Dentro de los desarrollos significativos alrededor de la pandemia, se produjo la técnica del variolización, que consistía en inocular fragmentos de costras o pus de un enfermo por viruela a una persona sana, con la finalidad de generar inmunidad contra la enfermedad y evitar sus formas más graves. Esta técnica fue practicada en la China, India y Europa, aunque era muy controversial, se reporta que, con la aplicación de esta técnica, se redujo la tasa de letalidad. Mediante observaciones en mujeres que trabajaban con vacas y no se contagiaban de viruela, en 1798, Edward Jenner introdujo la primera vacunación con virus vivos provenientes de la viruela de las vacas (Moreno et al., 2018).
En 1959, la oms inicia un programa mundial de erradicación de la viruela, se reporta que, en 1967, 33 países alrededor del mundo eran endémicos para la enfermedad con una presencia de casos de diez a 15 millones por año. En 1975, se reportó el último caso en Bangladesh y la última víctima natural ocurrió en 1977 en Somalia (Thèves et al., 2016). En 1980, la viruela fue declarada como la primera enfermedad erradicada del mundo gracias a la vacunación universal (Brooks et al., 2013). Se sabe que, a la fecha, solo dos laboratorios tienen muestras del virus, con fines de investigación. La viruela constituye una potencial arma biológica en esta época debido a la baja inmunidad, a la descontinuación de la vacunación específica y la sobrepoblación mundial.
Gripe española
La gripe ha sido responsable de millones de muertes en todo el mundo. Es un virus que se caracteriza por su alta capacidad de mutar estableciendo grandes retos para su control. (Brooks et al., 2013)
La pandemia de gripe española fue ocasionada por el virus de la influenza A (H1N1) desde 1918 a 1919. Los virus son partículas acelulares que necesitan la maquinaria de las células para multiplicarse, entre 8 y 10 horas después de la infección ya hay una nueva progenie de virus infectantes. Se transmite de persona a persona a través de las vías respiratorias mediante pequeñas gotas que se emiten al hablar, toser o estornudar, estas gotas también pueden caer sobre superficies u objetos y una persona sana se puede contaminar al tocarlos y llevarse las manos contaminadas a la nariz o boca. Tiene un periodo de incubación de 1 a 4 días, en que el virus ocasiona daño celular del tracto respiratorio superior. Los grupos poblacionales mayormente afectados son los adultos mayores, mujeres embarazadas, niños menores de 5 años, personas con el sistema inmune debilitado o con enfermedades subyacentes. La influenza A se puede presentar en tres formas: 1) sin complicaciones, cursa con malestar general, escalofríos, dolor de cabeza, fiebre alta y tos seca, la mayoría de estos síntomas duran entre tres a cinco días y otros como la tos ceden después de cuatro semanas; 2) forma grave de la enfermedad que cursa principalmente con neumonía, caracterizada por dolor en el pecho y fiebre alta, tiene un mal pronóstico en grupos poblaciones vulnerables; y 3) síndrome de Reye, que ocurre principalmente en niños y adolescentes, sucede como reacción secundaria a la infección por influenza y se caracteriza por daños en el hígado y en el cerebro. La influenza se trata con antivirales o cede naturalmente debido a la actuación del sistema inmune. En la actualidad, se cuentan con vacunas del virus estacional. El virus que se presentó en la primavera de 1918 era desconocido para la humanidad, que no contaba con inmunidad ni mecanismos terapéuticos de control. Con el paso de los años y debido a la devastación generada por esta pandemia, se tuvieron avances significativos para la prevención y control de la enfermedad (Hays, 2005; Brooks et al., 2013).
Esta pandemia tuvo tres oleadas, la primera comenzó en marzo de 1918 en Estados Unidos y llegó en pocos meses a Europa, China, India, Australia y el sudeste asiático. Posteriormente, llegó a España, de donde adquirió su nombre. Aunque no hay evidencias que la gripe empezara allá, se cree que, al no ser un país involucrado en la primera guerra mundial, sus enemigos difundieron en Europa que este fue el epicentro de la infección. Esta primera ola de gripe diezmó las tropas militares alemanas, quienes pensaban llevar a cabo una ofensiva en el frente occidental. La segunda ola fue la más devastadora, apareció a inicios de noviembre en Francia y mediante vías marítimas cruzó el Atlántico llegando a Estados Unidos, África, Siberia, Australia y algunas islas del Pacífico. La tercera oleada de gripe fue mucho menor que las dos anteriores debido a la inmunidad adquirida por la población. El virus pandémico cobró la vida de alrededor de cincuenta millones personas, de las cuales entre 18 y veinte millones eran de la India (Hays, 2005; Pumarola y Antón, 2018).
