Cada una de estas especies de hombre son, dentro de sus respectivos planos, auténticamente hombres, por estar hechos los tres a imagen y semejanza del Ánthropos. La forma externa o imagen y la forma interna o semejanza, interactúan entre sí, pues ambas reflejan en el plano psíquico al Unigénito, cuyas dimensiones antropológicas imita el individuo humano en el hecho de ser hombre. De ahí que el plasma de Gen. 2, 7 no representa para los valentinianos un cuerpo inerte, sino más bien un organismo apto para actuar como hombre. La insuficiencia del plasma , recreada por los gnósticos en el mito del «hombre gusano» que mencionamos anteriormente, radica en su incapacidad para alcanzar la vida divina, no la humana que le corresponde per se , ya que si para levantarse y caminar como hombre fuera necesaria la intervención de Sophía , ningún hombre hýlico ni psíquico podría vivir como humano.
La vida interior fluye por imperio de la forma exterior, es decir, la imagen predomina sobre la semejanza, y no viceversa. Actuando desde el exterior hacia el interior, es el organismo el que determina y actúa la humanidad del hombre.
En este sentido, la antropología valentiniana se ajusta rigurosamente a las Escrituras, pues, uniendo las dos noticias de la creación del hombre según Gen. 1, 26 y 2, 7, sostiene que lo propiamente humano es el plasma hecho a imagen y semejanza del Ánthropos . A su vez, el ejemplarismo valentiniano sostiene que lo específicamente humano del plasma se encuentra en la disposición de sus miembros, la cual imita las perfecciones o «miembros de luz» del Ánthropos. Por lo tanto, en esta antropología no se advierte un dualismo entre la forma exterior y la vida interior del hombre, como tampoco lo hay entre la imagen o Forma Dei del Ánthropos y su semejanza con Dios.
El hombre psíquico adquiere su organismo psíquico en contacto con el plasma u hombre hýlico , y el hombre pneumático , a su vez, adquiere su naturaleza espiritual por convivencia con el psíquico. Pero los tres linajes humanos, como imágenes y semejanzas del Ánthropos único, son completos en sus respectivos organismos y vidas propias.
En consecuencia, se puede apreciar de qué manera la antropología valentiniana exalta la dignidad del cuerpo, en función de su plásis a imagen y semejanza del Ánthropos , a la vez que rechaza todo dualismo cuerpo/alma y, más aún, la tricotomía cuerpo/alma/espíritu . Para estos gnósticos el hombre es simple, de esencia hýlica, psíquica o pneumática , aun cuando en este mundo convivan los tres dentro del mismo individuo.
En cuanto al destino particular de cada una de estas tres especies de hombres, los valentinianos sostienen que, a pesar de su origen divino a imagen y semejanza del Unigénito, el hombre hýlico es incapaz de la salvación y está inexorablemente destinado a la corrupción. El fatum del hombre hýlico está determinado por su carácter material y no por su condición de hombre, pues, la materia es incapaz de ser tocada por la Gnosis divina, la cual sólo llega al hombre espiritual. El hombre intermedio, caracterizado por la esencia psíquica , tampoco es alcanzado por la Gnosis, sino por un don menor, la Pistis , una suerte de «gracia psíquica » que proporciona una salvación inferior; este don sólo es impartido al alma recta como compensación por sus obras. En este determinismo, la misma voluntad de Dios queda sujeta a las leyes naturales de la materia. Ireneo lo cuestiona diciendo:
También dicen que todas las cosas retornan a los elementos de que fueron hechas, y que aun Dios está sujeto a este destino, de modo que lo mortal no puede recibir la inmortalidad ni lo corruptible la incorrupción; sino que cada ser ha de volver a la sustancia de su naturaleza: es lo mismo que afirman los poetas y escritores estoicos, llamados así por provenir del Pórtico, los cuales ignoran a Dios. Estos, tan incrédulos como aquellos, asignaron la región que está dentro del Pléroma a los seres pneumáticos , la región intermedia a los psíquicos , y la tierra a los materiale s. Contra este orden, dicen ellos, nada puede hacer Dios, porque cada uno de los seres antedichos tiene que volver al lugar que corresponde a su sustancia. 66
