PARA HACER EL
CUENTO CORTO...
Hugo Hanisch Ovalle
PRIMERA EDICIÓN
Octubre 2021
Editado por Aguja Literaria
Noruega 6655, dpto 132
Las Condes - Santiago - Chile
Fono fijo: +56 227896753
E-Mail: contacto@agujaliteraria.comSitio web: www.agujaliteraria.comFacebook: Aguja Literaria Instagram: @agujaliteraria
ISBN: 9789566039983
DERECHOS RESERVADOS
Nº inscripción: 2021-A-8950
Hugo Hanisch Ovalle
Para hacer el cuento corto...
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ILUSTRACIONES
Hugo Hanisch Ovalle
TAPAS
Imagen de Portada: Hugo Hanisch Ovalle (autorretrato)
Diseño de Tapas: Josefina Gaete Silva
Que tu memoria sea el equipaje de tu viaje
Aleksandr Solzhelnitzyn, 1975
¿Y de qué sirve un libro sin dibujos?
Lewis Carrol, 1865
Me he recogido en cuarentena por el Coronavirus y tratado de escribir en la soledad del campo, a mis nietos, relatos reales que recogen las experiencias de vida que he tenido. En estos, cuidé no llamar a las personas por sus verdaderos nombres para salvaguardar su privacidad y evitar que las imprecisiones de mi memoria pudieran afectarlos.
Tuve la suerte de tener un trabajo lleno de viajes y vivencias que he resumido en estas crónicas. No traté de ordenarlas ni temí mezclar las fuera de lo común con las domésticas y campesinas, pues creo que hoy todas resultan extraordinarias.
Pertenezco a una generación que veneró a sus padres y es bastante ignorada por sus hijos, quienes se han empoderado por la tecnología que está lejos de resolverlo todo por muy avanzada que sea, y están secuestrados por sus teléfonos celulares, aunque en esos mismos podrán quizás mis nietos y los de ellos, leer estas notas antes de que hayan superado el género Sapiens. Sin embargo, por ahora nuestra arrogancia está siendo noqueada por el coronavirus y ni sabemos hasta cuándo estaremos confinados. Espero que puedan gobernar la tecnología para sanarnos y ahora sí crear una aldea global que incluya las singularidades y evite convertirnos en irrelevantes anónimos en las redes sociales.
No fue fácil mi carrera, pero tuve el privilegio de conocer una diversa e intensa realidad, que era bien poco predecible para un ingeniero. Creo que las nuevas generaciones debieran replantearse si el bienestar burgués debe ser la principal motivación de vida o sería mejor dar paso a la curiosidad de conocer lo diferente, que puede ser no tan rentable, pero provechoso, solidario y muy entretenido.
Agradezco a mis padres que, con su ejemplo y cariño, estimularon mi curiosidad, el trabajo duro y la particularidad de mi propia vida. Pertenecieron a una generación que se esforzó para proteger a sus hijos de la pobreza. Ojalá estas notas puedan ser un granito de arena para proteger a nuestros hijos y nietos de la riqueza.
Podría escribir días enteros acerca de los magníficos paisajes, exóticas ciudades y extraordinarias personas que rodean a estos relatos, pero para eso hay grandes narradores y he preferido hacer el cuento corto, amenizando esas vivencias con algunas ilustraciones que provienen de mi manía de dibujar todo lo que veo. Espero que les gusten, aun cuando a esta fecha pudiesen no ser siempre políticamente correctos.
Hugo Hanisch Ovalle
Junio, 2021
Palabras del autor PALABRAS DEL AUTOR Me he recogido en cuarentena por el Coronavirus y tratado de escribir en la soledad del campo, a mis nietos, relatos reales que recogen las experiencias de vida que he tenido. En estos, cuidé no llamar a las personas por sus verdaderos nombres para salvaguardar su privacidad y evitar que las imprecisiones de mi memoria pudieran afectarlos. Tuve la suerte de tener un trabajo lleno de viajes y vivencias que he resumido en estas crónicas. No traté de ordenarlas ni temí mezclar las fuera de lo común con las domésticas y campesinas, pues creo que hoy todas resultan extraordinarias. Pertenezco a una generación que veneró a sus padres y es bastante ignorada por sus hijos, quienes se han empoderado por la tecnología que está lejos de resolverlo todo por muy avanzada que sea, y están secuestrados por sus teléfonos celulares, aunque en esos mismos podrán quizás mis nietos y los de ellos, leer estas notas antes de que hayan superado el género Sapiens. Sin embargo, por ahora nuestra arrogancia está siendo noqueada por el coronavirus y ni sabemos hasta cuándo estaremos confinados. Espero que puedan gobernar la tecnología para sanarnos y ahora sí crear una aldea global que incluya las singularidades y evite convertirnos en irrelevantes anónimos en las redes sociales. No fue fácil mi carrera, pero tuve el privilegio de conocer una diversa e intensa realidad, que era bien poco predecible para un ingeniero. Creo que las nuevas generaciones debieran replantearse si el bienestar burgués debe ser la principal motivación de vida o sería mejor dar paso a la curiosidad de conocer lo diferente, que puede ser no tan rentable, pero provechoso, solidario y muy entretenido. Agradezco a mis padres que, con su ejemplo y cariño, estimularon mi curiosidad, el trabajo duro y la particularidad de mi propia vida. Pertenecieron a una generación que se esforzó para proteger a sus hijos de la pobreza. Ojalá estas notas puedan ser un granito de arena para proteger a nuestros hijos y nietos de la riqueza. Podría escribir días enteros acerca de los magníficos paisajes, exóticas ciudades y extraordinarias personas que rodean a estos relatos, pero para eso hay grandes narradores y he preferido hacer el cuento corto, amenizando esas vivencias con algunas ilustraciones que provienen de mi manía de dibujar todo lo que veo. Espero que les gusten, aun cuando a esta fecha pudiesen no ser siempre políticamente correctos. Hugo Hanisch Ovalle Junio, 2021
Para hacer el cuento corto...
Países donde tuve la suerte de trabajar
Ecuador es un país asombroso, pues reúne tres naciones en su pequeño territorio: la costa, la sierra y la selva, que tiene su origen en las nevadas cumbres del Chimborazo, desde donde nacen los arroyos que forman el río Napo que escurre hasta el atlántico convertido en el Amazonas, el mayor río del mundo.
Fuimos en familia con varios amigos a la selva desde Quito, cruzando en jeep la cordillera por el volcán Intisana, desde donde descendimos a la sofocante jungla amazónica. Los pueblos del camino eran un montón de casas de madera y zinc al costado de calles sucias y fangosas de tanto llover.
El camino de ripio se iba estrechando entre palmeras, árboles gigantescos y puentes militares hasta llegar al pequeño puerto de Mishaguallí sobre el río Napo, donde dejamos los vehículos. Desde allí salían largas canoas hechas de un tronco de Ceiba que artesanos construían a hacha y azuela. Iban equipadas con motores fuera de borda y a diario transportaban carga y pasajeros por el caudaloso y turbio cauce del río, de más de cuatrocientos metros de ancho. Tomamos dos botes que en un par de horas de navegación nos llevaron al rústico hotel de un suizo, quien construyó unos palafitos sobre el río junto al pueblo de Ahuano, donde convivían aborígenes aucas y colonos. Cada cabaña tenía anexada una jaula con alguna fiera que, al amanecer, oficiaba de despertador con sus aterradores rugidos.
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