Ahora bien, ¿qué pasa con aquellos niños o adultos que tienen un bidón prácticamente vacío? Pongamos, por ejemplo, con sólo 20 o 30 litros de responsina . Son personas que no han tenido padres responsivos y, por lo tanto, no tienen mucha “gasolina” para moverse de manera autónoma por la vida. A menor cantidad de responsina , mayor probabilidad de dependencia, incluso en el caso de los adultos.
CUENTO 1. EL FRÍO DEL ALMA
¿Por qué este cuento?
Como has leído en este primer capítulo, las crías humanas nacen profundamente inmaduras, por lo que son totalmente dependientes de otra persona —o personas—que pueda cuidarlas. Esas personas serán las responsables no sólo de que el bebé siga con vida, sino, también, de que desarrolle y adquiera todas las capacidades que lo conviertan en adulto. Habitualmente, esas personas son nuestra madre y nuestro padre.
Esta inmensa dependencia hace que el bebé necesite intensamente a su figura de apego. El bebé, por supuesto, requiere ser alimentado, hidratado, protegido del calor y del frío, de las enfermedades, de los peligros, etcétera. Pero es tal su inmadurez, son tantas sus necesidades particulares que, aunque necesite que se le dé de comer, que se le hidrate o que se le proteja del frío, lo que verdaderamente necesita es que haya, al menos, una persona pendiente de él, preocupada sensiblemente por él y dispuesta a satisfacer eficientemente las necesidades particulares que se le presenten a cada momento.
Por tanto, como ya estableció Bowlby, la necesidad principal, constitutiva, de un bebé es sentir que otra persona está disponible permanentemente para él. Que existe alguien para quien es importante, tanto que no puede dejar de cuidarlo. Alguien a quien está unido emocionalmente con mucha fuerza y que, del mismo modo, está unido con mucha fuerza a él. Esto no es sino el vínculo de apego. Es decir, la necesidad básica de los bebés es sentir que tienen un vínculo de apego, una unión afectiva fuerte con sus figuras (protectoras, más sabias y capaces que él) de cuidado y, por lo tanto, parte de esa necesidad básica será construir tal vínculo.
Por este motivo, los bebés que estudió Rene Spitz estaban profundamente insanos, porque, aunque los alimentaban, hidrataban y protegían del frío y del calor así como de las enfermedades, etcétera, no habían podido construir una unión afectiva con nadie, ni nadie con ellos: eran atendidos por multitud de profesionales cambiantes sin contar especialmente con uno permanente y consistente para ellos. Estos bebés no habían podido apegarse a nadie y, por lo mismo, no se había satisfecho su necesidad principal, hecho que los dejaba profundamente enfermos física y emocionalmente.
Hemos creado este cuento para mostrar que construir ese vínculo de apego es la necesidad fundamental de nuestros bebés (bebés unicornios en el cuento) y cómo si esa necesidad no es adecuadamente cubierta, los niños no se desarrollarán sanamente y, muy probablemente, tendrán problemas emocionales en la edad adulta. Con él hemos querido explicar cómo esa relación entre el bebé y sus figuras de apego es su contexto de desarrollo, fundamentalmente en el primer año de vida, pero extensible aun hasta casi los tres.
Hemos querido explicar que esa necesidad constitutiva de las crías humanas está determinada por la inmensa inmadurez con la que nacen y, por lo tanto, por la enorme necesidad de estimulación y cuidado adecuados de un otro para que su cerebro se desarrolle y lo haga bien.
¿Para qué este cuento?
En ocasiones puede resultarnos difícil comprender el alcance de esa necesidad constitutiva y principal del ser humano que, como analizamos, es construir un vínculo de apego seguro con al menos una figura de apego.
El que el bebé sienta que cuenta con esa figura de apego sensible, permanente, responsiva, disponible para él lo hará sentir que tiene cubierta su necesidad fundamental y, por ello, lo hará sentirse seguro. Lo contrario: que el bebé no sienta que tiene una figura de apego disponible, que no pueda construir un vínculo suficientemente fuerte y seguro, según han demostrado implacablemente las investigaciones en neurociencia, inundará de estrés su cerebro. El cerebro del bebé, por un lado, experimentará un terrible dolor y malestar y, por el otro, carecerá de la estimulación necesaria para desarrollar todas las conexiones neuronales que suponen el soporte físico de las capacidades mentales. Por ese motivo los bebés que tanto Spitz como Bowlby estudiaron estaban profundamente dañados psíquicamente. Como sucede en nuestro cuento con los unicornios que son cuidados por zopilotes.
