El pensamiento actual y especialmente la llamada posmodernidad que se ha mostrado como radicalmente antiplatónica, ha intentado con frecuencia rescatar el acontecimiento, lo histórico temporal y evanescente, no como copia del modelo inteligible inmutable, sino como simulacro, como copia tergiversada y sin original, a fin de liberar lo contingente del yugo de lo inteligible atemporal. Pero entonces, el hombre mismo ha perdido todo sustento, disolviéndose en el fluir contingente de los fenómenos.
Esta crítica que apunta hacia toda forma de trascendencia, hacia la presencia que funda y sustenta, parece pasar por alto que la reflexión precedente no se reduce sumariamente al platonismo y sus variantes. Entretanto el cristianismo introdujo una peculiarísima concepción, irreductible al horizonte griego, donde tiempo, acontecimiento y presencia humana no se excluyen, sino que se implican entre sí. Dios se hace presente en la historia y el acontecimiento central de la misma es el Dios hecho hombre: el misterio de la Encarnación donde lo eterno y lo temporal, el espíritu y la carne, lo trascendente y lo histórico se amalgaman en una plenitud de sentido. El hombre es una unidad, carne espiritualizada, carne atravesada por el espíritu, ser histórico, temporal, contingencia, acontecimiento anclado en una presencia encarnada que excede por doquier la carnalidad perecedera y anónima, pero la requiere y la presupone volviéndola verdaderamente singular. Lejos de anularla, la eleva; sin yuxtaponerse a ella, la impregna, la vivifica en el tiempo aspirando a la permanencia. Ni presencia disociada de la historia, ni acontecimiento desprovisto de fundamento.
La noción de acontecimiento o καιρός está atravesada por las ideas de tiempo y realización. Se trata de un hecho acaecido en el tiempo histórico, humano, que involucra simultáneamente una acción gratuita de Dios en favor del hombre, y una acción libre de este en orden a su plenificación. Es lo que Ireneo resume en su magnífica expresión: Gloria Dei vivens homo. Nuestro trabajo tratará de demostrar que las nociones de creación, alianza, encarnación, salvación, resurrección y consumación que aporta Ireneo, constituyen los καιροί momentos significativos en el tiempo que tienen el carácter único e irrepetible del acontecimiento y, al par, la plenitud fontanal de una presencia encarnada. A la vez, nos proponemos exponer el modo en que este entrecruzamiento unificador es defendido tenazmente por Ireneo de Lyon a través de otras nociones tan importantes como las de «libertad» y «Recapitulación». Por estar referidas al hombre, al que tiene como centro, las enmarcamos dentro de su antropología.
Acerca de la antropología de San Ireneo se han escrito numerosas páginas, aventajando a todas en el tiempo y en densidad de contenido, las del P. Antonio Orbe. 2La mayoría de ellas enfatizan temas tales como la creación del cuerpo, la imagen y semejanza, la libertad, el pecado y la redención. No obstante, y hasta donde tenemos conocimiento, ninguna de estas obras ha considerado específicamente el tema del tiempo y del acontecimiento, relacionándolos con los tópicos preferenciales de la antropología ireneana. 3Al respecto, hemos realizado algún estudio precedente, 4sin haber agotado el tema. Por consiguiente, en las obras producidas hasta el momento, el desarrollo de los aspectos involucrados en la hipótesis del presente trabajo, ha sido fragmentario y principalmente orientado a propósitos teológicos, no habiéndose destacado suficientemente el valor filosófico que las nociones de tiempo y acontecimiento encierran en el tratamiento del hombre hecho por el Lugdunense.
Límites y método del presente trabajo
Antonio Orbe advierte a los estudiosos de la Patrística acerca de las dificultades que conlleva un abordaje del pensamiento de Ireneo, aduciendo diferentes razones. 5La primera de ellas, es la ausencia de los originales griegos, que no han perdurado ni siquiera en alguna copia completa. Las constantes referencias a esta obra por parte de los heresiólogos de los primeros siglos, han permitido reconstruir el setenta y cuatro por ciento del libro I, que describe la doctrina de los gnósticos, mientras que del libro II —que trae la refutación de las mismas—, sólo se ha recuperado un tres por ciento. Gracias a ciertas cadenas, florilegios y otras citas patrísticas, 6se ha logrado recuperar el once por ciento del libro III, el siete por ciento del libro IV y el diecisiete por ciento del libro V. 7Para fijar el texto de base de los libros IV y V, se utilizó la versión armenia de los mismos, descubierta en 1904 junto a la Demostración de la predicación apostólica , en manuscrito de 1270–1289. Esta versión es más completa, según Orbe, 8que la clásica latina, elaborada durante la segunda mitad del siglo IV. 9Algunos fragmentos hallados en lengua siríaca han contribuido a la retroversión griega de los libros IV y V. A pesar de que estos esfuerzos filológicos han permitido el acceso a un texto que se aproxime lo más posible al original, somos conscientes del límite que esta situación impone a un análisis lexicográfico.
Otra dificultad radica en que la tradición asiática a la que Ireneo pertenece, juntamente con algunos Padres Apostólicos, Melitón de Sardis y Teófilo antioqueno, entre otros, es la más profunda de las corrientes patrísticas y, a su vez, la más cercana a las genuinas intuiciones joánicas y paulinas; pero, al mismo tiempo, es la más ignorada y difícil. 10
Otro factor a tener en cuenta es el marco de la polémica antignóstica en el cual se desarrolla el pensamiento de Ireneo, tal como lo sugiere el título de su obra principal: Desenmascaramiento y refutación de la falsamente llamada gnosis, 11conocida como Contra los herejes ( Adversus haereses ). En efecto, los frentes contra los que principalmente luchó Ireneo están representados por la escuela valentiniana de Tolomeo y los discípulos de Marción. De modo que, para comprender algunas de las más importantes concepciones del Obispo de Lyon, resulta imprescindible tener en cuenta el contexto gnóstico en el cual escribió. Precisamente en esta línea argumentativa, Orbe sostiene que los vacíos dejados por Ireneo en el desarrollo de su pensamiento, hay que llenarlos recurriendo al estudio de sus adversarios. 12Esta situación impone un nuevo límite a nuestro trabajo, al mismo tiempo que permite delinear un método, ya que en cada caso en que se expongan las tesis del Lugdunense, estas serán contrastadas con las posturas gnósticas, de acuerdo a como él las comprendió, sin entrar en valoraciones acerca de la corrección de su juicio con respecto al conocimiento de sus adversarios. Esta apreciación resulta de capital importancia, teniendo en cuenta que la primera teología cristiana fue la resultante de la exégesis gnóstica de la Escritura, y gran parte del pensamiento de los Padres se forjó en la imposición apologética de dar respuestas a los principales exponentes de esta corriente. 13
Entre otras características propias de nuestro autor, hay que destacar la originalidad y rareza de su exégesis, tanto en su aplicación a pasajes del Antiguo como del Nuevo Testamento. 14En numerosas ocasiones, la confrontación de Ireneo con sus adversarios toma la forma de un duelo exegético. Por lo tanto, para comprender mejor su pensamiento nos veremos obligados en más de una oportunidad en el curso de nuestra labor a explicitar la interpretación que el Lugdunense hace de ciertos textos bíblicos. No obstante, es preciso aclarar que este trabajo no es un estudio del método hermenéutico utilizado por Ireneo, 15sino de sus concepciones de tiempo y acontecimiento incardinadas en su antropología.
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