Ayelet Gundar-Goshen - Despertar leones

Здесь есть возможность читать онлайн «Ayelet Gundar-Goshen - Despertar leones» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Despertar leones: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Despertar leones»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El doctor Eitan Green es una persona honesta y un gran médico, dedicado a salvar vidas. Una noche, manejando su jeep a toda velocidad en el desierto, atropella a un hombre, un inmigrante africano. El hombre muere y el doctor Green, preso del pánico, se fuga. Al día siguiente, una mujer bella, misteriosa y de piel negra golpea a la puerta de la casa de Eitan y le entrega un portafolio que había perdido en el lugar del accidente. La mujer lo chantajea pero no le pide dinero sino que lo conduce a lugares, unos reales, otros íntimos, que el doctor Green jamás había imaginado que podría explorar.
Despertar leones es una novela que transcurre al filo del suspenso, implicando al lector en una reflexión sobre la fragilidad de los principios morales, sobre la vergüenza y los deseos prohibidos que acechan dentro de cada uno de nosotros; un texto potente, universal e íntimo que ve y arroja luz sobre esa zona nebulosa del alma que se pregunta: «Y tú, ¿qué has hecho?»

Despertar leones — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Despertar leones», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

El cerebro es un instrumento musical extraño. Nunca sabes a ciencia cierta qué sonido emitirá cuando pulses una u otra tecla. Obviamente, hay alta posibilidad de que si estimulas el hemisferio occipital mediante una leve corriente eléctrica, la persona que tienes enfrente dirá que ve colores, así como si oprimes neuronas del hemisferio temporal es altamente probable que se produzca la ilusión de voces y sonidos. Pero ¿qué sonidos? ¿Qué imágenes? Ahí todo se complica, ya que a pesar de que a la ciencia le gustan las reglas genéricas, homogéneas, resulta que a las personas les gusta diferenciarse unas de otras. Con qué fanatismo molesto se empecinan en crear nuevos síntomas, distintos, que aunque no sean más que variaciones de otro motivo musical igualmente distan mucho entre sí y se torna imposible homologarlos bajo una misma regla. Dos pacientes que presentan un daño en la corteza prefrontal jamás tendrán a bien mostrar los mismos fenómenos secundarios. Uno se comportará con grosería, y otro sonreirá de un modo compulsivo. Uno hará comentarios sexistas chabacanos, y otro insistirá en levantar todo objeto con que se tope. Claro que la explicación a las angustiadas familias será idéntica: por algún motivo (¿accidente automovilístico?, ¿tumor maligno?, ¿una bala perdida?), se ha dañado la corteza prefrontal responsable de la regulación de la conducta. Desde el punto de vista neurocognitivo, todo está en orden: la memoria funciona, las habilidades de cálculo no se han perturbado. Pero la persona que ustedes conocían ya no existe. ¿Quién la reemplazará? No sabemos. Hasta aquí. De aquí en más, un mundo de situaciones fortuitas. La casualidad, ¡oh!, esa mujerzuela, baila entre las camas de la sala, escupe en los uniformes de los médicos, cosquillea los signos de admiración de la ciencia hasta doblegarlos y redondearlos convirtiéndolos en signos de pregunta.

¡¿Cómo se hace para saber algo?!, inquirió en cierta oportunidad frente al púlpito de madera del aula magna. Desde entonces pasaron quince años, y aún conserva vívido el recuerdo del ardor que lo acometió al comprender, en un adormilado mediodía, que la profesión que estudiaba no tenía más certezas que cualquier otra. La estudiante que dormitaba a su lado se sobresaltó al oír su exclamación y lo observó con mirada hostil. El resto del curso esperó la reacción del profesor a cargo que, seguramente, se incluiría en el examen. El único que no lo consideró una insolencia fue el propio profesor Zakai, que lo miró un tanto divertido. “¿Cuál es su nombre?”

“Eitan. Eitan Green.”

“La única manera de saber algo, Eitan, es establecer un seguimiento después de la muerte. La muerte te enseñará todo lo que debes saber. Toma, por ejemplo, la muerte de Henry Molaison, enfermo de epilepsia en Connecticut. En el año 1953, un neurocirujano apellidado Scoville detectó dos focos de su epilepsia en ambos hemisferios temporales y le practicó una cirugía inédita, la lobectomía bitemporal. Se le extrajo gran parte del hipocampo. ¿Sabes lo que sucedió después?”

“¿Murió?”

“Sí y no. Henry Molaison no murió, dado que despertó después de la cirugía y siguió con vida. Pero en cierto sentido Molaison efectivamente murió, porque ya nunca más pudo crear un recuerdo nuevo. No podía enamorarse, ni guardar rencor, ni considerar una nueva idea por más de dos minutos, sencillamente todo se le borraba. Tenía veintisiete años en el momento de la intervención quirúrgica y, a pesar de que vivió hasta los ochenta y dos, de hecho permaneció de veintisiete para siempre. ¿Comprendes, Eitan? Recién después de extraerle el hipocampo descubrieron que es el responsable de la codificación de los recuerdos. Debemos aguardar a que algo se destruya para comprender qué funcionaba bien previamente. Es el método más básico de estudio del cerebro, ya que no puedes ir y desarmar un cerebro humano para ver qué sucede; esperas que la casualidad lo haga por ti, y entonces, como una bandada de aves rapaces, los científicos se abalanzan sobre lo que queda después de que la casualidad hizo lo suyo y tratan de lograr eso que tanto ansías: saber algo.”