Con este cuento queremos resaltar la importancia de hacerle sentir al bebé, con la suficiente calidad, con la suficiente seguridad, que estamos ahí para él o ella. Esto va a requerir atender sus necesidades, todas, además de cubrir la principal: que sientan que quien realiza esa tarea es permanente, sensible, responsivo y está disponible.
Con el cuento hemos querido explicar, asimismo, que para conseguir este objetivo que supone que el bebé sienta que tiene al menos una figura de apego (siempre la misma) para quien es importante, es imprescindible ajustarnos a las capacidades que tienen los bebés, que no son las capacidades adultas, que aún distan mucho de éstas.
¿Qué les pedimos que piensen con este cuento?
Les pedimos que piensen si alguna vez han sido zopilotes cuidando de unicornios; esto lo entenderán a la perfección cuando lean el cuento.
Es decir, si alguna vez has tratado o pensado en tus bebés dando por hecho que tenían capacidades que aún no habían desarrollado, les pedimos que reflexionen sobre estos temas:
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¿Consigues hacer que tu bebé sienta que estás ahí disponible para él con seguridad?
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¿Cómo se puede hacer sentir a un bebé que estamos disponibles para él, cuando aún no ve bien, y a lo mejor no nos percibe bien, cuando no sabe que seguimos existiendo aunque no nos vea porque estamos, por ejemplo, en otra habitación?
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¿Alguna vez has tenido alguna actuación con tu bebé (desde la buena intención) pero que, por las características de los bebés, no le hizo sentir que estabas ahí para él, creando, por lo tanto, cierto estrés en él y sensaciones (puntuales) de no seguridad en el vínculo? Calma: esto nos ha pasado a todos, lo importante es que sea una parte minoritaria del tiempo y de las experiencias con nuestro bebé, puesto que, como también hemos dicho, ningún padre ni madre es perfecto, ni tiene que serlo para criar a hijos sanos, siempre que sea “suficientemente bueno”.
Los invitamos, entonces, a pensar en los bebés humanos de la mano de zopilotes, panteras, colibríes, ocelotes y, especialmente, unicornios. ¿Vienen a este viaje para adentrarnos en las características de los bebés y de sus necesidades?
Las majestuosas puertas del castillo del viejo sabio Ocelote se abrieron para permitir que la Reina Pantera y el Rey Zopilote entraran en la sala en la que les esperaba. El Rey Zopilote le había pedido ayuda al sabio hacía ya un año. Hoy, al fin, éste lo había convocado, junto con la Reina Pantera, para dársela. El motivo de su petición de ayuda había sido que, en el Reino de los Zopilotes, sus unicornios no crecían sanos. En el Reino de las Panteras, por el contrario, los bebés unicornio se convertían en magníficos individuos adultos sanos y fuertes.
Hacía muchas lunas los dioses mayas habían decidido, dada la capacidad de ambos reinos de convivir en paz, ofrendarles con un singular regalo: una camada de unicornios. A éstos se les consideraba seres mágicos y talismán de la buena suerte y los buenos amores, por lo que, cuando el Rey Zopilote y la Reina Pantera recibieron, una noche de verano, cada uno en su reino, a cuatro potrillos blancos con la frente acabada en un cuerno dorado, no pudieron experimentar mayor alegría. Se sintieron bendecidos con una gran protección. Sin embargo, poco duró la alegría en el Reino de los Zopilotes. No alcanzaban a comprender por qué, pero los unicornios en ese reino nunca habían conseguido estar bien. En su infancia y juventud mostraban un comportamiento normal; sin embargo, al convertirse en adultos empezaban a tener problemas, a alejarse de ser pacíficas y sociables criaturas, mientras que los unicornios del Reino de las Panteras seguían mostrando su radiante felicidad basada en una gran seguridad en sí mismos.
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