Entre junio y julio de 1981, el Morbidity and Mortality Weekly Reports del Center for Disease Control and Prevention (cdc) de Atlanta reporta la presencia de brotes de neumonía, infecciones raras y ciertos tipos de cáncer en hombres previamente sanos. A la inspección clínica notaron que el sistema inmune de los individuos estaba debilitado. A finales de ese mismo año, se habían reportado en total 189 casos en Estados Unidos. En los años siguientes, los casos aumentaron: 650 en 1982, 2100 en 1983 y más de 4500 en 1984. Muchas de las personas infectadas murieron (Hays, 2005). Al inicio de la pandemia, la población más afectada fueron los hombres que tenían sexo con hombres, por eso, la enfermedad se denominó “deficiencia inmunológica relacionada con los hombres”, sin embargo, identificaron que las personas consumidoras de drogas intravenosas, los hemofílicos y algunas de las personas que habían residido o estado de viaje en África también presentaban la enfermedad; por ello, rápidamente, en 1982, cambiaron el nombre a síndrome de inmunodeficiencia adquirida. En 1983, dos grupos de investigación uno en París y el otro en Maryland describieron el agente causal, un retrovirus, y en 1986 lo denominaron vih y describieron los mecanismos de transmisión. En 1985, ya había 15 000 casos en ee. uu. y cerca de la mitad habían muerto. Debido a esto, se empieza a buscar un tratamiento efectivo. Es así que, en 1987, aprobaron la azidotimidina (azt) cuyo mecanismo consistía en retrasar la aparición del sida (Hays, 2005). Los intentos para desarrollar una vacuna se vienen haciendo desde finales de los años ochenta, pero a la fecha no hay ninguna avalada.
En la Segunda Guerra Mundial, las técnicas para donación y transfusión de sangre se difundieron ampliamente, llegando a tener un mercado muy próspero a nivel internacional y diseminando de esa manera el virus. Esto trajo consigo avances en las prácticas médicas tales como el uso de elementos desechables en los procedimientos y realización de pruebas infecciosas a todas las unidades de sangre. Además, el vih aparece en una época en que los antibióticos eran ampliamente utilizados y había vacunas que ayudaban en la prevención de enfermedades; por eso, se consideraba que las epidemias eran un asunto del pasado. Al aparecer la enfermedad, se generan cambios disruptivos en las prácticas sexuales, aumenta la discriminación a la población homosexual y, por ende, se incrementa también el activismo en contra de la discriminación y en pro al derecho a la salud, principalmente solicitando investigación sobre la enfermedad, desarrollo de fármacos y acceso a los servicios de salud. Inicia la difusión masiva de programas de promoción de la salud y de hábitos saludables (Hays, 2005; Lacroix, 2012; Doherty, 2013).
En síntesis, el sida aparece inicialmente en una población de hombres que tenían sexo con hombres; veinte años después, era una epidemia consolidada en todo el mundo a causa de la interconexión entre países debido a negocios, turismo, conflictos sociales internos y a la migración masiva del campo hacia las grandes ciudades. Desde el comienzo de la epidemia hasta la última actualización realizada en el 2019, 75,7 millones de personas en el mundo habían contraído vih y 32,7 millones de personas fallecieron debido a enfermedades relacionadas con el sida (Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el vih/sida, onusida, 2020). La oms menciona que cerca del 90% de las nuevas infecciones ocurren en países desarrollados, por transmisión heterosexual y con una distribución casi proporcional entre hombres y mujeres (Brooks et al., 2013).
SARS
En un mundo en el que el dinero y la economía dominan las relaciones internacionales, el sars debería enseñarnos que ninguna inversión es más importante que el mantenimiento de una salud pública eficaz. (Doherty, 2013, p. 65)
El síndrome respiratorio agudo grave es mejor conocido como sars, por sus siglas en inglés. Este síndrome es una enfermedad respiratoria cuyo agente causal es el coronavirus asociado a sars (sars-CoV). Los coronavirus se asocian a resfriado común, infecciones del sistema respiratorio y gastroenteritis. Estos virus circulan de manera permanente y se caracterizan por su alta frecuencia de recombinación (característica que tienen los virus para tomar información genética de otros virus). Esta característica hace que se presenten mutaciones y aparezcan nuevas cepas virales. Es así que se considera que el sars-CoV se originó en un huésped diferente al humano, probablemente los murciélagos; se amplificó en civetas comunes (mamífero carnívoro) y se trasmitió a los humanos mediante el contacto estrecho y directo en los mercados de animales vivos (Brooks et al., 2013). Se sabe que ciertas especies de murciélagos de la China son reservorios de coronavirus.
