezaba a surgir en su propio seno, con las posturas de personajes religiosos influyentes que impulsaban una reforma para introducir nuevas creencias, como Calvino y Lutero.
El calvinismo fue una austera filosofía religiosa. Su esencia fue la creencia en la predestinación, es decir, la idea de que, desde el principio, Dios había elegido quienes se iban a salvar y quienes a condenar y que esta decisión no podría ser cambiada. Además, de acuerdo con Calvino, el número de condenados excedía con mucho al de salvados, por lo cual era muy probable que nuestra presencia aquí en la Tierra fuese una gracia momentánea que se concedía al ser humano común y corriente, antes de comenzar el castigo en el infierno eterno.
Pero no obstante tal amenaza o quizás precisamente por ella, la cualidad inexorable e inescrutable de la doctrina de la predestinación, empezó a suavizarse al admitirse que, en la conducta terrenal de una persona, había un indicio de lo que había de seguir, es decir: el cielo o el infierno. Así los predicadores ingleses y holandeses enseñaban que, aún el hombre más santo podría acabar en el infierno y con toda certeza el frívolo y el libertino, se dirigían a hacia allá, sólo llevando una vida intachable, existía una leve probabilidad de salvación ( Heilbroner, 1964).
Los calvinistas incitaban de este modo a llevar una vida de rectitud, severidad y lo más importante de todo: de laboriosidad. En contraste con los teólogos católicos, que tenían la tendencia a considerar a las actividades terrenales como vanidad, los calvinistas santificaban y aprobaban el esfuerzo y la laboriosidad como una especie de índice del valor espiritual. Bajo la influencia de los calvinistas se desarrolló la idea de que un hombre dedicado a su trabajo significaba una especie de “llamado divino”, por ello el celoso desempeño del oficio, que lejos de representar un descuido a los deberes religiosos, pasó a ser considerado como una especie de evidencia de su cumplimiento y de alabanza a Dios.
Con esta lógica, el mercader activo empezó a ser visto por los calvinistas como un hombre piadoso y no un impío y al paso del tiempo se esparció la idea de que el hombre más próspero era el más valioso, así hasta llegar a conformar una atmosfera religiosa que, en contraste con el catolicismo, estimuló la búsqueda de la riqueza y el ambiente mercantil. Pero quizás lo más importante de la influencia del calvinismo fue en lo relativo al empleo de la riqueza, ya que si bien los mercaderes católicos consideraban que el objetivo del éxito mercantil era el disfrute de una vida fácil y lujosa, para el calvinista la riqueza debía ser bien empleada, porque la virtud estaba en frugalidad, en la abstención del disfrute del ingreso, lo que dio como consecuencia el ahorro y acto seguido la inversión, es decir el uso del ahorro para fines productivos, por este camino se culminaba una conducta piadosa y provechosa y quizás con ello, el reino de los cielos.
Finalmente, el calvinismo actuando como una de las poderosas corrientes de cambio de los siglos XVI y XVII, estimuló indudablemente la expansión de la sociedad de mercado y posteriormente el capitalismo, mediante la promoción de una nueva vida económica que dio paso a un espíritu de lucha y a la competencia para elegir al más apto, a la movilidad de las clases, al mejoramiento material y al desarrollo económico (Heilbroner, 1964 pp 107). Con base en lo anterior, Max Weber postula que sin proponérselo la ética protestante dio lugar al capitalismo, poniendo como evidencia que las ciudades que más destacaron en cuanto a bienestar material y progreso fueron precisamente las protestantes ubicadas en Alemania, Inglaterra y posteriormente las de América del Norte (Canadá y Estados Unidos). Sin embargo, historiadores como Braudel (1986) pone en duda la tesis de Weber, argumentando que es manifiestamente falsa, que solo por atractiva no se ha podido desembarazarse de ella, por eso con el tiempo vuelve a surgir, por ejemplo, al asociar el capitalismo chino con la religión de Confucio.
Balance
Braudel atribuye el auge del mercado a fuerzas materiales, para él lo que entró en juego, fue el desplazamiento, muy a finales del siglo XVI, del centro de gravedad de la economía mundial al pasar del Mediterráneo a los mares del Norte y el Atlántico, y eso fue lo que produjo una gran expansión de la economía de mercado en general, de los intercambios, de la masa monetaria y finalmente del capitalismo. Giddens (1991), por su parte, reconoce el valor de la tesis de Weber al conceder importancia al peso de las ideas religiosas en el impulso del mercado y el capitalismo, piensa que es original cuando busca explicar qué es lo que motiva a la gente que ahorra e invierte, e independientemente de su verosimilitud, lo importante es la serie de trabajos posteriores que desató y enriquecieron el tema.
Para finalizar, es importante señalar que los cambios conductuales antes comentados no fueron planeados ni siquiera bien recibidos. No fue precisamente con ecuanimidad como las jerarquías feudales vieron desaparecer sus prerrogativas entre las fauces de las clases mercantiles. Tampoco el maestro del gremio deseaba padecer la metamorfosis que lo iba a convertir en un “capitalista” o un hombre de negocios guiado por las señales del mercado y acosado por la competencia. Sin embargo, las transformaciones de la vida económica fueron incontenibles.
El capitalismo
La monetización de la vida económica y la conducta interesada o racional, fue acompañada por la movilización de los factores de la producción, especialmente el capital y el trabajo, esto es, la disolución de aquellos vínculos de lugar y situación que constituían la verdadera base de la existencia feudal que implicó la liberación de los lazos afectivos entre siervo y señor, el libre tránsito de personas, mercancías y capitales, fueron lo que de forma natural condujo a la competencia o rivalidad entre productos y productores, como también entre trabajadores, ahora cualquier operario podía ser desplazado de su trabajo por alguien que lo hiciera más barato, así hasta culminar con la presencia del mercado como el gran asignador de recursos y el capitalismo como su operador, cuyos rasgos principales son definidos a continuación.
El mercado y su mano invisible
Los economistas clásicos, Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx, entre otros, dieron cuenta, justificaron y criticaron la aparición de la sociedad o economía de mercado que surgía y se difundía como resultado del liberalismo económico y la competencia antes descrita, que al final era la economía capitalista. La sociedad de mercado la explicaban como el lugar mítico donde se encontraban vendedores y compradores para intercambiar información acerca de precios y cantidades en juego e impedía que alguno de los participantes pudiera ganar una posición que le diera ventaja. Aun cuando en un mercado un vendedor quisiera imponer su precio, la presencia de otros dispuestos a realizar la transacción, junto con compradores informados acerca de los precios, conducía, a la postre, a la prevalencia del menor precio y este sería el del productor más eficiente, es decir, el que obtuviera en sus procesos el menor costo; así mediante la competencia individual se aseguraba el mayor beneficio social y los precios finales serian sólo superiores al mínimo requerido para que fuera posible continuar produciendo, es decir, mediante el mecanismo del mercado, el precio sería casi igual al costo del productor más eficiente, ese era el resultado final, era el equilibrio que se lograba con el juego del mercado y el capitalismo.
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