Auschwitz es una metáfora y una metonimia de los campos de exterminio y un símbolo y sinónimo de los crímenes nazis. Se refiere tanto a las víctimas del nazismo como a los perpetradores que huyeron después de la Segunda Guerra Mundial a Sudamérica, a veces en el mismo barco que los refugiados judíos. Desde el nuevo milenio puede constatarse un verdadero boom de textos literarios y fílmicos provenientes del Cono Sur que se apropian de esta temática y forman un nuevo subgénero de manifestaciones artísticas ficcionales y factuales que se analizan en este estudio. Mientras que los documentales, las novelas testimoniales, los testimonios de sobrevivientes judíos y las novelas autobiográficas recurren a una representación seria y realista, existe también una vertiente opuesta, provocadora e irreverente que se manifiesta en historias contrafácticas, sátiras malvadas, parodias espeluznantes o en caricaturas e historietas. Todas estas figuraciones revelan menos sobre el nazismo histórico que sobre los imaginarios que se vinculan a él, entre los que se destacan mitos y teorías de conspiración (Hitler en Argentina, el IV Reich, el oro nazi) y temas (des)tabuizados de colaboración, oportunismo y relaciones prohibidas.
Sabine Schlickerstiene una cátedra de literaturas iberrománicas en la Universidad de Bremen (Alemania). Es autora de El lado oscuro de la modernización: estudios sobre la novela naturalista hispanoamericana (2003), “Que yo también soy pueta”: la literatura gauchesca rioplatense y brasileña (2007), La conquista imaginaria de América: crónicas, literatura y cine (2015) y La narración perturbadora: un nuevo concepto narratológico transmedial (2017), y coautora de varios libros, entre ellos, La novela picaresca: concepto genérico y evolución del género (2008), La obsesión del yo: la auto(r)ficción en la literatura española y latinoamericana (2010), Estéticas de autenticidad: literatura, arte, cine y creación intermedial en Hispanoamérica (2015).
SABINE SCHLICKERS
DE AUSCHWITZ A ARGENTINA
Representaciones del nazismo en literatura y cine 2000-2020
En primer lugar quiero agradecer a Carlos Schmidt, mi librero y amigo, quien buscó incansablemente muchos de los textos literarios que analizo en este libro. Quisiera recomendar sus excelentes servicios que ofrece para cualquiera que se apunta en su newsletter (delcami@delcamilatina.com).
Carlos Schmidt, además, me puso en contacto con el editor Javier Riera de la Editorial Biblos, que se entusiasmó enseguida por la temática del nazismo en literatura y cine que trato en este estudio y que hubiera sido tal vez difícil de publicar en Alemania.
Martin Mehlberg, de la biblioteca de la Universidad de Bremen, me ayudó en la publicación de este libro en forma digital.
Agradezco a Gonzalo Aguilar y a Ana María Zubieta por haberme invitado en noviembre de 2019 a sus seminarios en la UNSAM y la UBA para presentar este proyecto.
Last, but not least agradezco a mi asistenta y amiga María José Pérez las pacientes lecturas y cuidadosas correcciones del manuscrito, y a Silvina Varela y Mónica Urrestarazu, de la Editorial Biblos, quienes detectaron con sus ojos de águila otros errores.
Rutger, el supervisor, un alemán que había pasado varios años en la Argentina y de quien todos sospechaban que había sido nazi, la adoraba.
Carlos Eire, Nieve en La Habana (2007)
La cita de este epígrafe tomado de una novela cubana de este siglo revela un estereotipo muy difundido: todo alemán que haya estado después de la Segunda Guerra Mundial en la Argentina es sospechoso de ser o de haber sido un nazi. 1La cita se sitúa dentro del mundo narrado a mediados de la década de 1960. Hoy en día, el estereotipo de que los alemanes que viven en colonias alemanas en Argentina, Chile, Brasil y Uruguay sean o hayan sido nazis se satiriza en la novela Eva Braun de Arroyito (2019) de Alejandro Agresti (ver cap. 3, 5.6), y en la película Señor Kaplan (2014) de Álvaro Brechner (ver cap. 3, 2.4.1). No obstante, todos los estereotipos tienen una base real: hubo efectivamente una fuga masiva de criminales nazis para evitar ser juzgados por los tribunales internacionales a través de las llamadas “líneas de ratas” a América del Sur (ver cap. 1, 1). Hubo organizaciones exteriores del NSDAP, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. Hubo escritores nacionalsocialistas en América, como el chileno Miguel Serrano. A la vez, hubo una emigración masiva de refugiados judíos a Sudamérica, 2y es una ironía de la historia que los sobrevivientes pararan a veces en el mismo lugar que sus perpetradores. Algunos llegaron incluso en el mismo barco. 3
En vista de este panorama, es muy sorprendente que el nazismo no fuera un topos en la literatura latinoamericana en la segunda mitad del siglo XX. 4Desde el cambio de milenio, sin embargo, se ha creado una extensa producción literaria y artística sobre este tema no solo en los países del Cono Sur afectados por la inmigración (Argentina, Uruguay, Chile), sino también en Colombia, 5Francia 6y España. 7Marco Bosshard (2016a: 185) supone que este boom se debe en general a un impresionante crecimiento de temas, personajes y settings alemanes en las novelas latinoamericanas en los últimos años y en particular al éxito de la novela La literatura nazi en América (1996), de Roberto Bolaño, una curiosa recopilación de la vida y la obra de escritores latinoamericanos filonazis ficticios. Repite esta hipótesis en otro estudio (Bosshard, 2020: 184), pero no suena demasiado plausible; debería ser examinada y probada intertextualmente. Más acertado parece relacionar el recién despertado interés por el nazismo en las literaturas y películas iberorromanas con la apertura de los archivos de la CIA:
Con el fin de la Guerra Fría en 1989, cayó el manto protector de los criminales de guerra todavía vivos […] desde 2001 […] los archivos de personal de la CIA, los llamados name files , sobre los jerarcas del régimen nazi y cientos de criminales de guerra fueron entregados […] Con ello se esclareció por primera vez el papel de los servicios de inteligencia estadounidenses en el reclutamiento y la ayuda para escapar de los criminales nazis al principio de la Guerra Fría. 8
El segundo motivo para explicar el interés de los medios y de los autores por el nazismo se sitúa, según mi hipótesis, en el contexto del “debate Goldhagen”, que surgió sobre todo en Alemania, pero que fue traducido y editado ya en 1999 por Federico Finchelstein en la Argentina. Goldhagen se aparta de las dos grandes líneas historiográficas para explicar la Shoá:
[La tendencia “tradicional”] hace hincapié en la importancia del antisemitismo en la determinación de las políticas nazis de exterminio y en las dimensiones irracionales del sistema nazi, en su antimodernismo y en el rol especial de la figura carismática de Hitler como fuente principal de la rápida radicalización que llevó a alemanes y judíos a Auschwitz . Entre los referentes de esta posición se encuentran, entre otros, Lucy Davidowitz, Saul Friedländer, Steven Kath, Yehuda Bauer e Israel Gutman.
La otra tendencia prefiere, con Adorno y Horkheimer, poner el énfasis en la racionalidad instrumental y burocrática del exterminio, en los tecnócratas nazis, en el surgimiento de la ciencia racial y en la profunda crisis de la modernidad […] Entre [sus] referentes se encuentran, entre otros, Raul Hilberg, Hannah Arendt, Zygmunt Bauman, 9Tzvetan Todorov […] y Hans Mommsen. (Finchelstein, 1999b: 33)
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