EL DESPERTAR DE VOLVORETA
Rosa Castilla Díaz-Maroto
Primera edición: noviembre de 2015
© Copyright de la obra: Rosa Castilla Díaz-Maroto
© Copyright de la edición: Angels Fortune Editions
ISBN: 978-84-943785-5-3
Depósito Legal: B-25400-2015
Corrección: puntoyaparte - info@puntoyaparte.net
Diseño e imagen de portada: Celia Valero
Maquetación: Celia Valero E
dición a cargo de Mª Isabel Montes Ramírez
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Printed in Spain - Impreso en España
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Dedico esta novela a todas las personas
que han creído en mí desde el primer momento
en que conocieron su existencia.
“Cae la piel rota
Dejando al descubierto la otra
Con más brillo que la que cae
Porque algo está alimentando
Mi piel en silencio grita
Sácame de aquí
Mi piel en silencio grita
Oxígeno para respirar…”
Respirar - Bebe
Los guantes me impiden abrir la cremallera del bolso con destreza. Me detengo a un lado de la acera junto al escaparate de una mercería, me los quito y accedo al interior del bolso. Saco un bálsamo labial de barra y me lo aplico de forma generosa en los labios, el frío intenso de finales de noviembre está haciendo mella en ellos.
Hace algunos meses que acabé la facultad. No paro de mandar mi currículum a diestro y siniestro a todas las demandas de trabajo que creo pueden ser interesantes. Desgraciadamente, hoy en día es casi imposible encontrar un trabajo digno.
Voy a una entrevista a un bufete de abogados en la calle Serrano. Necesitan una recepcionista. Me conformaría con un puesto así para empezar y olvidarme de “trabajillos” como servir mesas en un restaurante de comida rápida, “recoge-pedidos”, profesora de apoyo, etc. ¡Las mil y una cosas que he tenido que hacer para poder terminar de pagar la carrera!
Ya estoy en el núm. 25 de la calle Serrano. Ahí está el portal, justo frente a mí, al otro lado de la calle. Me dispongo a entrar. Subo a la tercera planta del edificio. Enseguida identifico la placa: Ramos & Ramos Abogados junto a una puerta color ébano. Llamo al timbre y una mujer de mediana edad con melena rubia y expresión seria en su rostro, me abre la puerta. Va bien vestida: traje chaqueta negro y blusa blanca, tres gruesas pulseras de oro en la muñeca derecha y un reloj también de oro en la izquierda. Me acompaña a un despacho donde un hombre también de mediana edad y muy delgado va a hacerme la entrevista.
¡Decepcionada como siempre! No doy el perfil que buscan. Necesitan una persona con experiencia mínima de dos años. ¡Ya lo podían haber puesto en el anuncio!, me hubiera ahorrado un paseo y otra decepción. ¡Hoy parece un jueves maldito! Me voy directa a casa. Por hoy, paso de desgastar más las suelas de mis zapatos entregando currículums.
Vivo con Andrea, mi gran amiga.
Nos conocimos en la facultad, en el segundo curso. Estudiamos la misma carrera: Administración y Dirección de Empresas. Somos de la misma promoción, aunque ella tiene un año más que yo.
Vivimos en la calle Velázquez, en un piso bastante hermoso de tres habitaciones, dos baños, amplia cocina y salón. ¿Qué más se puede pedir?
El piso es de los padres de Andrea. Su familia es de clase acomodada, del norte de Madrid y es hija única. Reformaron el piso, que ya tenía sus añitos, para que viviera en él, porque quería independizarse. Me pidió que me fuera a vivir con ella cuando comenzamos el tercer año de carrera. No quería estar sola... y la verdad es que nos llevamos a las mil maravillas desde el primer día que nos conocimos. Nos queremos como hermanas, nos une mucho el hecho de ser hijas únicas. Las dos echamos de menos el tener un hermano o hermana.
Son las ocho y veinte de la mañana.
Andrea sigue dormida. Por fin es viernes. Estoy harta de patearme todos los días la calle y encima hoy hace un día de perros. Me ducho, me pongo un chándal y me calzo las deportivas. Bajo a la calle a comprar varios periódicos. Subo corriendo las escaleras hasta el cuarto, abro la puerta y allí esta Andrea en el pasillo, estirándose y con una cara de sueño impresionante.
Andrea es pelirroja, mide uno setenta y cinco, tiene grandes ojos verdes, boca sensual, cuerpo escultural y piel ligeramente bronceada por las sesiones de rayos uva. No hay persona que quede indiferente cuando la ve. Sin embargo yo, tengo el pelo castaño claro, ojos azules, piel morena y soy más bien de constitución delgada y algo desgarbada.
—¿Quieres desayunar? —le pregunto sin tenerlo del todo claro. Aún no se ha duchado y no es persona. Es media persona, como dice ella.
—No…, todavía soy media persona, cuando me duche tomaré algo. Gracias.
Me preparo el desayuno y me siento en la mesa que está en la cocina, frente al balcón; me encanta la luz que entra por él. Abro un periódico por la sección de ofertas de trabajo y me dispongo a echar un vistazo sin la menor ilusión.
Nada... Más de lo mismo.... En este ya he estado, en este otro también, y en este y en este otro…
—¡Dios! ¡Esto es increíble! Han pasado tres semanas y muchos de ellos aún siguen anunciándose.
Andrea entra en la cocina, aún perezosa.
—¿Qué te pasa Marian? ¡Madre mía! ¿Cómo puede ser que haya miles de personas para un puesto de trabajo y no lo cubran con rapidez? ¿Qué buscan? ¿La perfección absoluta? —coge una taza de desayuno del mueble y lo llena de leche.
—No sé lo que buscan. Esto es frustrante. ¡Ni en Internet!... He puesto más de quince anuncios en varias páginas y ni leches.
De repente, leo un anuncio que puede ser interesante aunque no sea lo que busco, pero me da igual, con tal de trabajar…
Filial norteamericana: Carson Projects Spain
Demanda persona: Mujer entre 25 y 30 años
Dispuesta a viajar.
Puesto a ocupar: Asistente personal.
Interesadas llamen para concertar entrevista al núm. 91.368...
—¡Andrea! ¡He encontrado algo interesante…! Léelo y dame tu opinión.
Coge el periódico y lee el anuncio al menos tres veces. Tiene la boca llena, con lo que tarda en responder, mientras yo me impaciento.
—¿Es que te has vuelto loca, Marian? —me pregunta con la boca llena y gesto de asombro.
—Creo que no Andrea. Sabes muy bien que en este país no hay manera de encontrar un puñetero puesto de trabajo decente. La gente joven como nosotros, nos vemos obligados a salir fuera a trabajar; no nos queda más remedio. Yo no puedo permitirme por mucho más tiempo vivir contigo; bueno… ya sé que no tengo que pagarte el alquiler… ni consentirías que lo hiciera, pero… los gastos de luz, gas, etc. ¡No puedo seguir así! De todos modos, por intentarlo no pierdo nada. Puede ser positivo para mí. Domino bien el inglés, adquiriría una gran experiencia y siempre estaría a tiempo de dejarlo. Necesito crearme un futuro estable. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor y ver como es la realidad para nosotros. Y si tengo que viajar… pues viajaré y listo. Me imagino que es duro estar lejos de la familia y los amigos pero… me tengo que ganar la vida de alguna manera. En el fondo no puede ser tan malo.
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