¿Fue entonces, en aquella aula magna, donde mordió el anzuelo? ¿Acaso ya entonces supo el profesor Zakai que ese estudiante entusiasta, aplicado, lo seguiría como un perro fiel? Mientras vestía su bata blanca, sonreía reconociendo su ingenuidad. Él, que no creía en Dios, que incluso siendo niño se negó a creer los cuentos con algún viso sobrenatural, endiosó a ese profesor. Y cuando el perro fiel se negó a poner cara de muerto, expresión de sordo, mudo y ciego, el dios vertió su ira sobre él, lo desterró del paraíso telavivense hacia esa tierra inhóspita, el Soroka de Beer Sheva.

“¿Doctor Green?”

La joven enfermera se detuvo junto a él y lo puso al tanto de los acontecimientos nocturnos. Él la escuchó con relativa atención y fue a prepararse un café. Al pasar por el corredor, echó una mirada a los pacientes: una mujer joven sofocaba su llanto silencioso. Un octogenario ruso completaba un sudoku a pesar de que le temblaba la mano. Cuatro miembros de una familia beduina con los ojos fijos en el televisor colgado en lo alto. Eitan se inclinó para ver la pantalla –una chita decidida a sacarle los últimos restos de carne a lo que, de confiar en el relato de la voz en off, había sido un zorro de cola rojiza–. El hecho de que todo ser viviente está condenado a morir, ese hecho simple que nadie mencionaba en los corredores del hospital, se formulaba con todas las letras en la pantalla del televisor. Si el doctor Eitan Green anduviera por la jungla de hormigón llamada Soroka hablando de la muerte sin tapujos, los pacientes se volverían locos. Llantos, gritos, agresiones al equipo médico. Incontables veces había oído de boca de pacientes conmovidos que los apodaban “ángeles de blanco”. Y a pesar de saber que no eran tales quienes vestían las batas blancas, sino humanos de carne y hueso, no les corregía el dato para no entrar en nimiedades. Si la gente necesita ángeles, ¿quién es él para privarlos de ellos? ¿Por qué mencionar siquiera que la caritativa enfermera se salvó por un pelo en la demanda por mala praxis por haber vertido en una garganta reseca la medicina destinada a otra garganta reseca? Los ángeles también se equivocan en más de una ocasión, sobre todo si llevan veintitrés horas sin dormir. O cuando parientes desesperados se abalanzaban sobre un atemorizado practicante o sobre una horrorizada especialista, Eitan sabía que lo harían también sobre ángeles con tal de arrancarles las plumas de sus alas y que no volvieran a volar en el reino de los cielos mientras su amado era enviado al país de las tinieblas. Y, sin embargo, todas esas almas, que no toleraban asomarse ni por un instante a la muerte, se regodeaban observando cómo imponía su ley en la estepa africana. Porque ya no eran sólo aquellos beduinos los hipnotizados por la pantalla –el ruso también abandonó su sudoku para estirar el cuello, y hasta la mujer que se asfixiaba en su llanto miraba a través del espejo y de las lágrimas en sus pestañas–. La chita masticaba enérgicamente los restos de carne del zorro de la cola rojiza. El locutor hablaba de sequía. Debido a la falta de lluvias, los animales empezarían a comerse a sus crías. Los pacientes de Neurocirugía no despegaban los ojos de la insólita descripción que hacía el narrador de un león africano devorando a sus propios vástagos, y Eitan Green supo que no era por la morfina que debía agradecer al dios de la ciencia, sino por el Toshiba de treinta y tres pulgadas.

Cuatro años atrás, una paciente calva lo había llamado cínico y le había escupido en la cara. Aún recordaba el contacto de la saliva en su mejilla. Era una mujer joven, no precisamente atractiva. A pesar de eso, desplegaba allí una suerte de dignidad real que hacía que enfermos y enfermeras le cedieran inconscientemente el paso. Cierto día, cuando se acercó a ella en la ronda matinal, lo llamó cínico y le escupió en la cara. En vano intentó comprender qué la llevó a eso. En las visitas anteriores, le había formulado preguntas puntuales, y sus respuestas habían sido concisas. Jamás se había dirigido a él en el pasillo. Precisamente, por no encontrarle respuesta, el hecho le pesaba. Sin proponérselo, derivaba en pensamientos acerca de percepciones mágicas de ciegos que ven más allá, mujeres calvas a quienes la cercanía de la muerte provee de una visión de Roentgen que penetra corazón y cerebro. Esa noche, en el lecho matrimonial que olía a esperma, le preguntó a Liat:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Despertar leones»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Despertar leones» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Christine Feehan - El Despertar
Christine Feehan
Lisa Smith - Despertar
Lisa Smith
Ángeles Mastretta - El Cielo De Los Leones
Ángeles Mastretta
Marina Marlasca Hernández - Siempre tú. El despertar
Marina Marlasca Hernández
Rosa Castilla Díaz-Maroto - El despertar de Volvoreta
Rosa Castilla Díaz-Maroto
Ignacio Tapia Torres - Introspecciones para despertar
Ignacio Tapia Torres
Nico Serna - Despertar
Nico Serna
Ayelet Gundar-Goshen - Una noche, Markovich
Ayelet Gundar-Goshen
Guida Palomo Meza - El despertar y tus alas
Guida Palomo Meza
Norwid Cyprian - „Ad leones!”
Norwid Cyprian
Отзывы о книге «Despertar leones»

Обсуждение, отзывы о книге «Despertar leones» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x