Las infecciones por coronavirus presentan manifestaciones clínicas similares a las de un resfriado común, que generalmente cursa sin fiebre y ceden en alrededor de una semana. El sars se caracterizó por presentar en sus estadios iniciales fiebre, malestar general, dolor de cabeza, mareo, escalofríos, dificultad respiratoria, la cual puede evolucionar hasta llegar a presentar manifestaciones respiratorias graves que incluían neumonía y fallas respiratorias progresivas, que requerían intubación. El periodo de incubación oscila entre dos a seis días (Brooks et al., 2013).
El brote de sars comienza en una región rural del sur de la China, cuya característica asociada es que viven en estrecha cercanía las personas, las aves y los cerdos; además, emplean animales silvestres para la alimentación y usos en medicina tradicional, estas características son el escenario propicio para la recombinación genética de los virus. sars-CoV apareció por primera vez en noviembre del 2002, se reportó en 26 países, ocasionó 8098 casos y 774 muertes. En julio del 2003, y tras la rápida actuación de las autoridades sanitarias locales e internacionales, la identificación del agente causal, el desarrollo de pruebas diagnósticas, el aislamiento social y la cuarentena permitieron frenar la transmisión y dar por terminada la pandemia (Lacroix, 2012; Fineberg, 2014). Sin embargo, se presentaron consecuencias económicas y sociales importantes, entre las más relevantes se tiene la cancelación masiva de viajes y reservas de hoteles, los negocios cerraron a causa de las cuarentenas, pánico en las poblaciones debido a la transmisión en tiempo real de información (Doherty, 2013). En el marco de esta pandemia, se implementó el uso generalizado de la mascarilla o tapabocas, la toma de temperatura en todos los establecimientos y el lavado continuo de manos.
Influenza A (H1N1)
El mundo está mal preparado para responder a una pandemia grave de gripe o a cualquier otra emergencia de salud pública similar de carácter mundial, sostenida y amenazante. (oms, 2011)
En la sección de la gripe española, se abordaron las generalidades microbiológicas y clínicas del virus de la Influenza A (H1N1), que coinciden con la influenza que se presenta a continuación. A pesar de ello, estos tipos de virus son altamente versátiles y persistentes, razón por la cual en el 2009 se generó una pandemia, ya que el subtipo circulante difiere de los virus de influenza estacionales hasta la fecha conocidos.
El virus de la influenza es endémico en especies animales (aves y cerdos) y humanas; cada año se reportan brotes alrededor del mundo, debido a la propagación sostenida en la comunidad (Fineberg, 2014). Se cree que este virus es una reordenación de cuatro cepas de influenza A (H1N1): una humana, una de ave y dos de cerdos (Lacroix, 2012).
La pandemia más reciente de influenza A (H1N1) inició en febrero del 2009, los primeros casos detectados por laboratorio se dieron en México. Posteriormente, había notificación en ee. uu., Canadá, España, Reino Unido, Israel, Nueva Zelanda y Alemania. El 25 de abril de ese mismo año, la oms declaró emergencia de salud pública de interés internacional y convocó a reunión al comité de atención a emergencias. El 9 de junio, en el mundo se habían notificado 26 000 casos confirmados por laboratorio. El 11 de junio, la oms declara situación de pandemia. En agosto del 2010, todos los países del mundo confirmaron casos. El número de personas muertas a nivel mundial a causa de la enfermedad osciló entre 105 000 y 395 000, cifras muy similares a las presentadas por cualquier gripa estacional. No obstante, el virus produce mayores impactos en niños y adultos jóvenes, ocasionando que la cantidad de años de vida perdidos fuera mucho mayor a la de cualquier gripe (Fineberg, 2014). La primera administración de la vacuna contra la enfermedad ocurrió el 5 de octubre del 2009.
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