La crítica de Ireneo no se detiene aquí, pues, si las almas fuesen a un lugar de reposo en la «región intermedia», neutra respecto de la salvación o la condenación, como sostienen los gnósticos, entonces no habría juicio, con lo cual la cualidad de las obras sería indistinta; mientras que si los cuerpos que participaron junto a las almas en las obras de justicia, obtuviesen con ellas este lugar de reposo —puesto que la justicia es capaz de conducir al descanso a quienes de ella participaron—, entonces resultaría cierta la doctrina sobre la resurrección de los cuerpos. 67
Considerando los respectivos destinos de los hombres pneumáticos y hýlicos , el determinismo valentiniano genera una antropología de élite y exclusión al mismo tiempo. 68
3. La singularidad del hombre según San Ireneo
A la antropología fragmentada de los valentinianos, el Obispo de Lyon opone una concepción unitaria de hombre, sosteniendo que cuerpo, alma y espíritu no determinan tres tipos distintos de hombres, sino tres aspectos o dimensiones diferentes del ser humano.
Su concepción unitaria de hombre parte desde su misma lectura de la plásis de Adán, pues la única clase de hombre que el Lugdunense reconoce es aquella que proviene de la creación relatada en el Génesis, que también es única. La antropología del Obispo de Lyon mantiene la profunda unidad que se advierte en la tradición hebreo-cristiana en su concepción del hombre, no obstante lo cual se aprecian elementos helénicos en algunos de sus textos, como lo muestra el siguiente:
Dios será glorificado en su creatura que por su bondad ha hecho semejante a él, y conforme a la imagen de su Hijo. Pues el hombre, y no sólo una parte del hombre se hace semejante ( similitudo ), por medio de las manos de Dios, esto es, por el Hijo y el Espíritu. Pues el alma y el Espíritu pueden ser partes del hombre, pero no todo el hombre; sino que el hombre perfecto es la mezcla ( conmixtio ) y unión ( adunatio ) del alma que recibe al Espíritu del Padre, y mezclada con ella la carne, que había sido creada ( plasmata ) según la imagen de Dios ( secundum imaginem Dei )... Pues si alguien prescindiera de la sustancia de la carne, esto es, de la creatura, entonces no se podría hablar de que el hombre en cuanto tal es espiritual, sino sólo del espíritu del hombre y del Espíritu de Dios (1 Co 2,11). Mas este Espíritu se une a la creatura al mezclarse con el alma; y así, por la efusión del Espíritu, el hombre se hace perfecto y espiritual; y éste es el que ha sido hecho según la imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26). Si le faltase el Espíritu al alma, entonces seguiría como tal, siendo animado; pero quedaría carnal, en cuanto se le dejaría siendo imperfecto: tendría la imagen en cuanto creatura, pero no recibiría la semejanza por el Espíritu. Pues así como éste sería imperfecto, así también si alguien suprimiera la imagen y despreciara la creatura, ya no podría hablar de todo el hombre, sino de una parte del hombre o de algo distinto del hombre. No es que la sola carne creada sea de por sí el hombre perfecto, sino que es sólo el cuerpo del hombre y una parte suya. 69
Este es uno de los textos en que mejor se aprecia la formulación antropológica de Ireneo. Como puede advertirse, hay una tenaz defensa de la unidad del hombre, al mismo tiempo que incurre en la confusión entre carne y cuerpo . Si bien mantiene la dialéctica hebrea entre basar (carne) y ruaj (Espíritu), cae en el esquema helénico que separa el alma del cuerpo, separación que resulta ajena al pensamiento judeocristiano primitivo para el cual basar incluye, a la vez, el cuerpo y el alma.
Читать дальше