Esta gripa apareció en el mundo de forma inusitada, cursó inicialmente bajo la forma común, pero muchos de los casos se complicaron evolucionando en neumonías. En los lugares ampliamente industrializados y con problemas ambientales se presentó un mayor número de casos fatales; también se vinculaba con la desnutrición, la baja atención primaria de la salud y el saneamiento ambiental insuficiente, así como las movilizaciones de personas a causa de la primera guerra mundial. La diseminación del virus fue favorecida por el aumento de la población mundial, principalmente asentada en centros poblados con viviendas con hacinamiento; la interconexión mundial a causa del comercio y la guerra; la infraestructura marítima que había disminuido el tiempo de conexión entre continentes y las líneas de ferrocarril que permitían el contagio al interior de los países (Hays, 2005; Pumarola y Antón, 2018).
En la actualidad, el virus de la Influenza A causa brotes anuales alrededor del mundo, teniendo una mayor incidencia en la época invernal. Se estima que cada año ocurren, a nivel mundial, entre tres a cinco millones de casos graves y entre 250 000 a 500 000 muertes (oms, 2018).
VIH/SIDA
Tal vez la mejor descripción del sida es como una pandemia persistente o crónica, aunque no estoy seguro de que el uso de la palabra sea aceptable para todos los epidemiólogos. (Doherty, 2013, p. 127)
El virus de la inmunodeficiencia humana (vih) es un retrovirus perteneciente al género Lentivirus, cuyo blanco de infección son las células del sistema inmune, de allí el síndrome asociado. El vih proviene probablemente de Lentivirus de los chimpancés y del mono mangabey hollino, se sugiere que hubo infecciones entre especies por contacto del virus originario de la selva africana, probablemente por el contacto directo con sangre de primates infectados (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura [fao], 2011; Brooks et al., 2013). Algunos reportes mencionan que la introducción del virus ocurrió entre 1908 y 1930, con infecciones esporádicas y aisladas en humanos, pero a medida que los comportamientos cambiaban y se llegaban a zonas en donde residían los primates el virus se expandió, logró consolidar la infección en humanos y ocasionar una pandemia. Se describieron las manifestaciones clínicas del sida en 1981 y la partícula viral fue aislada en 1983 (Brooks et al., 2013).
La enfermedad cursa con una infección primaria que se caracteriza por el ingreso del virus al organismo, principalmente a las mucosas y una viremia inicial con sintomatología muy inespecífica. En esta fase, el periodo de incubación es de cuatro a 11 días. Posteriormente, el virus empieza a diseminarse por vía linfática alojándose en los órganos linfoides y de tres a seis semanas después empiezan a aparecer síntomas como fiebre, erupciones cutáneas, fatiga, malestar general, pérdida de apetito, náuseas, inflamación de los ganglios linfáticos y una caída en el recuento de células del sistema inmune principalmente linfocitos. Entre uno y tres meses después de la infección, el sistema inmune desarrolla una respuesta frente al virus, sin embargo, esta es insuficiente para eliminarlo por completo, por lo que quedan células infectadas en los ganglios linfáticos. A este periodo se le conoce como latencia clínica y puede durar hasta diez años en que el virus se replica en un alto nivel. Debido a que la sintomatología inicial es inespecífica, el individuo si no es diagnosticado ni tratado a tiempo, desarrolla la enfermedad clínica consolidada denominada “síndrome de inmunodeficiencia adquirida” (sida). Esta se caracteriza por la supresión prolongada del sistema inmune en donde el número de virus supera la cantidad y capacidad de las células y estas no pueden responder a los estímulos, por ello, la enfermedad se identifica generalmente en esta fase debido a que las personas empiezan a presentar infecciones ocasionadas por microorganismos oportunistas o por microbiota normal, las enfermedades mayormente asociadas son neumonía, candidiasis, sarcoma de Kaposi, tuberculosis, encefalitis; ocasionando afecciones a nivel respiratorio, neurológico, digestivo, ocular, hepático, renal, mucocutáneo, entre otras (Deeks et al. 2015; Brooks et al., 2013). Las personas que se infectan con el vih permanecen infectadas durante toda la vida, se considera actualmente como una enfermedad crónica con el tratamiento oportuno y el seguimiento adecuado. La transmisión por vih ocurre cuando una persona sana entra en contacto con líquidos o secreciones de una persona infectada, que pueden ser sangre, leche materna, semen, secreciones vaginales, estas dos últimas mediante contacto sexual; también puede ocurrir transmisión vertical en el embarazo o en el parto; transmisión parenteral principalmente por compartir jeringas de drogas intravenosas; y ocupacional en el ejercicio de las profesiones de la salud (Brooks et al., 2013; Prats, 2012).
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